Algunas personas han escrito en mi blog comparándome con uno u otro maestro y diciendo que esos tipos son mucho mejores porque alientan a sus seguidores a ayudar a los otros. Un lector me dio un consejo, "aprenda a vivir para los demás". Es un buen Consejo, seguro, ¿pero qué significa exactamente?
Una de las quejas presentadas a menudo contra el Zen es que es una filosofía egoísta y práctica. Los maestros espirituales de otras escuelas siempre hablan de cómo deberíamos dar a los otros, ayudar a los necesitados, echar una mano a nuestros hermanos y así sucesivamente. Pero cuando se echa un vistazo a la literatura Zen no hay mucho de eso. Bueno, Dogen Zenji habla algo de compasión y a veces se escucha el Metta Sutra, las palabras de Buda sobre la amabilidad, cantadas en los templos Zen de América. Aunque en otros lugares del mundo este canto está más asociado con la escuela Theravada que con el Zen.
El Zen, por otra parte, tiende a parecer egocéntrico. En vez de escucharse muchas cosas acerca de cómo deberíamos estar al servicio de los demás, los textos estándar canónicos del Zen parecen centrarse en lo que tenemos que hacer para mejorar nuestra propia situación y estado de ánimo. A veces hacen referencia a ayudar a los demás y salvar a todos los seres. Pero estas referencias son casi siempre un poco abstractas. Dicen que tenemos que ayudar a los demás, pero no entran demasiado profundamente en cómo podría hacerse esto. Este enfoque en sí mismo es irónico, considerando que el Zen es retratado a menudo como una práctica encaminada a erradicar el sí mismo.
¿Nunca has mirado distraídamente hacia arriba cuando estás en un avión haciendo caso omiso de las instrucciones de seguridad de los asistentes de vuelo? Cuando dicen cómo utilizar las mascarillas de oxígeno, dicen que se debe asegurar la propia mascarilla antes de ayudar a los demás. Hay una buena razón para ello. Si el avión está perdiendo oxígeno vas a estar demasiado aturdido para dar servicio a nadie hasta que primero arregles tus propios asuntos. Así sucede también en la vida.
Suena realmente dulce cuando alguien te dice que deberías servir desinteresadamente a aquellos menos afortunados que tú. Es una idea muy atractiva y hermosa. No hay mejor forma para parecer realmente santo que preconizar el altruísmo. Los líderes religiosos han sabido durante siglos que la mejor manera de cultivar fieles seguidores que te llenen después con gratitud la bandeja de la colecta es difundir la palabra de que una persona verdaderamente santa da a otros hasta que le duele.
Siempre es reconfortante saber que el origen de los problemas del mundo está ahí fuera, en otras personas, en nuestro entorno y en las circunstancias y no en nosotros mismos. Gran parte de lo que pasa por la religión en estos días tiene como supuesto básico no declarado y como punto de partida que nosotros mismos estamos bien. Son esas otras personas las que hay que arreglar, no nosotros. Es doloroso cuando es cuestionada esta suposición. Lo entiendo porque fue doloroso para mí cuando tropecé por primera vez con los aspectos supuestamente egoístas del Zen.
El problema subyacente es el mismo que el problema de las mascarillas de oxígeno de emergencia a bordo de los aviones. En nuestra condición habitual estamos demasiado ofuscados para ser de mucha ayuda a nadie. Cuando nuestra propia condición está toda en desorden nuestros intentos de ser útiles son más propensos a empeorar las cosas que a mejorarlas.
Esto no quiere decir que no deberíamos hacer nada cuando veamos que alguien esté en problemas. Siempre debemos de actuar desde el estado en el que estamos en ese momento. Es nuestro deber hacer lo mejor posible con lo que tenemos.
Una de las mayores y más útiles lecciones que he aprendido de la práctica Zen es como no ayudar. Los maestros zen a menudo son vistos como fríos. Muchas veces en esta práctica cuando acudes a tu maestro en momentos de angustia, en lugar de ser recibido con cálidos abrazos y tranquilizadoras palabras te da la espalda. Te dice que te ocupes del problema tu mismo.
Esto parece mezquino, despiadado, incluso cruel.
Pero como ya señalaron Shakespeare y Nick Lowe, a veces se necesita ser cruel para ser bueno (en la justa medida). El mejor modo de ser realmente útil a menudo es dejar estar a las cosas. Solía encontrarme esto todo el tiempo cuando trabajé para Tsuburaya Productions. A menudo fue mejor permitir a un mal esquema fallar y luego solucionarlo. Saltar a la palestra y tratar de arreglar las cosas antes de que se estropeen con frecuencia fue la peor idea. Por que entonces seguía pasando lo mismo, una y otra vez. La gente aprende mejor de sus propios errores y no aprende nada si les arreglas las cosas.
Esto no siempre es fácil. Queremos ayudar. Nuestra propia imagen esta ligada a ser una persona buena, y una buena persona es una persona útil. Daña nuestro ego cuando tenemos que dejar ser a las cosas en lugar de apresurarnos a solucionarlas. A veces lo más difícil que puedes hacer es no ser servicial. Molesta. Se te etiqueta como una mala persona. Quieren a Superman a toda prisa y que arregle las cosas el día después de que las han estropeado.
Por otro lado es importante estar al servicio, "aprender a vivir para los demás". No somos objetos independientes. Somos parte de una red íntimamente conectada de seres sensibles y no sensibles que se extiende por todos los caminos hasta el fin del universo. Nunca vivimos realmente sólo para nosotros mismos, incluso cuando intentamos hacerlo así. intentar vivir para sí mismo sólo provoca dolor. No sólo a los demás, sino también a nosotros.
El problema no es si nosotros “deberíamos” vivir para los otros o no. El problema es “cómo” debemos vivir para los demás. Si nuestros esfuerzos para ayudar terminan por hacer más mal que bien, entonces realmente no vivimos más para los demás que vive el bellaco más egoísta para sí mismo. Sólo estamos alimentando nuestros propios egos, estableciendo una clara y aun más rígida auto imagen como buena persona.
Es importante descubrir cómo ayudar verdaderamente. Y a veces eso significa no ayudar.
Brad Warner, 2011 / Para SuicideGirlsBlog
Este artículo de Brad Warner bien podría unirse al tríptico que le precede (si obviamos la entrada anterior del artículo de Rommeluere) sobre la acción comprometida.
ResponderEliminarAunque no es sorprendente, por lo habitual, no deja de llamar la atención que se vea al capitalismo como culpable de todos los males de este mundo (Loy, Knabb) cuando una cuidada y estudiada mirada a la evolución de la humanidad, se puede concluir que nunca ha habido menos pobreza que en el mundo de hoy ni ha sentido menos el hombre los problemas derivados de la escasez de alimentos o de malas condiciones de vida. Incluso en aquellos países que tradicionalmente han sido pobres, avanzan por ese camino, por el del capitalismo, dejando atrás las penurias materiales que conlleva ser países subdesarrollados o en vías de desarrollo.
Como no estamos en un blog de divulgación económica, creo que el punto importante no consiste en extenderse sobre cómo funciona el capitalismo, sino hasta que punto son atribuibles "tales males" al capitalismo o bien debemos mirar hacia otro lugar para hallar el origen.
Nunca he visto, en las pocas lecturas que he podido hacer sobre budismo, ningún rechazo por parte de ningún autor sobre el desarrollo tecnológico ni sobre el progreso, claro que sí sobre el abuso o usos inadecuados, pero nunca he leído un rechazo general, nada que pudiera parecerse a una "vuelta a las cavernas", ni una intromisión en la libertad de la organización social occidental.
Aunque el asunto es complejo, por no aburrir y por las dimensiones del comentario, me atrevería a apuntar a un error de diagnóstico como aproximación a un origen del problema. Esos males de conducta que se señalan en las entradas precedentes no son un fruto del capitalismo, sino de una falta de valores heredera de la Ilustración en la que el desarrollo científico ha acabado ocupando el centro, el núcleo en todos los ámbitos, desplazando y desfigurando lo trascendente, situando la rebeldía como máximo valor ético y un conocimiento sin armonía, desintegrado del resto de facetas humanas, hacen que, toda vez que en el origen del proceso civilizador en Occidente se parte de un desplazamiento en su núcleo hacia lo material.
A mi entender, el desafío que plantea la acción comprometida de un budista en Occidente empieza por afrontar libremente cómo actuar sin pretender "traer al mundo un mundo que no existe, sino quitarle peso al mundo" en palabras de Forzani y no caer en manidas formas de acción nacidas bien de la inercia, bien de la ignorancia, ante las que se podría presentar un "mejor modo de ser realmente útil a menudo es dejar las cosas como están" en palabras de Warner. Eso sí, sin olvidar que el desafío sige siendo "aprender a vivir para los demás". En nuestras manos está.