martes, 20 de octubre de 2009

Zazen fuera del tiempo. Kosho Uchiyama

En esta nueva traducción de un texto de Kosho Uchiyama, este sigue profundizando en el sentido de las sesshin en Antai-ji, tal y como él las estableció tras la muerte de su maestro Kodo Sawaki (de las que ya ofrecí anteriormente su descripción general en una anterior entrada, en la que ofrecí la traducción de otro texto de Kosho Uchiyama, “Sesshin sin juguetes”, traducción que fue publicada anteriormente en la página web de la asociación Un Zen Occidental).

En este nuevo texto nos habla de la práctica de zazen como un práctica que debemos situar más allá del tiempo, del hastío o incluso del dolor. No hace así sino actualizar nuevamente la máxima central de Dôgen, shinjin datsuraku, normalmente traducida como “abandonad cuerpo y espíritu”. Nos propone por tanto una práctica que no podemos realizar, que no podemos soportar incluso, sino más allá de nuestro apego a nuestro pequeño yo.

Ante su lectura podríamos pensar que este zazen no es factible más que para seres excepcionales, para aquellos que puedan disfrutar de unas condiciones similares a las de Antai-ji, es decir unas condiciones de vida monásticas, la presencia constante de un maestro, un entorno de practicantes en el que vivir permanente y estable, etc. Pero estoy convencido de que esto no es así, de que el sentido real de este texto es valido para todos. Lo contrarió sería aceptar que la liberación, es decir el despertar a la realidad de la vida en si misma, tal como es, sería algo reservado a unos pocos individuos excepcionales, a una élite monástica cuya posibilidad de existencia estoy convencido de que en esta fase de la humanidad es y será cada vez más reducida, pues el mundo se está volviendo crecientemente laico, democrático, sin divisiones fijas del tipo aristocracia, clero y pueblo llano, etc. Y esto, en el fondo y aunque muchos puedan añorar el pasado, o deseen huir a mundos ilusorios y exóticos, creo que es bueno.

Las palabras de Uchiyama, dichas en su caso, sí, desde lo que constituía su realidad de vida (Antai-ji), me animan, y espero que animen a los que las lean, a buscar como construir día tras día un espació de práctica y de vida despierta en la realidad de vida de cada uno. Algo que no puedo concebir más que situando en su centro zazen. Un zazen más allá de las ilusiones de nuestro pequeño yo. Y ello no tiene que ver con practicar una hora o diez al día, sino con practicar con sinceridad total la sentada. No soñar en sentarse, incluso cuando nos sentamos, sino sentarse tan solo, abrazar esta sentada con todas nuestras fuerzas, mas allá de las ideas que podamos tener sobre sentarse, más allá de las ilusiones de perfección o de completud en las que con frecuencia los practicantes nos descarriamos, más allá de nuestro egoísmo o de nuestro capricho, más allá del satori… Y además, como el mismo Dôgen nos recomienda en su Fukanzazengi, y lo recomienda a todos, de forma Universal (como indica en el titulo mismo de sus celebres instrucciones para la práctica de zazen, cuya redacción original realizó teniendo precisamente a un laico como destinatario), hacer de esta sentada algo cotidiano, completamente cotidiano.



(El texto ha sido traducido del libro "Réalité du Zen. Le chemin vers Soi-même" de Kosho Uchiyama)

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Zazen fuera del tiempo
Kosho Uchiyama

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¿Cuales son pues las experiencias y las observaciones durante una sesshin en Antai-ji? De entrada está la extensión infinita del tiempo durante las horas de Zazen. Esto nos recuerda dos máximas Zen:

“Un día es tan largo como todo el pasado del mundo” y “Un día es tan largo como nuestra infancia.”

Cuantas veces, en la vida corriente, nos sucede el estar en una conversación amistosa, ante la televisión o ocupados en cualquier otra conversación agradable, antes de pensar en ello medio día o un día entero ha pasado.

Si al contrario estamos sentados en Zazen durante todo un día el tiempo no pasa sino con lentitud. Nuestras rodillas duelen y nuestra cabeza se aburre y, lo que es peor, no hay nada para salir de este aburrimiento. No ahí más que un solo medio; hace falta vivir nuestro tiempo de Zazen como realidad de vida de cada instante.

Durante la sesshin, toda la actividad esta regulada por un sonido de campana. Dos golpes señalan el kin-hin, cada cual se levanta y comienza a andar. Un pensamiento surge en nosotros: “Ahora estoy saciado de Zazen ...” Si continuamos pensando así es muy descorazonador darse cuenta de que no estamos más que en la mañana del segundo día, y que la sesshin está a penas a su mitad. Sin duda, cada uno de nosotros ha tenido ya esta experiencia.

¿Como podemos hacer trampas con el tiempo que nos queda? Aquí solo nos ayuda una cosa, a saber, sobrepasar el tiempo. Si no olvidamos lo que llamamos tiempo es imposible atravesar todas las horas de Zazen que faltan. Es únicamente sobrepasando el tiempo y perdiendo la noción de una cosa llamada “tiempo” como reencontramos la realidad de la vida desnuda. La palabra japonesa para tiempo es toki, yo creo que este término tiene una significación profunda. Toki viene de toshi, que quiere decir “rápido”. En otras palabras, es precisamente porque podemos compararlo a la rapidez que huye que surge en nosotros el pretendido tiempo. Sin esta comparación lo sobrepasaríamos y estaríamos mas allá de la rapidez y del tiempo: en este caso seríamos “el Si mismo que no es más que el Si mismo.”

Continuamos nuestra sesshin sin pensar más en el tiempo. Tres golpes del gong y Zazen recomienza. Después dos golpes, una vez más kin-hin. Así proseguimos la sesshin. Así seguimos las señales sonoras sin pensar más si el tiempo que las separa es corto o largo. A continuación, sin que nos hayamos dado cuenta, cinco días han pasado. La sesshin ha pasado y pensamos: “Haciendo Zazen he olvidado completamente el tiempo.”

Temo que esta última frase provoque un gran malentendido en el lector. Sería más exacto decir: “Mientras que me he instalado en este Zazen y en este kin-hin, cinco días han pasado por si mismos.” Poco importa que empleemos este último término o el precedente, puesto que los dos hacen aflorar únicamente la realidad. Lo que importa es la experiencia personal.

De todas formas este tipo de experiencia nos muestra lo que significa este pretendido “tiempo” en realidad e igualmente lo que significa fuera del tiempo. Generalmente tenemos el sentimiento de vivir en medio del tiempo. Aquí vivimos lo contrario: “La vida de nuestro Si mismo, de nuestro Yo crea el tiempo.” Por otra parte, si practicamos Zazen, cruzamos las piernas, no movemos el cuerpo y nos mantenemos completamente inmóviles, se podría decir que esta postura es dolorosa en relación a la de nuestra vida normal donde nos podemos mover a nuestro antojo.

Si, durante la sesshin, pensamos cuan doloroso es el Zazen y con que coraje soportamos este dolor, no es imposible entonces estar bien durante los cinco días. Ciertamente, incluso en este caso, nos es posible permanecer sentados dos, cuatro o cinco horas, según nuestras facultades y nuestra paciencia para soportar el dolor, pero somos incapaces de resistir durante un día entero y todavía menos durante toda una sesshin de cinco días. Es impensable llevar, por los propios esfuerzos un vida Zen así durante meses y años. Eso sería un gesto artificial, una especie de puesta en escena de facultades de endurecimiento ante el dolor.

¡No! Lo que más importa durante nuestras sesshin, es sobrepasar este pensamiento vanidoso: “¡Ah, que difícil es esto y con que grandeza soporto este dolor!” Debéis simplemente sumergiros en el Zazen, en este “Si mismo que construye el Si mismo como tal con el Si mismo.”

¡Postura inmóvil! Entonces únicamente el tiempo se disgrega de el mismo. Abandonad los pensamientos ociosos concernientes al esfuerzo y las molestias que padecéis, y vuestra sesshin se convertirá en fácil. Por esta importante experiencia hacéis estallar vuestro limite del pensamiento, llegáis a olvidar vuestra incomodidad e incluso vuestro dolor.

Tomemos por ejemplo un hecho de la vida cotidiana: cuando los problemas graves y el malestar nos deprimen tenemos el hábito de debatirnos y, por esta razón, nos hundimos todavía más. Al contrario, cuando se trata de Otro, captamos más fácilmente su problema. Cuando observamos a nuestro prójimo nosotros, en tanto que observadores, le aconsejamos no debatirse y calmarse. Estando fuera de su situación podemos hablar con sangre fría. La cuestión es pues esta: ¿Como podemos impedir a este Yo, que se revuelve tanto, debatirse? ¿Como calmarlo?

No hay más que una vía; hacer estallar nuestros pensamientos con la finalidad de que no se unan a nuestro sufrimiento, a nuestra lucha personal.

En relación a nuestro caso, nuestra sesshin persigue este camino. Debemos instalarnos en un estado más allá de toda discriminación, entre una “fuerza del Yo” y una “fuerza del exterior”

Hacemos nuestro Zazen, por decirlo así, sobre otro plano: más allá del endurecimiento y del sufrimiento y … fuera del tiempo.

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