viernes, 25 de diciembre de 2009

Abrir la mano del pensamiento. Kosho Uchiyama

Kosho Uchiyama (内山 興正, 1912—1998), discípulo de Kodo Sawaki (沢木興道,1880-1965), y sucesor suyo como abad de Antaiji, instauró no solamente las celebres “sesshin sin juguetes”, sino también un estilo de práctica centrado en la vida cotidiana exenta de “juguetes”. Es la suya una invitación a una práctica despojada de todo provecho egoísta, sin expectativas, sin búsqueda de ganancia, sin falsos apoyos, incluso, como promulgaba Kodo Sawaki, sin satori,  apoyada tan solo en el “si mismo que es el todo”.

De Kosho Uchiyama ha aparecido recientemente traducido al castellano el libro “Abrir la mano del pensamiento” (ver referencia aquí). Traducido por Densho Quintero, discípulo de Soaku Okumura, el cual fue a su vez discípulo directo de Kosho Uchiyama. Tengo la alegría de ofreceros aquí un breve fragmento, extraído del capítulo “La práctica es de por vida”, de este esclarecedor e imprescindible libro.


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La práctica es de por vida
Kosho Uchiyama
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Es fundamental discernir qué es lo que nos motiva a practicar zazén. De acuerdo con mi experiencia, resulta que muchas personas que empiezan a practicar zazén en lo primero que piensan es en la iluminación o el el satori. Se les mete en la cabeza que deben alcanzar la iluminación y se sientan con este único objetivo. Pero están equivocados, ya que sentarse con la idea de que se va a alcanzar la iluminación es ridículo. Esto no es muy diferente al modo que en que se observa todo desde la perspectiva judeocristiana: en estas tradiciones sólo Dios es perfecto, mientras que su creación no, lo que quiere decir que no importa cuán grande llegue a ser un ser humano, porqué no será nada frente a Dios. Buscar alcanzar el satori es lo mismo. La realidad tal como es es perfecta. Es la iluminación misma. Pero nuestros pequeños seres son con absoluta certeza imperfectos. Pensar que las personas pueden hacerse grandes haciendo zazén o que uno puede obtener el satori es estar tristemente engañado por la propia ilusión Zazén es al budismo lo que la oración es a las tradiciones judeocristianas. Así como la oración es soltar nuestros pequeños lastimosos deseos y “pedir” para que se haga la voluntad de Dios, de igual forma zazén es abandonar nuestros juicio egoístas acerca de nosotros mismos (ya sean de superioridad o inferioridad) y confiar nuestra vida al poder de zazén personificado en el cuarto sello: todas las cosas son como son.

Cuando se oye hablar de seres humanos corrientes que han llegado a ser grandes hombres o que han alcanzado la iluminación, pueden estar seguros de no es de una práctica auténtica e iluminación de lo que están hablando. En el cristianismo no se habla de seres humanos alcanzando la grandeza. Cuando la gente empieza a hablar de cuán admirables son sus ministros o sacerdotes, Dios queda perdido entre esos elogios. Lo grande que pueda llegar a ser un ser humano no tiene importancia.

Sean cuales sean las circunstancias en que nos encontremos, siempre estamos viviendo en medio de la iluminación. Al vivir en función de abandonar todas nuestras ideas insignificantes, vivimos en medio de la iluminación. En cuanto abrimos la mano del pensamiento y soltamos nuestras ideas, comenzamos a ver que esto es así.

Siempre estamos viviendo la realidad de la vida. No obstante, tan pronto comenzamos a pensar y a calcular las cosas, de algún modo nos abstraemos de la realidad- Esto es, los seres humanos son capaces de pensar en cosas que no son reales. Por ello digo que darse cuenta de la dimensión de nuestra iluminación es ver que proporcionalmente no estamos en realidad muy iluminados. Debemos comprender esto con claridad: que aunque llegáramos a estar iluminados, nunca sería suficiente. Nuestra práctica empezará a madurar sólo cuando seamos conscientes de que, aunque vivimos en medio de la iluminación, lo poco que podamos comprender en la vida será apenas haber arañado la superficie. Si no podemos madurar al menos un poco, entonces no podemos decir en realidad que estamos practicando zazén. Nuestra práctica permanecerá incompleta y agria, Pero en última instancia no tiene que ver con poco o mucho. Debemos continuar la práctica tratando de vivir una verdadera vida lo mejor que podamos, sin preocuparnos por medir lo que hacemos. En un entorno así las rama de caqui dulce florecerá de manera natural.



Antaiji (en la actualidad) en otoño.

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