domingo, 27 de junio de 2010

Efímera seta. Kôdô Sawaki

La práctica de zazen no es otra cosa que sentarnos en el estado mas allá de la discriminaciones, de las preferencias y de los rechazos, de las expectativas. No rechazamos las ilusiones, tampoco buscamos el satori. Simplemente volvemos una y otra vez a la postura adecuada. Esta práctica no se limita a aquellos momentos en los que estamos sentados, con las piernas cruzadas, abandonados a la quietud y al silencio, sino que se extiende a toda nuestra vida.

Toda nuestra vida quiere decir “toda nuestra vida”, no tan solo aquellos momentos en que practicamos formalmente zazen, o participamos en un retiro, o realizamos actividades que nos parecen propicias y apropiadas desde un punto de vista “espiritual” y “elevado”. Incluye todos los momentos de nuestra existencia, también los mundanos, las actividades difíciles o aquellas que preferiríamos no hacer, aquellos momentos, por tanto, que habitualmente etiquetaríamos como  ilusorios y alejados de aquello que hemos forjado y etiquetado en nuestras cabezas como “espiritual” y “elevado”.

¿Pero cómo practicar zazen cuando no tenemos el auxilio de la postura, el lugar apropiado, el silencio, los amigos que practican con nosotros y nos estimulan?

Si, mientras practicamos formalmente zazen, nos limitamos a estar simplemente presentes y volver a la postura exacta; de la misma forma, en nuestra vida cotidiana, en el mundo del movimiento, de las palabras, de los otros, de lo confuso y de lo ilusorio, nos limitamos a volver una y otra vez al estado de presencia, sin discriminar nada, agradable ni desagradable, y a tomar la decisión justa, momento tras momento, sin preocuparnos antes de nuestras preferencias, ni despues de sus resultados. Simplemente nos esforzamos a cada instante en volver a la presencia en el movimiento incesante de nuestra vida real, y nos esforzamos, momento tras momento en tomar la decisión adecuada con nuestro cuerpo y con nuestra mente. Paradójicamente “abandonar nuestro cuerpo y espíritu”,  a lo que incesantemente nos anima Dôgen, quiere decir confiar instante tras instante en nuestro cuerpo efímero y nuestro espíritu ilusorio, mas allá de las preferencias forjadas por ese mismo espíritu ilusorio y de las limitaciones de nuestro cuerpo efímero; esta es la paradoja de lo inconcevible que nos propone el budismo Mahayana. Confiar en otra cosa que en nuestra vida real, aquí y ahora, ilusoria o despierta, es, como nos recuerda Kôdô Sawaki en el texto de hoy, con su siempre directa y contundente forma de expresarse, perderse en el sueño.

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Efímera seta
Kôdô Sawaki

En el sueño se distinguen claramente los seis destinos,
tras el despertar todo es vacío, incluso ya no hay universo.
(Shôdôka. Yôka Daishi)

Se conceptualiza el Buda y se imagina que convertirse en buda [es decir, para Kodo Sawaki, practicar zazen] y tener el satori son dos cosas distintas. Los novicios no comprenden y se sorprenden: “¡Desde el instante en que me siento en zazen, llegan las pasiones!” Esta observación está justificada, a condición de que se haya hecho ya experiencia de zazen. Si las pasiones llegan durante zazen, bueno, dejadlas llegar. Cualquiera que sea su número, nuestra intención no es ahuyentarlas. Es por la práctica de zazen que se nos hace evidente que todas las cosas son iguales, zazen de la misma forma que los fenómenos.

Cuando zazen no abre a la trasparencia de nosotros mismos, todas las cosas, satori, enseñanza de Buda e incluso zazen se convierte en el pellejo de la mentira. Esto es lo que significa esta frase: En el sueño, se distinguen claramente los seis destinos. Los seis caminos o destinos son las condiciones de existencia de la rueda de la vida: el estado infernal, de la avidez, animal, colérico, humano y celeste.

Dôgen ha escrito en un poema: “Hombre estúpido, pisoteas por seis caminos en lugar de de ir directamente a la meta” ¿Cómo se puede dar vueltas en redondo en los seis caminos todos los días de la vida sin pararse nunca? Es incomprensible. La verdad es que un hombre no es nada en absoluto. Considerada desde una perspectiva biológica, la existencia de un hombre es tan efímera como la de una seta. Cada cual se compara con su vecino, uno es alto funcionario, el otro es rico, cada cual gradúa la escala de valores a su gusto y, sin embargo, todo esto no son más que naderías. ¡Un soplido y todo vuela! ¡Setas de una noche! Vayamos más lejos, decimos que todo pertenece al mundo de los sueños. Incluso la verdad no existe y los conceptos que forma nuestro espíritu son también del dominio de los sueños. En un texto budista antiguo, esta dicho: “Realizar que el bien y el mal son exactamente sueños es trascender  de forma inmediata la ley de causalidad y realizar la esencia de la nada.” Consecuentemente los conceptos que la vida humana hace nacer en nosotros cada día son sueños. Lo que amo hoy, lo detestaré mañana. Cualquiera que sea este amor, no es eterno, pronto llega la dejadez. La vida es un sueño, una burbuja en el agua, un relámpago. Los seis destinos pertenecen al mundo del sueño, y si se pregunta si aparecerán después del despertar, la respuesta es no:  Tras el despertar, todo es vacío, incluso ya no hay universo.

Takuan Osho, a punto de morir, escribió un poema sobre el sueño a petición de uno de sus discípulos, que le rogaba que dijese sus palabras testamentarias. Respondió: “Yo no las tengo - ¿Cómo, no tenéis nada... nada que decir?” Pronunció entonces una sola palabra: “Un sueño”, y expiró. He aquí el poema Takuan, la caligrafía está conservada, la caligrafía es conservada en Tôkai-ji en Shinagawa:

«Cien años, treinta y seis mil días
¿Miroku y Kannon son buenos? (1) ¿Son malos?
Miroku es un sueño, Kannon también es un sueño
el bien es un sueño, el mal es también un sueño
El Buda ha dicho: “Las cosas son exactamente así”»

Así es como las vemos, también nosotros . Cien años, treinta y seis mil días... ¡No se puede decir que sobresaliera manejando las cifras sobre su ábaco!

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(1) Miroku, en japonés, Maitreya en sanscrito (El buda futuro). Kannon, en japonés, Avalokitehvara, en sánscrito (El bhodhisatva de la compasión)

(Fragmento traducido del libro con los comentarios de Kôdô Sawaki al Shôdôka de Yôka Daishi “Le Chant de l'Éveil. Le Shôdôka commenté par un maître zen. Ed. Albin Michel. Paris 1999)

1 comentario :

  1. Lo que amo hoy, lo detestaré mañana. Cualquiera que sea este amor, no es eterno, pronto llega la dejadez. La vida es un sueño, una burbuja en el agua, un relámpago. Los seis destinos pertenecen al mundo del sueño, y si se pregunta si aparecerán después del despertar, la respuesta es no: Tras el despertar, todo es vacío, incluso ya no hay universo.

    Este fragmento me recordó a un poema de Jaime Sabines:

    Igual que la noche de la embriaguez,
    igual fue la vida.
    ¿Qué hice?, ¿qué tengo entre las manos?
    Sólo desear, desear, desear,
    ir detrás de los sueños
    igual que un perro ciego ladrándole a los ruidos.


    Ay, qué haríamos sin este blog!


    Sigue bien, R.

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