jueves, 7 de abril de 2011

Vivir con el todo que vive. Kōhō Watanabe

Kōhō Watanabe se convirtió en monje de la tradición Sōtō del budismo zen japonés apenas terminada la escuela superior. Tras encontrarse con un maestro muy famoso en Japón, Kōdō Sawaki, se dirigió por indicación de este último al monasterio de Antaiji, situado en Kyōto, siguiendo por más de diez años la enseñanza del abad de entonces, Kōshō Uchiyama. En 1975 Uchiyama se retiró del cargo de abad, dejando como sucesor suyo a Watanabe, el que, como primera decisión, trasfirió el monasterio de Antaiji desde Kyōto, convertida para entonces en una ciudad caótica, a un valle aislado, situado en las montañas que dan al mar interior de Japón, frente a Corea. La nueva localización se decidió también para configurar un estilo de vida comunitario basado, además de sobre el zazen y sobre el estudio, sobre el trabajo físico, de forma que la fuente del sustento de la comunidad fuese el trabajo de los monjes y de los residentes. A finales de 1987 el abad Watanabe decidió a su vez dejar el encargo a un sucesor suyo, y dirigirse a Italia, junto a tres monjes y discípulos italiano que habían residido largo tiempo en Antaiji. Tras cinco años de residencia en nuestro país, una grave enfermedad obligó a Watanabe a volver a Japón. Superado el momento más difícil y conseguida la curación completa, Watanabe es actualmente el superior responsable de Shorinji, un templo situado en la región centro oriental de Wakayama.
 

Durante el trascurso de un viaje colectivo a Japón, realizado en verano de 2004, para un encuentro cercano con la cultura y la religión de aquel país tuvo lugar un encuentro con K
ōhō Watanabe, antes abad del monasterio zen de Antaiji. Al término de una introducción suya, hubo un intercambio de preguntas y respuestas, del que ofrecemos a continuación la transcripción de parte de aquel coloquio.
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Vivir con el todo que vive 

Una entrevista a Kōhō Watanabe


 

Pregunta. ¿Porqué es tan importante el encuentro entre budismo y cristianismo? ¿En qué sentido una religión puede entregarse a la otra?

Respuesta. Es importante aclarar el sentido de este encuentro, porque de otra forma se pierde el sentido. En aquello que me respecta este encuentro ha sucedido de este modo; cuando me hice monje deseaba estudiar el Shōbōgenzō, un texto fundamental escrito por Dōgen, fundador del monasterio Eihei-ji. Una vez revelada esta intención a mi maestro me respondió que si quería verdaderamente estudiar el Shōbōgenzō debía al mismo tiempo estudiar también la Biblia y me  regaló un ejemplar. Hoy hace cincuenta años que estudio juntos el Shōbōgenzō y la Biblia. Esto es para mi el encuentro entre budismo y cristianismo.

En el pequeño país donde resido ahora, casi nadie conoce nada del cristianismo. Dado que saben que he vivido en Italia me plantean preguntas sobre el cristianismo. A menudo se me ocurre contestar con esta imagen, digo que la luna que se ve en Italia y la luna que se ve en Japón es siempre la misma luna.

P. ¿Porqué desplazó el monasterio de Antaiji desde Kyōto, transfiriéndolo a la montaña? ¿Quizás para poner una distancia entre el monasterio y el mundo? ¿Qué relación existe entre la vida de la ciudad y la vida de un monasterio en la montaña?

R. El motivo de trasferir el monasterio no está en el hecho de que deseáramos alejarnos de la ciudad, sino por que queríamos crear un ambiente distinto de aquel existente actualmente en el budismo institucional, donde una mentalidad demasiado rígida no permite ninguna forma de renovación. Deseábamos, por contra, separarnos de esta mentalidad y crear un ambiente en el que fuese posible realizar una forma de práctica del modo más desnudo y esencial posible, distante de cualquier institución religiosa. En un ambiente así la práctica religiosa y el trabajo son una única cosa, se práctica utilizando el cuerpo, poniéndose a prueba al mismo tiempo con el trabajo propio. La idea es que las personas que practican zazen se procuren el alimento con el trabajo. Solo de este modo la práctica no está separada del cuerpo y no se convierte en un acto puramente formal o intelectual, distante de la realidad cotidiana.

Es importante preguntarse que es lo que significa creer en Dios, en el ámbito cristiano, o seguir a Buddha, en el ámbito budista. Hay quién considera que la práctica consiste en venerar una estatua del Buddha puesta en la sala de meditación. No solo no es así, sino que hay que prestar atención a que de esta forma no te conviertes en budista. Dōgen dice que la voz y el aspecto de Buddha se encuentran en el color de la montaña y en el sonido del río que desciende al valle, refiriéndose precisamente al Buddha histórico, a Shakyamuni. Hacer esto no es fácil viviendo en la ciudad. Por este motivo es necesario alejarse de la ciudad, al menos por un cierto período, y verificar en persona que el Buddha no es un pensamiento, una idea o un sentimiento, sino que es precisamente el color de la montaña y el sonido del río.

Se trate de Buddha o Dios la cuestión principal es la misma, siempre: encontrarlo en la realidad de la propia vida cotidiana, en el estilo de vida que se sigue. Mientras se piensa en venerar un personaje que ha vivido hace dos mil quinientos años, representado por esta o aquella estatua, nos equivocamos de meta. “Emmanuel” [Otro nombre para Jesús, ver Mateo 1:23 n.del.t.] en el contexto cristiano quiere decir que Dios está con nosotros y vive con nosotros, conminándonos a encontrarlo en la realidad cotidiana. Esto quiere decir hacer nacer de nuevo a Dios, hacer nacer un nuevo Buddha, renovar completamente nuestra vida.

P. Durante estos días hemos tenido la ocasión de encontrar varias personas y de hablar con ellas. Pero es bien visible la dificultad en estos encuentros de que las palabras no alcanzan siempre a trasmitir plenamente nuestra experiencia, nuestra vivencia, igual que las respuestas que recibimos. Quizás también el mismo dialogo inter-religioso sufre de este límite y de esta dificultad. Entonces: ¿Cuando el diálogo es verdaderamente religioso?, ¿cuando ayuda a descubrir nuestra naturaleza más íntima, evitando el peligro de convertirse en un diálogo entre especialistas de las religiones, para ser en cambio un verdadero diálogo con la vida?

R. La religión es encontrar dentro de si la relación íntima con la propia naturaleza y esto no se le pregunta a alguien. Ciertamente puede suceder que al principio de la propia búsqueda se pidan consejos o explicaciones a otros, pero la esencia es la relación consigo mismo. La relación con la propia vida no se aprende de otro, sino que se encuentra al interior de la propia vida.

Es importante profundizar la fe, pero no en el sentido de añadir nuevos elementos y convertirse en mejor o estar más instruido en materia de budismo o de cristianismo, poniendo juntos un poco de esto o de aquello, sino a la inversa cortar todo aquello que es externo y superfluo, para tener una relación directa consigo mismo.

Mi modo de contribuir al diálogo religioso no consiste en ninguna actividad particular, no participo en convenciones o conferencias, no me encuentro con tal o cual personaje, porque para mi todas estas cosas están carentes de sentido. El encuentro sucede en la vida entre personas vivas. Para mi contribuir al diálogo significa ante todo estudiar cada día el Shobogenzo y la Biblia, para aprender a convertirse en Buddha, para convertirse en uno con Dios. Es como observar las cosas con dos ojos en vez de con uno solo.

P. Este diálogo interior, vivido en la propia intimidad, a menudo comporta una ruptura con las instituciones oficiales y con su modo de plantear la religión y de interpretar los textos sagrados. Esto es verdad sobre todo en un ambiente católico. Me parece que este momento de distanciamiento y ruptura es un paso obligatorio para quién sigue un recorrido interior.

R. Liberarse de la enseñanza impuesta por las instituciones religiosas no es solo un aspecto particular del propio camino, sino que debe ser seguido con decisión y hasta el fondo. Nos debe de liberar de una lectura precedente instituida por otras personas, la religión es y debe permanecer como una experiencia personal.

El objetivo por el cual he ido a Italia con otros monjes no era el de crear una nueva institución religiosa y ni siquiera la idea de enseñar a los italianos a practicar zazen y estudiar el budismo, sino únicamente arrojar aquellas semillas que permitiesen a las personas profundizar en la búsqueda de si mismos.

P. ¿Como se sitúa la búsqueda interior en una perspectiva de grupo, hoy que la situación mundial -occidental en particular- es tan difícil?

R. Los grupos, incluso aquellos numerosos, están siempre compuestos por personas. Es importante que cada uno haga un recorrido de búsqueda interior para aclarar el sentido del encuentro, de otra forma nos reunimos solo por un sentido de pertenencia, sin saber bien donde se está yendo. Esta es precisamente la configuración de la sociedad occidental contemporánea que, en cambio de mirar a la búsqueda interior, ha apuntado sobre el desarrollo económico, con el resultado de que las personas no saben bien donde están yendo.

Recientemente han sido las elecciones políticas en Japón. Una mujer que se presentaba en mi circunscripción sostenía que la búsqueda interior no es suficiente y que no puede sustituir la búsqueda de la riqueza material y económica, que es perseguida a través del trabajo. Yo estoy convencido de lo contrario, hoy Japón ha alcanzado un notable nivel de desarrollo económico, pero las personas lo han hecho en detrimento de la búsqueda interior.

La función de la religión es precisamente la de indicar la vía para la riqueza interior, el encuentro personal con Dios, con el Buddha es importante, después es necesario esforzarse para testimoniar y trasmitir esta experiencia a quien está cerca.

La riqueza interior no se desarrolla siguiendo formas estereotipadas, litúrgicas, sino haciéndola convertirse en vida vivida. En Japón una ceremonia fúnebre dura una hora y media, yo la hago durar quince minutos, sin seguir escrupulosamente las reglas, porque considero más interesante hablar con los parientes y los amigos del difunto sobre el significado que tiene la muerte y, por tanto, también la vida. No me pongo a enseñar, sino que simplemente hablo junto con ellos. En vez de estar leyendo discursos que ninguno comprende, prefiero hablar sobre el sentido que tiene el momento que estamos viviendo.

P. ¿Hay diferencia si la búsqueda interior es hecha solo o en grupo?

R. La búsqueda interior no está nunca separada del otro, es un recorrido individual pero implica siempre a los otros. En la tradición sintoísta, por ejemplo, se hace una vez al año una peregrinación a ochenta y ocho sitios distintos, de esta peregrinación se dice que se hace solos pero, al mismo tiempo, acompañados. El individualismo es un producto típico de la sociedad occidental. Si interpreto en este sentido la frase de S. Pablo que dice “yo estoy libre de todos”, estaré inclinado a pensar que es una invitación al individualismo. En el budismo, en cambio, el objetivo es el de liberarse también de este yo, para encontrar una unión con el todo. Personalmente no invito a confiarse a cualquier otro o a excluir a nadie, se trata en cambio de entender que cosa quiere aprender uno de la vida y desde allí buscar las personas y las cosas que pueden ayudarnos a alcanzar el objetivo. No es cuestión de guiar ni de ser guiados, en el budismo no hay ni maestro ni discípulo, sino que se trata de pensar juntos, incluso si es muy cómodo dejar a cualquier otro indicarnos el camino. Lo importante es no dejarse arrastrar por las emociones, por las sensaciones, por los pensamientos. Si ahora pienso que tengo hambre y que es hora de comer, termino por perder el contacto con la realidad presente en la que nos encontramos todos juntos.

P. Una pregunta quizás un poco particular: ¿La alusión que encontramos en S. Pablo al “Todo” es válida también para el budismo?

R. El “Todo” del que habla S. Pablo es toda la realidad, incluidos nosotros. En el budismo el “Todo” es la realidad que encontramos y que toma cuerpo instante tras instante, a condición sin embargo de vivirla completamente.

En el libro de Job se habla de enfermedades y de desgracias que alimentan la duda sobre la bondad de Dios y de sus designios. Cuando Dios se manifiesta y responde a las dudas de Job, no hace otra cosa que subrayar que Él es lo que es, ese Todo que encontramos en la vida, instante tras instante, enfermedades y desgracias incluidas.

En un cierto sentido mi experiencia es similar a cuanto ha experimentado Job. Una vez tomada la decisión de dejar el monasterio del cual era abad y de dirigirme a Italia con la intención de permanecer toda la vida, a raíz de unos exámenes clínicos supe que tenía pocos meses de vida a causa de una grave enfermedad. Todavía estoy aquí, pero si entonces hubiese pensado que la enfermedad es distinta de Buddha, nada más que una desgracia, la habría maldecido por que habría quebrantado mis proyectos, pero haciendo eso habría terminado por perder la dirección; en cambio la he considerado como una manifestación del Buddha, un signo de la gracia -como enseña la Biblia-, que es aceptada y usada como enseñanza en la vida, porque la vida es imprevisible.

P. ¿Pero entonces cuál relación enseña a tener el budismo con la muerte?

R. En el budismo se dice que todo aquello que nace muere después. Desde esta perspectiva la forma extrema de falta de fe consiste precisamente en rechazar morir. Es precisamente porque sé que moriré que leo la Biblia, busco el encuentro con Buddha y practico zazen. Si fuese en cambio inmortal, esta búsqueda no tendría ningún sentido para mi.


Entrevista y reseña biográfica realizadas por "La Stella del Mattino"
Fotografía y traducción al castellano, Roberto Poveda
 

7 comentarios :

  1. Gracias desde México.

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  2. ¡Formidable texto!. Sugiero completarlo con la lectura del de Mauricio Yushin sobre budismo y cristianismo.

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  3. De hecho Koho Watanabe fue el maestro en Antaiji de Mauricio Yushin, y fue Mauricio, junto con Giuseppe Jiso y Daido Strumia uno de los tres discípulos italianos con los que, tal como se señala en la nota introductoria se dirigió a Italia.

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  4. Gracias por la aclaración Roberto. Es sorprendente que maestros budistas contemporáneos den más valor a la Biblia que muchos occidentales criados en la tradición cristiana. Salirse del cristianismo sin tener un conocimiento al menos básico de sus enseñanzas parece más bien el acto de niños malcriados. Por eso me pareció tan importante la forma en que Mauricio Yushi llega al convencimiento de que el cristianismo no es para él y a partir de ese momento se "zambulle" en el budismo sabiendo que esa via es la de él. ¡Un gran texto!. No dejen de leerlo.

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  5. Roberto, aunque he hallado diversas ideas muy interesantes en esta entrada, permítame quedarme con un fragmento que considero esencial: "...La idea es que las personas que practican zazen se procuren el alimento con el trabajo. Solo de este modo la práctica no está separada del cuerpo y no se convierte en un acto puramente formal o intelectual, distante de la realidad cotidiana..." Me parece capital esta manera de ver la práctica, la necesidad imperiosa de ligarla con la vida cotidiana. ¡Excelente!

    Muy agradecido por compartirlo. Gassho.

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  6. La vía no es distinta a la vida, a nuestra propia vida vivida verdaderamente. Si hacemos una separación entre ambas, nuestra vida real no es otra cosa que fuente de insatisfacción y lo que llamamos vía se convierte en una cosa tan solo soñada.

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