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sábado, 2 de noviembre de 2024

Vivir y Morir. AA.VV.

La fragilidad de la vida, tan claramente palpable en estos días terribles y dolorosos que estamos viviendo en Valencia, nos confronta con nuestra propia finitud. Esta realidad, simultaneamente colectiva y absolutamente personal , ha impulsado en gran medida a la humanidad, para bien y para mal, a crear culturas, tecnologías y sistemas religiosos. El dilema sobre el sentido de la vida y la inevitabilidad de la muerte se presenta como una pregunta ineludible para todos los seres humanos, en todas partes y a lo largo de la historia, y se nos manifiesta también como una paradoja irreductible.

El problema de la muerte es, en realidad ,un problema de la vida; del ser vivo que contempla un horizonte sobre el que no es posible afirmar nada con certeza, más allá de proyecciones imaginarias y arbitrarias creadas por el que vive, no pudiéndose en cambio decir nada desde el no-lugar de la muerte.

En vez de buscar respuestas, que por su propia naturaleza son imposibles, resulta más adecuado y factible profundizar en los término mismos del problema. Interrogar el sentido de nuestra existencia, en un mundo que a menudo parece absurdo o incomprensible, nos lleva a ahondar, por otro lado, en la interconexión entre todos los seres que nos componen y a valorar el momento presente como la única realidad que verdaderamente poseemos. Es aquí, al abrazar y servir a esta realidad presente, donde podemos encontrar la solución a los dilemas de la vida y la muerte, que, planteados de la forma habitual, auto centrada o egocentrica, "vivimos" como un problema, sin necesidad de buscar la conciliación de lo radicalmente ajeno en un futuro imaginario. Como dice Dōgen en uno de los textos que presentamos a continuación: 

Cuando se dice vida, no hay otra cosa que vida; cuando se dice muerte, no hay otra cosa que muerte. Por tanto, cuando llega la vida, es solo vida; cuando llega la muerte, es necesario servir a la muerte. No odiar, no desear. […] Para convertirse en Buda, hay un camino muy simple: no hacer el mal de ninguna forma, sin apego al ciclo de vida y muerte, cultivando una profunda compasión hacia todos los seres vivos.

La cuestión de la vida y la muerte, aunque transversal en toda la obra de Dōgen, como en la de cualquier pensador religioso, es explícitamente abordada por este en tres de sus textos: Genjōkōan (Convertirse en el ser), que fue elegido por él como el primer texto de su obra magna, el Shōbōgenzō, constituyendo en gran medida un compendio introductorio del resto; Shōji, literalmente Vida y muerte; y Zenki, que aquí traducimos como El funcionamiento integral, siguiendo las traducción propuesta por la Stella del Mattino, que es de donde parte nuestra propia traducción. Es recomendable leer estos tres textos de manera conjunta.

En cuanto al Genjōkōan, ya hemos publicado diversas traducciones del mismo en este blog (una basada en la traducción de Gudō Nishijima, otra de Shōhaku Okumura y otra, la más reciente, que antecede a esta entrada, de La Stella del Mattino). También habíamos publicado ya las traducciones de Shōji y Zenki, si bien hemos decidido revisarlas, reagrupándolas en un pequeño libro, que presentamos hoy, junto con los comentarios realizados en su momento por Giuseppe Jisō Forzani. A los anteriores textos, por estar directamente conectados con el tema de hoy, hemos añadido una reflexión personal de Forzani sobre la cuestión de vivir y morir, un breve ensayo de Mauricio Yushin Marassi, y la traducción de un poema del maestro zen japonés Kōshō Uchiyama, siendo estos tres últimos textos inéditos hasta ahora en castellano.

Vivir y morir - Stella del Mattino

miércoles, 24 de julio de 2024

Genjōkōan - Dōgen / Kōhō Watanabe, Giuseppe Jisō Forzani, Luciano Mazzochi

El Genjōkōan de Eihei Dōgen (1200-1253), del que presentamos hoy una nueva traducción (para anteriores traducciones, ver n. 1), resume de forma  sintética y poética la visión del Budismo del propio Dōgen, indicando las líneas maestras de lo que será el resto de su enseñanza. 

Su primera redacción data de hecho de 1233, pocos años después de su regreso de China en 1227, estando dirigido a un discípulo laico, por lo cual la complejidad del texto deriva de su contenido, y no tanto de lo especializado de su lenguaje. Tiempo después, en 1252, un año antes de su muerte, situará el Genjōkōan con algunas modificaciones como primera sección del Shōbōgenzō de 75 fascículos, su obra mayor, como si fuese una especie de introducción al resto de la misma, destacando así su centralidad. Tras la muerte de Dōgen al Shōbōgenzō se irían añadiendo otros escritos suyos, dando lugar a distintas versiones, hasta llegar a la versión “estándar” actual de 95 fascículos. 

La traducción que presentamos hoy es obra de Kōhō Watanabe (1942-2016), Giuseppe Jisō Forzani y Luciano Mazzochi (que, durante años, colaboraron en el encuentro entre Budismo y Cristianismo, bajo distintas formas. ver n. 2). Los dos primeros, Watanabe y Forzani, son monjes budistas zen, japonés el primero e italiano el segundo, formado bajo la guía del anterior durante 8 años en el monasterio japonés de Antaiji, antes de volver a Italia, mientras que el tercero es un misionero javeriano italiano, que ha vivido alrededor de dos décadas en Japón, donde entró en contacto con zazen y lo convirtió en una práctica cotidiana. La traducción va acompañada de comentarios de los tres autores antes señalados, cada cual desde su perspectiva propia, los cuales por tanto testimonian también del diálogo interreligioso entre Budismo y Cristianismo. 

En el Genjōkōan, aparecen recogidos aquellos aspectos que constituyen para Dōgen las indicaciones fundamentales para quien acoge el Budismo en su propia vida. Desde mi punto de vista son dos los aspectos que resaltaría de este texto: 

- En primer lugar la íntima relación entre uno mismo y el todo que le constituye, que le hace ser, aquello que en términos occidentales podríamos expresar como la indisoluble relación entre lo particular y lo universal. Una de las características de esta relación,es que sobrepasa los límites de nuestro pensamiento, no es algo que podamos aferrar en nuestras cabezas, con nuestra mente limitada, con aquello que consideramos nuestro yo. 

- Al mismo tiempo ello no significa una afirmación abstracta o filosófica, no es esta la razón por la que Dōgen escribe, sus escritos, este incluido, son siempre indicaciones espirituales de carácter práctico, soteriológico. Dōgen no nos señala un límite infranqueable, lo que podríamos denominar los límites de nuestra cárcel, al contrario, lo que nos señala son los límites de nuestro pensamiento y la manera de trascender esos límites, es decir de hacer desaparecer los muros de la cárcel, a través de la práctica realizada en cada momento dentro de nuestra experiencia directa de vida. A la experiencia universal de nuestra vida, a la realidad verdadera, que en el Budismo es llamada despertar, es a través del cuerpo como accedemos. Como dice uno de los autores de este texto “La identidad vivida con el propio cuerpo, es la característica concreta del Zen de Dōgen como religión de la vida, que se manifiesta instante tras instante y, de manera perfectamente representativa, en la práctica de zazen.” 

El Genjōkōan, si uno toma como referencia para su propia vida interior aquello que en esencia nos señala Dōgen, es un texto al que conviene regresar con frecuencia. Este camino, el camino del despertar, que es al mismo tiempo particular y universal, solo es posible expresarlo de uno en uno, de manera concreta, dependiendo de las circunstancias en las que se esté en cada momento; por ello, recurriendo a una poética metáfora, Dōgen en este texto nos muestra que la plena realización del pez en el agua no es la misma que la del pájaro en el cielo. Dōgen nos conduce hasta el límite de lo que el lenguaje puede expresar, ir más allá requiere una puesta en acto basada en un salto de fe (que no es fe en algo o en alguien, sino expresión de un corazón confiado) y esta será nuestra responsabilidad en el juego de nuestra propia vida.

Roberto Poveda Anadón


Para acceder al libro, en formato pdf, hacer click en el siguiente enlace:

Genjōkōan - Convertirse en el ser

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n. 1 - Quien lo desee, además de esta traducción del Genjōkōan podrá encontrar, en este mismo blog, otras dos traducciones al español del texto, una a partir de la de Shōhaku Okumura (Aquí) y otra de la de Gudō Wafu Nishijima (Aquí), que contienen ambas sus propios comentarios al texto de Dōgen. Dadas las dificultades de traducir la lengua origen en la que está escrito el Genjōkōan, el japones medieval usado por Dōgen, a las lenguas occidentales (no solo filológicas sino de contenido), las variaciones entre las distintas traducciones pueden ser de utilidad para el lector que desee profundizar en esta obra.

n. 2 - Sobre las distintas formas que ha ido adoptando este diálogo, vital, en los hechos prácticos, entre Budismo y Cristianismo, puede ser de interés la lectura del siguiente resumen relativo a la historia de Comunitá Buddista Zen La Stella del Mattino: La historia de la Stella del Mattino

martes, 18 de abril de 2023

Masao Abe, Budismo zen y ética social - Daniel Palmer

Masao Abe (1915-2006) es un filósofo budista japonés, encuadrado en el movimiento filosófico japonés, iniciado en 1913 por Kitarō Nishida(1870-1945), denominado Escuela de Kioto. 

Masao Abe ha dedicado gran parte de su trayectoria académica al diálogo inter-religioso, primero entre budismo y cristianismo incluyendo posteriormente también al judaísmo. Ese diálogo entre Oriente y Occidente abarcó, para Masao Abe, no solo el ámbito religioso, sino también la confrontación de la visión budista con la filosofía, el papel del laicismo y el racionalismo y el sistema de valores éticos y sociales occidentales.

Desde 1950 hasta 1980 fue profesor de filosofía en la Universidad de Nara, así como en la Universidad de Kioto y en la Universidad budista de Hanazono, impusalda desde 1872 por el templo Myoshinji, perteneciente a la escuela Rinzai zen. A mediados de 1950 estudio teología cristiana en la ciudad de Nueva York en el Union Theological Seminary, así como en la Universidad de Columbia, donde entró en contacto con Daisetsu Teitaro Suzuki (1870-1966). En 1980 se traslado a California, al Departamento de Religión de la Claremont Graduate University y más tarde, en 1983, a la Universidad de Hawai, donde impartió filosofía japonesa. Sin embargo, ya desde 1965, participó en numerosos encuentros y conferencias, tanto en Estados Unidos como en Europa, sobre religión comparada, ética, Budismo y temas relacionados.

Desde el punto de vista religioso personal su primera orientación se dirigió hacia el budismo de la Tierra Pura, desplazándose después al budismo Zen, primero de orientación Rinzai e interesándose posteriormente por la obra de Dōgen.

En 1983 escribió que, más allá de su  interés permanente en el budismo, estaba profundamente preocupado por la base espiritual de toda la "humanidad en una era global. Para proporcionar esta base, un estudio comparativo y dialógico del budismo y el pensamiento occidental, incluido el cristianismo, es absolutamente necesario".

El interés de su obra radica no solo en la búsqueda de los puntos de encuentro entre las distintas religiones, sino también en el estudio de las diferencias entre ambas y en cómo, desde ese diálogo mutuo, pueden fecundarse mutuamente ayudando a descubrir los puntos ciegos de cada una, en su paso de una cultura a otra, y a renovarse interiormente sin renegar por ello de su propio fundamento, contribuyendo a mantenerlas vivas y significativas para las personas que viven en distintas culturas, épocas y lugares a aquellos en que estas religiones nacieron.

Entre su bibliografía podemos destacar las siguientes obras (para acceder, en inglés, a estas obras digitalizadas, ver después de esta introducción)

  • Zen and Western Thought.
  • A Study of Dōgen. His Philosophy and Religion. 
  • Zen and Comparative Studies. 
  • Zen and the Modern World.
  • Buddhism and Interfaith Dialogue. 

A pesar de la importancia de las aportaciones y las intuiciones de Masao Abe para el desarrollo de un Budismo Zen que sea capaz de asumir las formas propias de expresión occidental, aun permaneciendo fiel a su esencia, desgraciadamente no existe traducción de ninguno de sus numerosos libros en español. 

Esta entrada pretende paliar, muy modestamente, esta carencia de información en nuestro idioma sobre las aportaciones de Masao Abe. El artículo, cuya traducción presentamos a continuación, está escrito por el filósofo y académico Daniel Palmer. Apareció en Journal of Buddhist Ethics, vol. 4, 1997, y fue vuelto a publicar en thezensite.com. En él Palmer expone algunas de las aportaciones realizadas por Masao Abe, relativas al Budismo Zen y sus implicaciones desde el punto de vista de la ética social, en confrontación y como respuesta a algunas perspectivas negativas realizadas desde occidente sobre el la dimensión social budismo. Quien desee acceder al artículo en cuestión puede hacerlo desde el siguiente enlace:

Masao Abe, Budismo Zen y ética social


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A los cuatro primeros libros de Masao Abe, antes elencados, se puede acceder en inglés, en orden consecutivo, desde el sitio terebess.zen, a través de los siguientes enlaces:

Al último,  Zen and the Modern World, se puede acceder, siempre en inglés, en la biblioteca            digital académica Perlego, a través del siguiente enlace:

jueves, 10 de diciembre de 2015

La visión de la consciencia kármica. Kōdō Sawaki, Kōshō Uchiyama, Shōaku Okumura.

Kōdō Sawaki

Existe una única luna, pero a veces parece feliz, a veces triste, Disfrutando de un bello claro de luna, a veces bebemos sake. Cada luna que nosotros los seres humanos vemos, depende del estado de nuestra consciencia kármica, no es la luna real.


Kōshō Uchiyama

Que la luna corresponda al estado de la propia consciencia kármica significa que nuestro modo de ver la luna está condicionado por las experiencias que hemos tenido desde el nacimiento.

Por ejemplo, hoy existen ciertamente científicos e ingenieros que observan la luna y piensan: “¿Cómo podemos construir un cohete que transporte a un hombre y lo haga aterrizar suavemente sobre ese cuerpo celeste?”. Podrían haber geólogos que observen la luna y piensen: “¿Cuáles son sus características geológicas?”. La luna puede parecer radiante a una persona en la cumbre de la riqueza y melancólica a quien está tocando fondo. Para un bebedor la luna no es más que un entremés acompañado de un buen sake.

En japones tenemos expresiones como go no fukai ningen, es decir “persona con un profundo karma”, y go tsukubari, “persona cuyo karma es muy fuerte”. Estas expresiones se refieren a las personas que tienen puntos de vista extremadamente condicionados, fruto de intensas experiencias de vida.

Erróneamente el budismo es a menudo entendido como una doctrina de la resignación, que induciría a pensar: “No puedo hacer otra cosa, es mi karma”. Una doctrina así no es verdadero budismo. En cambio, el budismo nos enseña a atenuar nuestro rígido punto de vista kármico. Desmontar las opiniones ilusorias del sí mismo kármico es ver la vida tal como es.


Kōdō Sawaki

La expresión go kan (“ver según el propio karma”) indica el fenómeno común por el cual las buenas o malas acciones del pasado condicionan el presente. Por ejemplo, habiendo vivido siempre con la preocupación del sexo, una viuda podría envidiar a las parejas jóvenes.

* Los seres humanos ordinarios son empujados por su karma y ven el mundo únicamente en base a las propias condiciones kármicas. Estas personas perpetúan  entre ellas relaciones indeseables pero indestructibles, una vida tras otra. Esto se llama “perpetuo vagar en el samsāra”.

* Si nos quitamos las lentes coloreadas por la consciencia kármica, entonces, como dijo Śākyamuni apenas despertado, veremos que “la gran tierra y todos los seres sensibles simultáneamente alcanzan la Vía; montañas y ríos, hierbas y árboles, todas las cosas sin excepciones se convierten en buddha”.



Shōaku Okumura

Cuando era joven Sawaki rōshi estudio la doctrina de la “Solo Conciencia” de la escuela Yogācāra, una de las dos escuelas mahāyāna, en Hōryū-ji en Nara. Según la escuela Yogācāra, la consciencia se divide en ocho niveles. Los primeros cinco nacen del contacto entre los órganos de los sentidos y sus objetos: consciencia del ojo, de la oreja, de la nariz, de la lengua y del cuerpo. La sexta consciencia nace del contacto entre la mente y los objetos de la mente, como los números y las ideas.

Los maestros de la escuela Yogācāra identifican también otros dos niveles, subyacentes a la mente pensante. El séptimo es llamado manas, término a menudo en las lenguas occidentales como “ego”, y el octavo se llama ālaya, “depósito”. Para la doctrina Yogācāra todas las experiencias pasadas son memorizadas inconscientemente como semillas al interior de este nivel más profundo. La consciencia manas toma como yo este conjunto de semillas depositadas y domina las primeras seis consciencias.

Cuando encontramos un objeto, las semillas son activadas y nuestra percepción recibe su influencia y no solo la del objeto tal como es. Según las semillas presentes en el estrato más profundo de la consciencia, las interpretaciones y las reacciones de las personas respecto a los mismos objetos son distintas. En general sin embargo damos por descontado que aquello que vemos sería el objeto tal como es en realidad.

En la doctrina Yogācāra, a través de la práctica de comprender cada cosa en tanto que mera percepción, nos liberamos de la consciencia kármica y comenzamos a ver las cosas tal como son. Entonces los ocho niveles de consciencia comienzan a trabajar como cuatro tipos de sabiduría: la consciencia  ālaya se trasforma en la sabiduría del Gran Espejo Perfecto que refleja las cosas tal como son, la consciencia manas comienza a trabajar como sabiduría que ve la igualdad de todas las cosas, la sexta consciencia nos permite ver los objetos con la sabiduría que sabe observar y las primeras cinco consciencias nos permiten actuar con sabiduría. En la escuela Yogācāra, las consciencia es analizada procediendo de la superficie hasta los niveles más profundos, mientras la sabiduría es explicada procediendo de lo profundo a lo superficial, reflejando la idea de que el cambio duradero debe comenzar en el nivel más profundo de la consciencia. Si un cambio en la percepción sucede solo a nivel de la mente pensante, en cambio, es probable que sea momentáneo y limitado a algunos objetos.

En Japón la doctrina Yogācāra es considerada tradicionalmente la base de la teoría budista, junto al Abhidharma. Es considerada la más fundamental de las doctrinas populares de las escuelas  mahāyāna, como la Kegon, Tendai y Shingon, siendo considerada la cumbre de la filosofía mahāyāna. También en las enseñanzas zen de Sawaki rōshi vemos la influencia de la doctrina Yogācāra. 






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Del libro Kōdō senza dimora

 
Kōshō Uchiyama, Shōaku Okumura
Ed. Ubaldini, Roma 2015

Traducción: Roberto Poveda
Fotografía: La luna juega al escondite. Flickr, Victor de Lara..