martes, 8 de diciembre de 2009

Práctica y realización no son dos. Ryotan Tokuda

Ryotan Tokuda nació en  Hokkaido, al norte de Japón, en 1938. Si bien comenzó su práctica en el seno de la escuela Rinzai, su encuentro con Kodo Sawaki (1880-1967) y con la obra de Dogen le llevó a la escuela soto. Tras realizar estudios de filosofía budista en la universidad de Komazawa,  es enviado en 1968 como misionero a Brasil, donde fundará en 1976 el primer monasterio zen de América Latina. Desde finales de la década de los años ochenta comienza a repartir su tiempo entre Brasil y Francia, donde fundará la asociación Maha Muni (“El gran silencio”) en París y el centro Eitai-ji en los Alpes de la Alta Provenza.

Éric Rommeluère, que siguió la enseñanza de Tokuda durante una década, hace la siguiente semblanza: “De joven tuvo una experiencia mística que trasformó su vida. Paseándose por el campo escuchó  sonar en la lejanía la campana de un templo. El sonido era tan puro que deseo aproximarse para escucharlo más cerca. Tomo un trozo de tierra que corría entre dos ríos. Pero cuando llegaba a la explanada del templo, la campana se había callado y el lugar parecía desierto. 
Algunos días más tarde decidió volver y esperar el momento en el que sonaría la campana. Al final del día un monje muy viejo llegó, ochenta o más años. Estaba acompañado por una niña que le guiaba de la mano, pues era ciego. La niña y el viejo siguieron caminando hasta el campanil en el que estaba suspendida la campana de bronce. Y cuando el monje dio el primer golpe Ryotan, que se llamaba entonces Kyuji Igarashi (su nombre civil), tuvo la sensación de que su cuerpo desaparecía bajo el efecto de la onda sonora, que ya no existía. Esta experiencia inicial resonó como una llamada. Abandono la armada, en la que se había enrolado, y se volvió hacia el zen, en el que ya profundizaba a través de sus lecturas. Practicó primero en la escuela Rinzai, antes de convertirse en bonzo Soto bajo el nombre religioso de Ryotan. Al final de los años sesenta, se instaló en Brasil. Allí vivió cerca de veinte años antes de dirigirse regularmente, e instalarse después, a Francia. Hoy a dejado de enseñar y reparte su tiempo entre Alemania y Japón.

Ryotan tiene el dulce aura de los humildes. Sensible a la palabra mística, le gusta cultivar el arte de la desaparición. Durante toda su vida ha buscado los ecos de su propia experiencia entre los místicos cristianos, el Maestro Eckhart en primer lugar. En la mayoría de sus lecciones Ryotan comenta indiferentemente a Dogen a través de una lectura de Eckhart o a Eckhart a través de una lectura de Dogen. “He descubierto algunos textos del Maestro Eckhart y tengo la impresión de leer puro zen, decía. Cuando se atraviesa la obra del Maestro Eckhart como una cadena vertical y la del Maestro Dogen como una trama horizontal, aparece una tela muy bella.”




Practica y realización no son dos
Ryotan Tokuda



El Maestro Eckhart dijo : "Dios no es más que « uno » y « uno » es indivisible, y aquel que toma otra cosa que « uno », es una parte y no « uno » : « Dios es uno » y aquel que busca y desea alguna cosa más que eso no es Dios, es una parte, sea reposo o conocimiento o cualquier cosa que sea distinta a la voluntad de Dios, es para sí mismo y no es nada." (Sermón Got hât die armen gemachet durch die rîchen, traducción al francés Jeanne Hancelet-Hustache).

El Maestro Eckhart dice claramente que Dios es "Uno". En el capítulo Bendôwa, del Shôbôgenzô, el Maestro Dôgen escribe que hacer una distinción entre la práctica y la realización no es el verdadero budismo. En el verdadero budismo práctica y realización no son más que una sola y la misma cosa.

Cuando estamos sentados en zazen estamos sentados en la pureza y la transparencia. En ese momento el despertar está completamente presente y somos, en ese instante, el despertar mismo. Es inútil buscar cualquier otra cosa distinta, se trate de un estado particular o de alguna cosa fuera de nosotros mismos.

Algunos comienzan a practicar con un fin, pero no encuentran paz en su práctica. No saben que el deseo que les mueve es la fuente de su malestar. No hacen mas que llenar un tonel sin fondo. El Maestro Dôgen dice que es muy raro encontrarse con alguien que esté sobre la vía. La mayoría de las personas dicen que no pueden alcanzarla o que no pueden encontrarla. Parecen peces que nadan en el océano y que reclaman a gritos agua.

No debemos practicar zazen como hombres ordinarios sino como budas. Podríamos ser libres, pero no lo somos pues intentamos encontrar provecho en esta práctica.

Si la práctica y el despertar están separados se les puede ver. Pero si no hacen sino uno, de suerte que la práctica es el despertar y que el despertar es la práctica, desde entonces ya no se les puede ver. Se puede cortar todo con un sable pero el sable no se puede cortar a sí mismo. Quisiéramos sentir, ver, tocar el despertar. Pero esto que nosotros sentimos, vemos, pensamos del despertar es ciertamente otra cosa. Si realmente hacemos la experiencia alcanzamos directamente la intuición. Todo sentimiento de separación cesa entonces y realizamos la unidad.

Si se tiene consciencia del despertar esta consciencia se convierte en fuente de enfermedades. Debemos olvidarlo, incluso si este despertar es exacto. A uno que había preguntado al Maestro Kôdô Sawaki si había alcanzado ya el despertar, este le respondió : "No he hecho nunca una tontería como esa". No hay que pararse nunca y continuar siempre zazen.

En el Bendôwa, El Maestro Dôgen ha escrito que la práctica y el despertar no tienen ni comienzo ni fin. Incluso cuando hablamos de práctica y despertar estos no son mas que una y la misma cosa. Es por esto que todos los budas y todos los patriarcas no han dejado de practicar. El Buda Shâkyamuni practicó en el bosque durante seis años y Bodhidharma en una gruta durante nueve años. Pero no practicaban con el fin de obtener el despertar. Muchos se sienten decepcionados cuando se les dice que la práctica y el despertar nunca tienen fin. Cuando no se ha comprendido este punto esencial es difícil practicar mucho tiempo el Zen.

El Maestro Eckhart dice también : "Mirad, en la medida en que él es uno y simple se aloja en ese uno, que llamo una ciudadela en el alma, y si no es así no puede puede entrar allí de ninguna manera; sólo así penetra y se halla en su interior. Ésa es la parte por la que el alma es igual a Dios y ninguna otra." (Sermón Intravit Iesus in quoddam castellum et mullier quaedam Martha nomine, excepit illum in domun suam, El fruto de la nada y otros escritos, Trad. Amador Vega Esquerra, Siruela, Madrid, 2001; el resto de la traducción es mío).

El Maestro Eckhart emplea la expresión "ciudadela". En el Zen utilizamos el símbolo del círculo. ¿Pero como entrar en el círculo vacío o en la ciudadela? Tenemos que olvidarnos de nosotros mismos y sobrepasarnos. se podría creer que hay alguna cosa añadida fuera de nosotros, pero el Maestro Eckhart dice claramente : "la ciudadela en el alma". A esta ciudadela en el alma ningún camino, ninguna vía, ninguna puerta nos lleva. No se puede acceder allí sino por lo Uno y lo Puro.

Nosotros nos preguntamos : "¿Porqué sentarse simplemente? ¿En virtud de qué? Pero sentarse así no tiene causa. Simplemente sentarse exactamente quiere decir simplemente sentarse. En tanto que tenemos todavía necesidad de una causa o de un fin no sabemos encontrar la paz en zazen. Buscamos alguna cosa más, alguna cosa que se encontraría "detrás" de zazen y, de golpe, hemos perdido el Uno. Es únicamente cuando no tenemos necesidad de causa que encontramos la paz.

No hay que creer que dos se juntan en la unión y, por ese hecho, se convierten en uno. El Uno es uno y no ha estado nunca dividido. Esto es la experiencia de zazen. Esta práctica nos da la postura de un buda, la respiración de un buda y el espíritu de un buda.

En el capítulo Kaiin zammai ("el samâdhi del sello del océano") del Shôbôgenzô el Maestro Dôgen escribe que todos los ríos se vierten en el océano. Todos los ríos, por diferentes que sean, se convierten en uno. Dice también que cuando la olas del océano son levantadas por el viento mueren sobre la orilla. Desde este punto de vista vemos olas que nacen y mueren, vemos un antes y un después. Y sin embargo en el samâdhi no vemos solo las olas, vemos también el agua del océano. Se dice que las olas son agua y que el agua no está separada de las olas. Si contemplamos el océano mirando el agua no hay entonces aparición ni desaparición y el océano no disminuye ni aumenta. He aquí el samâdhi del océano. Practicar zazen es alcanzar y conservar este samâdhi.

1 comentario :

  1. Je te souhaite des fêtes de fin d'année dans la joie partagée

    frédéric ☻

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