viernes, 11 de junio de 2010

La Vía del pájaro. Éric Rommeluère

En este poético fragmento de su último libro "Los budas nacen en el fuego" (inédito en español) Éric Rommeluère nos habla del recorrido y de la actitud interior de los hombres del zen. Os anímo a disfrutar y meditar cada una de sus bellas palabras.

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La vía del pájaro
Éric Rommeluère






Un monje preguntó al maestro Dongshan Liangjie: “Usted nos dice siempre que sigamos la vía del pájaro. No comprendo, ¿qué es la vía del pájaro?” El maestro dijo: “No encontrar a nadie.” “¿Cómo seguirla?” El maestro dijo: “Tan solo te hace falta ir sin sandalias en los pies.”

Recopilación de la transmisión de la lámpara en la era Jingdei



Aguzada la inteligencia los hombres del zen no se contentan con teorías prefabricadas, solo les importa sentirlas. En sus recomendaciones subrayan a menudo que el estudio de los textos y la práctica meditativa deben reforzarse mutuamente. Una misma palabra, xue en chino, traducida indiferentemente por “práctica” o “estudio” según qué traductores, recubre el doble aspecto del camino. La tradición confuciana ha dado carta de nobleza a este término en El Gran Estudio, uno de los clásicos chinos, consagrado a la educación de si mismo. La obra comienza por esta frase de Confucio: “La vía del gran estudio consiste en mostrar la gran virtud, querer a los hombres y establecerse en el bien supremo.” “El gran estudio” no está nunca distanciado, sino comprometido, pues favorece la trasformación y la elevación de si mismo. Su verdadero objeto es uno mismo. Igualmente el estudio de los textos zen, así como la práctica de la meditación, no tienen sentido – fuerza para ser más exacto – más que si son directamente capaces de suscitar una trasformación interior. Hacer la experiencia del despojamiento, de la desnudez. El zen no es una vía de acumulación (de conocimiento, de suficiencia). No se trata de saber más, de meditar más, sino de que el estudio y la meditación nos provoquen realmente. Según la expresión zen estudiar consiste en “acabar con todas las partículas de suciedad para extraer de ahí los sûtra”, jin o yabutte kyô o dasu. Las lecciones más fuertes se crean en la materia misma de la vida. La práctica del zen nos responsabiliza a deshacernos de nuestros miedos para afrontar el gran estudio.

La tarea está lejos de ser fácil. Pues es necesario pasar, a pesar de todo, por un periodo de acumulación, aprender qué es o qué no es el zen y, más allá de los rudimentos del budismo, profundizarlo, conocerlo, experimentar todas las técnicas de meditación, eventualmente meditar sobre kôan, etc. Nadie podrá obviarlo. Se podría confundir un aprendizaje como ese con la vía del zen pues es realmente lo que es más visible en ella. En un momento dado el aprendizaje alcanza una cima: entonces todo se convierte en muy zen. Es toda la vida la que se colorea, se embebe por el zen. Pero una vez pasada la cima, el movimiento se invierte hasta olvidarlo todo. La práctica se convierte en no-práctica. Retrospectivamente se observa el pasado con aspecto divertido. Se hacía zen como un niño que sostiene firmemente sus juguetes. Éramos muy serios. Este doble movimiento de subida y después bajada es por supuesto necesario, pues no se puede generalmente abordar lo invisible directamente.

Practicar secretamente, permanecer en lo invisible y vivir lo ordinario; no existe otra definición para decir la verdad del zen. Muchas fórmulas y metáforas chinas evocan este ejercicio de la transparencia. Se habla de ocultar las huellas o de convertirse en un idiota. El maestro Dongshan (ss. IX) habla de tomar “la vía del pájaro”, chôdô. El pájaro vuela en el cielo. A veces desaparece, a veces aparece ante nuestra mirada, pero no deja nunca huellas en el inmaculado cielo azul. Existen diferentes maneras de vivir y de proclamar lo invisible - según los tiempos, el humor, el carácter propio de cada uno. Dôgen informa que Rujing, su maestro chino, rechazó el hábito violeta y el título oficial de “maestro de meditación”,  que el emperador Ning le había concedido y que debían afirmar su estatus de abad de uno de los más grandes monasterios de la época. Declinó la oferta por carta y recibió simplemente como respuesta té del emperador. Rujing prefirió la ropa negra de los simples monjes y cultivar lo ordinario. Sin preocuparse de los títulos o del renombre (Dôgen, La Práctica mantenida).

1 comentario :

  1. Hermosa traducción, amigo Roberto, como siempre. El fragmento de Dongshan Liangjie es maravilloso e inspirador: quizás sea esa metáfora de la vía del pájaro una de las que más cosas me dicen. Por no hablar de las palabras de Éric. Comencé la lectura del libro de Uchiyama: hay trozos en los que recuerda a Heidegger, en otros al Wittgenstein del "Tractatus".

    Sigue bien.

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