Éric Rommeluère prosigue en su blog con una segunda meditación a partir de las dos siguientes estrofas del poema de Ryôkan (la meditación sobre las dos primeras estrofas la traduje en la anterior entrada). Si en su primera meditación sobre el poema de Ryôkan Éric nos habló de los aspectos externos de la meditación, en esta segunda meditación lo hace sobre los internos.
Los lectores atentos podrán sorprenderse al encontrar citado por Éric Rommeluère un fragmento del Fukanzazengi del maestro Dôgen que tal vez sean incapaces de localizar. Ello se debe a que Éric Rommeluère está usando la versión Shinpitsu-bon, o la versión escrita a mano por el propio Dôgen nada más volver de china, posteriormente el maestro Dôgen redactaría una nueva versión, conocida como Rufu-bon o edición popular, que es la que es usada de forma oficial actualmente por la escuela soto, y que es la que normalmente suele encontrarse en las ediciones occidentales del Fukanzazengi.
Los lectores atentos podrán sorprenderse al encontrar citado por Éric Rommeluère un fragmento del Fukanzazengi del maestro Dôgen que tal vez sean incapaces de localizar. Ello se debe a que Éric Rommeluère está usando la versión Shinpitsu-bon, o la versión escrita a mano por el propio Dôgen nada más volver de china, posteriormente el maestro Dôgen redactaría una nueva versión, conocida como Rufu-bon o edición popular, que es la que es usada de forma oficial actualmente por la escuela soto, y que es la que normalmente suele encontrarse en las ediciones occidentales del Fukanzazengi.
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Variaciones sobre un poema de Ryôkan (II)
Ajustarse al silencio
Éric Rommeluère
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Ajustarse al silencio
Éric Rommeluère
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Pasé años de esa manera
Hasta el punto del olvidarme de comer y dormir
Sentados derechos, armonizada la respiración, dispuesto el espíritu, profundizamos de instante en instante, mes tras mes, año tras año,en el silencio y la luminosidad del espíritu.
Por supuesto no experimentamos siempre este silencio y esta luminosidad. Numerosos estados pueden surgir todavía surgir, a veces el pensamiento sigue al pensamiento en una especie de cascada mas o menos continua. En ese momento podemos sentir como somos atravesados por ese flujo, mas que crearlo o suscitarlo. En el curso ordinario de la vida cotidiana, el pensamiento aparece como mí pensamiento, fruto de mis propias reflexiones, esa forma singular de aprehender el mundo que no pertenece mas que a mí. Pero una vez sentados en el espacio de la meditación, por el hecho mismo de que no se propone reflexionar intencionalmente en alguna cosa, el pensamiento que surge aparece bajo una forma mucho menos articulada. Se parece más a un flujo animado por movimientos, más o menos importantes, que se aceleran o se calman. No lo siento ya como mi propio pensamiento sino como una sucesión de pensamientos impersonales que surgen al hilo de las circunstancias y los acontecimientos: hoy tengo tal preocupación, he tenido tal encuentro. La imágenes vuelven, se unen a la conciencia, van y vienen bajo la forma de reminiscencias. Pensamientos sin pensador.
En algunas formas de meditación se aconseja tomar la posición del espectador que observa estos pensamientos ir y venir. La práctica de la meditación zen es diferente. Según una metáfora clásica, el espíritu del meditador es presentado como un espejo puro y brillante sobre el cual pasan sombras. Nuestra práctica consiste, no en contemplar, observar las sombras, sino en mostrar el espejo puro y luminoso del espíritu. Si un pensamiento surge conviene atravesarlo.
En su primer texto consagrado a la meditación, el Fukanzazengi, el maestro zen Dôgen se contenta con retomar tres frases claves del Zazengi (“Principios de la meditación sentada”), el manual de meditación que utilizaban los monjes zen de su época:
身相既定氣息亦調。念起即覺。覺之即失。久久忘縁自成一片。
Literalmente: cuerpo – forma – ya – establecer – respiración – aún – armonizar / pensamiento – surgir – en seguida – despertar / despertar – en seguida – desaparecer / extensamente – olvidar – objetos – naturalmente – convertirse en – unidad
Que se lee en japones: Shinsô sudeni sadamari, kisoku mo mata totonoe. Nen okoraba sunawachi kaku seyo, kore o kaku seba sunawachi shissu. Hisabisa ni en o bôji, onozukara ippen to naran.
Y que he traducido como sigue: “Una vez establecida la postura, la respiración es armonizada igualmente. Cuando un pensamiento surge, tomad conciencia, cuando se toma conciencia desaparece. Necesariamente se olvidan los objetos exteriores y se deviene naturalmente unificado.”
Estas lacónicas frases merecen que nos detengamos, pues se trata de las únicas frases del texto que evocan el contenido mismo de la meditación. No se da ningún método, sino este único consejo: kaku seyo. Carl Bielefeldt, que se consagra desde hace años a traducir la obra de Dôgen, las traduce por: «Once you have settle your posture, you should regulate your breathing. Whenever a thought occurs, be aware of it; as soon as you are aware of it, it will vanish. If you remain for a long period forgetful of objects, you will naturally become unified. » (Dôgen's Manual of Zen Meditation, University of California Press, p. 181).
La vida es un proceso: el pensamiento surge. ¿Ante este surgir del pensamiento que vamos a hacer? ¿Se trata de proseguirlo, de mantenerlo? No, se trata mas bien de que se difumine, de que se desvanezca (失 shissu tiene igualmente el sentido de “dejar escapar, perder, desatender”) para dejar emerger la pureza y la desnudez del corazón.
Esta perdida pasa, no por una contemplación del pensamiento, sino por un movimiento de ruptura hecho “in situ” (即 sunawachi) y en el mismo movimiento, “acto seguido” (即 sunawachi), el pensamiento desaparece. El término 覺 kaku utilizado en este contexto es difícil de traducir y, a falta de uno mejor, me inclino por “tomar conciencia”, pero que no da demasiada cuenta de la inmediatez del proceso. El primer sentido de kaku es “despertarse”. El término tiene otros sentido como “experimentar una sensación” (de fatiga, de dolor) o “apercibirse” (de su error). Kaku seyo, “tomar conciencia” ( en su lectura japonesa el verbo es imperativo) demanda un salto en el campo de la conciencia, a la manera de un soñador que se despierta y que pasa de la vida nocturna a la vida diurna.
Se podría decir también, ajustarse al silencio.
En otro tiempo estudié la meditación
ResponderEliminarRegulando delicadamente el aliento
Pasé años de esa manera
Hasta el punto de olvidarme de comer y dormir
Incluso si alcancé la inactividad
Sin duda no se debió sino a la fuerza de mi práctica
Mas, ¿en qué sería eso comparable a alcanzar el no hacer
El cual, una vez logrado, se logra para siempre?
¿una vez logrado, se logra para siempre?
¿No es esto muy contradictorio con Zazen?
Tengo mucha fe en Ryokan, y este poema señala a algo mas allá de ese Zazen de vuelo bajo, siempre en mitad de la batalla.
Ryokan, en tanto que poeta, intenta expresar a través de las palabras algo que, sin embargo, es de otro orden que las palabras.
ResponderEliminarA traves del esfuerzo, y zazen requiere un cierto esfuerzo, sobre todo al principio, llegamos a un punto más allá del esfuerzo. Pero sin embargo eso no quiere decir que a partir de ahí podamos abandonar la práctica (el esfuerzo) y, que yo sepa, Ryokan no la abandono nunca.
Que interesante esa diferenciación entre la inactividad, el no hacer y el esfuerzo que aparece entre ambos. La práctica intensa frente a la comprensión de lo ilimitado, lo cual, por cierto, no explica como alcanza.
ResponderEliminarBueno, en realidad si que lo dice, la respuesta es zazen, cuando de verdad este es zazen, no solo en la forma.
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