Alguien que haya visto mi último post del año pasado, podrá haberse preguntado que tenía que ver un video de danza con la compasión. El sentido de la ética en el budismo zen es, en buena medida, distinto al que se le da en el cristianismo, que es la base religiosa que está en los fundamentos de la cultura adquirida por la mayoría de nosotros occidentales. La ética cristiana se basa en gran parte en la noción de sacrificio (de si respecto a un otro – los semejantes o Dios), estando por lo tanto implícita de entrada en la misma un abordaje de carácter dualista; mientras que el planteamiento budista es de carácter no dualista, estando las demás existencias incluidas en la realidad de vida de uno mismo. Por lo tanto la renuncia al propio apego , entendido como la fijación ciega a nuestros deseos egoístas, no se hace para ser “mejores” (merecedores de un premio por dicho “sacrificio”) sino, en definitiva, por nuestro propio bien, por que estos nos alienan de lo que realmente somos en cada momento proyectandonos en un mundo ilusorio. En el budismo zen más que tratar de realizar un esfuerzo contra si mismo se trata de abrir el si mismo a la naturaleza de la propia vida, que no es otra que la vida universal.
He traducido el texto de una entrada del blog de Michel Proulx, que nos habla sobre esta cuestión y que me sirvió de inspiración para colgar ese post de fin de año. Michel Proulx es heredero del dharma del maestro Gudo Nishijima, del cual ha traducido al francés el libro “Buscar al verdadero dragón” (el cual está igualmente disponible en español, traducido por Luis Díaz, otro sucesor de Nishijima) , sostiene una actitud crítica sobre algunas de las orientaciones institucionales que el zen ha adquirido en la actualidad en Japón y en Occidente y anima el grupo de meditación Un Zen Meridional en Montpellier (Francia).
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La Compasión
Michel Proulx
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Brad Warner colgó el otro día un artículo en su blog que hablaba de la compasión. Como cada vez que aborda este tema ha recordado ese kôan zen en el que el ancestro Ungo pregunta al ancestro Dogo: “¿Qué hace el bodhisattva Kannon (Avalokiteshvara) con todos sus brazos y todos sus ojos?. Respondiendo el otro: “Es como alguien que alarga su mano tras su cabeza en la noche para reajustar su almohada.”
Aquí se hace referencia a una de las representaciones de Avalokiteshvara “con mil brazos y mil ojos”, por que, en tanto que bodhisattva de la compasión, el ve todo y tiene brazos en todas partes para actuar para el beneficio de todos los seres.
Pues bien, Brad Warner nos ha dicho que la compasión es una forma de egoísmo. No la variedad corriente en la que se intenta coger todo si dejar nada a los demás, sino en un sentido en el que la palabra “compasión” no es un sinónimo de sacrificio.
Nisjijima roshi dice que el estado de equilibrio en zazen nos permite hacer, exactamente, lo que verdaderamente queremos. Imaginamos querer todo, sin miramiento hacia los demás, pero esto es falso. Estamos íntimamente unidos al nivel más profundo con todo y con todos con los que entramos en contacto. En este nivel lo que queremos para nosotros y para los otros es estrictamente igual.
Si se va a ver a un buen músico en un concierto se puede ver la verdadera compasión actuando. El buen músico no escribe canciones o música para sacrificarse por los otros. No lo hace para salvar a todos los seres, pero sin embargo es lo que realiza para sus fans. Para él esta acción es absolutamente natural, hace exactamente lo que quiere hacer como lo quiere hacer. En este sentido sus acciones son egoístas en sumo grado, incluso narcisistas. Y sin embargo, esta actividad en la que no se ocupa más que de si mismo, porque siente que es bueno para él, ayuda a los seres en número inconmensurable.
Es a este tipo de compasión a la que hace referencia el kôan entre Ungo y Dogo a propósito de la mano que se alarga para buscar la almohada en la noche. La verdadera compasión no tiene nada que ver con la idea de compasión.
Por otra parte Joshu Sasaki Roshi dice: “El Zen no es a la manera de los santos. Pero a veces es útil imitar su comportamiento.” Hay veces en que es muy difícil saber exactamente lo que se quiere. Entonces puede ser bueno imaginar lo que una persona compasiva ideal haría, y hacerlo. Pero cuando se hace hay que estar atento también a si se actúa de forma puramente egoísta, pues esto puede ser incluso más peligroso.
Si se encuentra una mariposa que se esfuerza en salir de su capullo, podríamos imaginarnos que ayudarla sería lo que que hay que hacer. Pero si se hace esto, se la condena; este esfuerzo para salir de su capullo es necesario par reforzar sus alas. Sin ello no podría volar nunca. Ofrecer ayuda de forma no apropiada puede ser extraordinariamente dañino. Es por otra parte un resorte cómico de numerosas películas de Pierre Richard … Se crean más problemas de los que se resuelve.
Existe eso que Chögyam Trungpa llama la compasión idiota. Desarrollando la compasión no hay que descuidar la sabiduría. Se debe comenzar por cuidarse de si mismo e intentar no ser una carga para los demás. Cuidándose a si mismo se beneficia a los otros y se puede uno convertir en un buen ejemplo de lo que es una vida constructiva y alegre.
Se trata, una vez más, de equilibrio. Algunas personas son egoístas hasta el punto de dañar a los demás. Otras son tan generosas que se hacen daño a si mismas.
Los investigadores de la psicología positiva (una psicología que pone el acento sobre una salud mental óptima más que sobre la enfermedad mental) han descubierto que las emociones positivas, como la compasión, suscitan una expansión del espíritu, generan creatividad y permiten pensar en términos de nosotros antes que en términos de yo. Pero también que intentar forzar estas emociones puede llevar a una forma de “insinceridad tóxica.” Aquellos que han visto esto en acción saben de lo que hablamos.
Conozco una chica que quiere ayudar a lo otros de tal forma que se mete en la m... por ayudar a los demás. Y demanda ayuda sin reflexionar si no va a molestar. ¡He aquí una receta de malestar muy eficaz!
Esta mano que se alarga en la noche para atrapar la almohada y volverla a poner en su sitio es la forma verdadera de compasión: una acción real en el momento en que es necesaria. Si no se piensa primero en ello, estamos desfasados. Si se piensa después, estamos desfasados. No se puede pensar en ello mientras, pues el momento de la acción no es el momento de la reflexión.
exelente entrada sobre la compasión, los limites entre el individuo y el todo se empiezan a desdibujar cuando uno es compasivo pero nunca hay que olvidar la integridad propia
ResponderEliminarEstoy bastante sorprendido. Habi'a del todo olvidado haber escrito este...
ResponderEliminarGracias por tu visita Michel, suelo leerte, a menudo y con interes, en "Zen et nous". Espero que estés bien.
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