En un reciente post Éric Rommeluère, en su blog J'ai deux kôan à vous dire, responde a una pregunta que le es formulada en relación a la presentación realizada por Gudô Nishijima sobre las conocidas como cuatro nobles verdades , formuladas por Buda durante el sermón de Benares. Ofrecemos aquí la traducción de este post como introducción a la conferencia en la que trata sobre este tema Gudô Nishijima y que espero poder presentaros en los próximos días.
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Las cuatro verdades
Éric Rommeluère
P. Se pregunta sobre la presentación, original cuanto menos, que Gudô Nishijima hace de las cuatro nobles verdades, el centro de las enseñanzas del Buda en la escuela Theravâda:
Primera verdad: Todos los fenómenos condicionados son dolorosos.
Segunda verdad: Hay un origen del dolor, la sed del devenir.
Tercera verdad: Hay un cesación del dolor, el nirvana.
Cuarta verdad: Hay un camino hacia la ausencia de dolor, el óctuple sendero.
Para Gudô, en el famoso sermón de Benarés, donde expone sus cuatro verdades, el Buda no habría dado estas explicaciones tradicionales. En realidad habría evocado tres filosofía, a saber: el idealismo, el materialismo, el realismo, y su superación por la acción.
Para comprender esta reinterpretación de las cuatro nobles verdades conviene resituarla en su contexto. En la tradición zen china y japonesa no se ha hecho nunca la menor alusión a las cuatro nobles verdades. Dôgen es, según mi conocimiento, el único autor que las menciona; una única vez y justamente para recomendar no estudiarlas. La tradición zen, igual que todas las tradiciones extremo-orientales, consideran en efecto que las enseñanzas de las primeras escuelas indias dependen del Pequeño Vehículo. Estas tradiciones afirman y oponen un samsara, el dominio de los renacimientos donde los seres están movidos por la sed de devenir, y el nirvana, el final de todo renacimiento. El camino consiste en en liberarse de los renacimientos. Las cuatro nobles verdades articulan de una forma simple y precisa esta perspectiva. A la inversa, el Gran Vehículo no propone extinguirse en el nirvana sino realizar la bodhi, una experiencia liberadora que hará ver la irrealidad tanto del samsara como del nirvana. Los proyectos se oponen completamente. Para las tradiciones extremo-orientales las enseñanzas del Pequeño Vehículo representan simplemente una palabra provisional del Buda, una palabra que se dirigía a aquellos que no podían entender la enseñanza última del Gran Vehículo.
A finales del siglo XIX y comienzos del XX los japoneses descubrieron las investigaciones universitarias que estaban siendo desarrolladas en Occidente. Estos estudios histórico-críticos valoraban e incluso sobrevaloraban las enseñanzas conservadas en el canon pâli de la escuela Theravâda, que consideraban como las únicas autenticas y fieles a la palabra de Buda. Para estos universitarios los desarrollos indo-himalayos (el tantrismo) o extremo-orientales (principalmente el zen) no eran sino aberraciones y desviaciones del mensaje original de Buda. Las respuestas de los investigadores y de los monjes japoneses fueron variadas puesto que tenían que integrar las enseñanzas de las escuelas antiguas, no ya como formas narrativas, sino como formas históricas de las que podía volverse a dibujar su génesis de otro modo.
Evidentemente en una perspectiva zen las cuatro nobles verdades no tienen mucho sentido. La cuestión de los renacimientos no está planteada nunca. El único fin de la práctica es el despertar y no la cesación de los renacimientos. Podría bastar con la forma tradicional de no evocarlos. Por ejemplo, nunca he oído ni a Taisen Deshimaru ni a Ryôtan Tokuda mencionarlos ni una sola vez. Yo mismo no hablo nuca de ellos. Gûdo a escogido, por su parte, integrarlos. La omnipotencia de las cuatro nobles verdades en las presentaciones modernas y la crítica del budismo japones a comienzos del siglo XX sin duda ha debido pesar. En uno de sus sermones, explica así su muy temprana indecisión, que le ha llevado a reinterpretarlas:
“Cuando era adolescente, leí las cuatro nobles verdades en las obras budistas, pero no podía comprender en modo alguno a lo que aludían. Estas cuatro verdades, de las cuales se decía que estaban en el centro mismo del Budismo, se habían convertido para mi en un obstáculo, en un estorbo en mis esfuerzos por estudiar el budismo. Si se miran las escrituras antiguas, por ejemplo el Canon Pâli de la escuela Theravada, se encontrará la explicación tradicional sobre su significado. Estas dicen que la verdad del sufrimiento significa que todas las cosas y todos los acontecimientos en este mundo son sufrimiento; que la verdad de los agregados significa que todo sufrimiento deriva del deseo humano; que la verdad de la dependencia significa que tenemos que destruir nuestros deseos; y que la verdad de la vía correcta significa que, habiendo destruido nuestros , podemos encontrar el camino correcto.
Primera verdad: Todos los fenómenos condicionados son dolorosos.
Segunda verdad: Hay un origen del dolor, la sed del devenir.
Tercera verdad: Hay un cesación del dolor, el nirvana.
Cuarta verdad: Hay un camino hacia la ausencia de dolor, el óctuple sendero.
Para Gudô, en el famoso sermón de Benarés, donde expone sus cuatro verdades, el Buda no habría dado estas explicaciones tradicionales. En realidad habría evocado tres filosofía, a saber: el idealismo, el materialismo, el realismo, y su superación por la acción.
Para comprender esta reinterpretación de las cuatro nobles verdades conviene resituarla en su contexto. En la tradición zen china y japonesa no se ha hecho nunca la menor alusión a las cuatro nobles verdades. Dôgen es, según mi conocimiento, el único autor que las menciona; una única vez y justamente para recomendar no estudiarlas. La tradición zen, igual que todas las tradiciones extremo-orientales, consideran en efecto que las enseñanzas de las primeras escuelas indias dependen del Pequeño Vehículo. Estas tradiciones afirman y oponen un samsara, el dominio de los renacimientos donde los seres están movidos por la sed de devenir, y el nirvana, el final de todo renacimiento. El camino consiste en en liberarse de los renacimientos. Las cuatro nobles verdades articulan de una forma simple y precisa esta perspectiva. A la inversa, el Gran Vehículo no propone extinguirse en el nirvana sino realizar la bodhi, una experiencia liberadora que hará ver la irrealidad tanto del samsara como del nirvana. Los proyectos se oponen completamente. Para las tradiciones extremo-orientales las enseñanzas del Pequeño Vehículo representan simplemente una palabra provisional del Buda, una palabra que se dirigía a aquellos que no podían entender la enseñanza última del Gran Vehículo.
A finales del siglo XIX y comienzos del XX los japoneses descubrieron las investigaciones universitarias que estaban siendo desarrolladas en Occidente. Estos estudios histórico-críticos valoraban e incluso sobrevaloraban las enseñanzas conservadas en el canon pâli de la escuela Theravâda, que consideraban como las únicas autenticas y fieles a la palabra de Buda. Para estos universitarios los desarrollos indo-himalayos (el tantrismo) o extremo-orientales (principalmente el zen) no eran sino aberraciones y desviaciones del mensaje original de Buda. Las respuestas de los investigadores y de los monjes japoneses fueron variadas puesto que tenían que integrar las enseñanzas de las escuelas antiguas, no ya como formas narrativas, sino como formas históricas de las que podía volverse a dibujar su génesis de otro modo.
Evidentemente en una perspectiva zen las cuatro nobles verdades no tienen mucho sentido. La cuestión de los renacimientos no está planteada nunca. El único fin de la práctica es el despertar y no la cesación de los renacimientos. Podría bastar con la forma tradicional de no evocarlos. Por ejemplo, nunca he oído ni a Taisen Deshimaru ni a Ryôtan Tokuda mencionarlos ni una sola vez. Yo mismo no hablo nuca de ellos. Gûdo a escogido, por su parte, integrarlos. La omnipotencia de las cuatro nobles verdades en las presentaciones modernas y la crítica del budismo japones a comienzos del siglo XX sin duda ha debido pesar. En uno de sus sermones, explica así su muy temprana indecisión, que le ha llevado a reinterpretarlas:
“Cuando era adolescente, leí las cuatro nobles verdades en las obras budistas, pero no podía comprender en modo alguno a lo que aludían. Estas cuatro verdades, de las cuales se decía que estaban en el centro mismo del Budismo, se habían convertido para mi en un obstáculo, en un estorbo en mis esfuerzos por estudiar el budismo. Si se miran las escrituras antiguas, por ejemplo el Canon Pâli de la escuela Theravada, se encontrará la explicación tradicional sobre su significado. Estas dicen que la verdad del sufrimiento significa que todas las cosas y todos los acontecimientos en este mundo son sufrimiento; que la verdad de los agregados significa que todo sufrimiento deriva del deseo humano; que la verdad de la dependencia significa que tenemos que destruir nuestros deseos; y que la verdad de la vía correcta significa que, habiendo destruido nuestros , podemos encontrar el camino correcto.
Pero a estas explicaciones no no les encontraba un verdadero sentido, a pesar de mis esfuerzos. Si todas las cosas y acontecimientos en este mundo eran sufrimiento, entonces el budismo no era mejor que cualquier religión dogmática y pesimista. Si todo el sufrimiento derivaba del deseo humano, entonces el Budismo no podía ser sino una forma de ascetismo. Si destruir todos nuestros deseos era una idea budista, entonces el Budismo sería una religión que proponía lo imposible, pues es absolutamente imposible destruir nuestros deseos. El deseo es el fundamento de nuestra existencia humana.
Además la verdad de la vía correcta era explicada por otra parte bajo la forma del noble óctuple sendero: visión adecuada, pensamiento adecuado, palabra adecuada, comportamiento adecuado, medios de existencia adecuados, esfuerzo adecuado, estado físico adecuado y estado de espíritu adecuado. Pero no lograba encontrar relación entre esta cuarta verdad y las tres anteriores."
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