El Bienaventurado dijo: «Aquí, oh Subhūti, el que entra en el camino del bodhisattva debe generar este pensamiento; por muchos que sean los seres,oh Subhūti, en cualquier reino de seres que puedan existir, sean nacidos de huevo o nacidos de útero, nacidos de calor húmedo o autogenerados en el aire, sea que tengan una forma sean sin una forma, dotados de percepción o sin percepción, sin ni percepción ni no percepción, en cualquier reino concebible de seres, a todos, en el reino del nirvana sin añadidos y sin restos, les liberaré completamente. Sin embargo, si bien innumerables criaturas han sido completamente liberadas, ninguna criatura individual ha sido completamente liberada. ¿Y por qué es así? Si un bodhisattva, Subhūti, diese curso a la noción de existencia de un ser, no se le podría llamar ser-del-despertar. ¿Y por qué? Subhūti, quien mantiene la noción de vida propia, de un ser, de viviente, de persona no se le puede llamar ser-del-despertar».
Si la respuesta fuese esta expectativa, esta expectativa no sería sino la continuación de nuestros pensamientos, completamente inútil. Ocuparse en cada momento por la salvación, por el bien supremo de todos los seres es solo esto, no es pensar en salvar a alguien. La práctica del gran camino tiene su objetivo en si misma, no en el querer salvar -y mucho menos en importunar- a nadie. No hay nadie que salvar, algo de lo que podríamos salvarlo, ni una salvación a conseguir. El proselitismo y el afán por el liderazgo no son un asunto budista. Por esto hace falta ocuparse de la propia actitud interior y hacer de tal forma que esta sea a todos los liberaré en el reino del nirvana, en el nirvana sin restos. El “aquí” de Aquí, oh Subhūti es vasto como un siempre y tratar “aquí” el pensamiento de este modo permite no seguir el pensamiento ligado a nuestro deseo y a nuestra imaginación.
No hay otro modo de obtener la extinción de los fuegos mas que no ocupándose de los fuegos. El nirvana sin restos está al final del nirvana. En cualquier caso el nirvana no existe, aquello que existe es en cualquier caso el saṃsāra; nacimiento, muerte, sufrimiento, iluminación, despertar, nirvana, nada más. Con el fin de que el nirvana sea real es necesario que sea real todo lo demás. Y viceversa. Por eso si pensamos que existe el nirvana estamos en un error. El dolor nace de considerar los seres, las cosas amadas, a nosotros mismos como permanentes, existentes, vidas autónomas que podemos conquistar y poseer, ahora o para siempre. Reconocer la inpermanencia es el paso decisivo para comprender la naturaleza de las cosas. Comprendida la naturaleza de las cosas se comprende por qué desde la antigüedad se habla de vacío, śūnya. En este punto la práctica de lo sin-conjeturas, del no aferrar, se convierte en la cosa más natural del mundo. Y en la vida cotidiana el paso normal en armonía con la “naturaleza de las cosas” es a todos los liberaré en el reino del nirvana, en el nirvana sin restos.
No hay otro modo de obtener la extinción de los fuegos mas que no ocupándose de los fuegos. El nirvana sin restos está al final del nirvana. En cualquier caso el nirvana no existe, aquello que existe es en cualquier caso el saṃsāra; nacimiento, muerte, sufrimiento, iluminación, despertar, nirvana, nada más. Con el fin de que el nirvana sea real es necesario que sea real todo lo demás. Y viceversa. Por eso si pensamos que existe el nirvana estamos en un error. El dolor nace de considerar los seres, las cosas amadas, a nosotros mismos como permanentes, existentes, vidas autónomas que podemos conquistar y poseer, ahora o para siempre. Reconocer la inpermanencia es el paso decisivo para comprender la naturaleza de las cosas. Comprendida la naturaleza de las cosas se comprende por qué desde la antigüedad se habla de vacío, śūnya. En este punto la práctica de lo sin-conjeturas, del no aferrar, se convierte en la cosa más natural del mundo. Y en la vida cotidiana el paso normal en armonía con la “naturaleza de las cosas” es a todos los liberaré en el reino del nirvana, en el nirvana sin restos.
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Il Sutra del Diamante
La Cerca del Paradiso
Traducción y comentarios: Mauricio Y. Marassi
Casa Editrice Marietti S.p.A., Genova-Milán, 2011
Traducción privada al castellano
realizada por Roberto Poveda Anadón
Distribuida solo para uso personal
Distribuida solo para uso personal
Fotografía: Roberto Poveda
El Buda no guarda silencio, responde y empieza a desvelar el secreto que lleva a la liberación del sufrimiento. Revelando la naturaleza vacía de todo abarca a todos.
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