Cuelgo aquí el comentario, aunque más bien me ha salido una carta, que quería escribir en el blog de un buen amigo en el dharma con el que suelo sentarme a menudo, y que no he podido colgar en su blog (al que podéis acceder pinchando aquí) por problemas técnicos. Dicho amigo, con cerca de 30 años de práctica, se ha formado básicamente en la escuela Sambo-Kyodan, en la cual se practica el uso formal de los koan y, por tanto, la busqueda del kensho es una cuestión central, aunque actualmente ya no practica allí. En esta carta quería expresar, desde mi todavía escasa y limitada comprensión, cual es mi visión de zazen y por extensión de la practica.
Este maravilloso enso, el más increible y
perfecto que he visto nunca, es una fotografía
del fotógrafo japones Shinichi Maruyama.
Su fugaz existencia, de una sietemilesima de
segundo, convertida por la cámara en eterna,
simboliza el instante en si mismo.
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Estimado hermano en el dharma
A pesar de no dejar habitualmente comentarios en tu blog, pues no practico los koan, lo sigo habitualmente y esta última entrada tuya, por algún motivo, me ha interpelado, resultando cercana a mi experiencia del zen (breve, por otra parte, si la medimos en años). Quisiera por tanto explicitar cómo es mi acercamiento a la práctica, pues este ejercicio es bueno retomarlo de vez en cuando, sirviendo para clarificar la propia experiencia y es incluso posible, por lo menos es mi esperanza, que tal vez también pueda servir para clarificar o en cualquier caso alentar la práctica de algún otro.
Mi acercamiento a la práctica que denominamos zazen es el que usualmente es usado en la escuela soto zen y que es llamado shikantaza, “tan solo sentarse”. Esta práctica no consiste tan solo en adoptar la postura del loto (o la postura que el cuerpo de cada cual permita, pues parece ser que a muchos occidentales esta postura les resulta demasiado dolorosa), ya que eso se hace en todas las escuelas budistas, también entre los yoguis, en el taoísmo y puede que en otros lugares; y sin embargo no quiere decir siempre lo mismo, ni tiene el mismo sentido, ni está animada por el mismo espíritu.
Este tipo de práctica, también conocida como “la meditación silenciosa” (mozhaochan, en chino, mokushôzen, en japonés) parece ser que fue la adoptada en los albores del chan/zen por los primeros hombres de zen. Siendo de aparición más tardía el trabajo con los koan (kannuachan, en chino, kannazen, en japonés), alrededor de los siglos XI-XII, mientras que el chan se inició en China en los siglos VI-VII.
En realidad, la postura no tiene importancia alguna, no es nada especial ni tiene poderes sobrenaturales por si misma, se adopta tan solo por que esa es la tradición, se dice que es la postura en la que Buda logró la realización de la verdad por vez primera, y porque es una postura práctica: relajada, pero no demasiado; exigente, pero no demasiado; situada entre la actividad y el descanso.
Aunque, por otra parte, sí tiene mucha importancia; pues es la expresión de nuestro íntimo voto en relación al esfuerzo a realizar en dirección hacia la verdad que habita en nosotros (esta es mi forma de expresar la bodhichitta, “El espíritu del despertar”), manifestando nuestra confianza respecto a la bondad infinita del Universo al que pertenecemos, y con el que, aquí y ahora, sabiéndolo o no, somos Uno.
Por otra parte el esfuerzo constante respecto a la precisión y la verticalidad de la postura nos sirve, a quienes practicamos shikantaza (conocida a veces también como “la técnica sin técnica”), como último residuo “técnico” con el que abordar los desvaríos de nuestro pequeño y miserable ego durante la práctica.
Shikantaza es sentarse con todo el corazón, o como se solía decir antiguamente, en los principios del chan/zen; con la sangre, la carne, los huesos y la médula. Shikan quiere decir en japones “tan solo”, mientras que za quiere decir “sentarse”, ta es una partícula enfática, es decir que la traducción de shikantaza, que suele encontrarse como “tan solo sentarse”, en realidad debería ser mas bien algo así como “TAN SOLO sentarse”.
Podríamos decir que el “acercamiento” a nuestra naturaleza original, o como quiera llamársela, pues existen numerosos nombres para designar lo innombrable, y aunque la “finalidad” puede que sea la misma en ambos caminos, es en la escuela soto diferente a la práctica de los koan (uso estos términos, “acercamiento” y “finalidad”, tan solo de forma provisional, para entendernos, pues precisamente en shikantaza serían términos sin sentido, pues ya estamos allí a donde queríamos ir, o, más exactamente, ya estamos aquí.)
Por adoptar un símil con los grados de la oración en el cristianismo, la práctica de los koan sería algo así como la “meditatio” (imagino, pues en realidad no he practicado nunca así, si me equivoco ya me lo dirás), basándose en el esfuerzo consciente, mientras que la práctica de shikantaza estaría más cerca de la “contemplatio”, basándose en el abandono. La práctica de los koan parece dar más importancia a la mente, mientras que la práctica de shikantaza, es una práctica que se realiza con el cuerpo y la mente.
En shikantaza se trata de sentarse sin expectativa alguna, sin esperanza de provecho personal, incluso sin satori, como repetía Kodo Sawaki, uno de los maestros mayores en el zen soto del siglo XX, que dedicó toda su vida a la enseñanza de zazen y del cual, una frase suya me llevó a sentarme por vez primera; “zazen no sirve para nada” (a nuestros egos, se entiende). Todo lo que aparece está bien como está, pues no es sino expresión de la vida universal manifestándose a través de nosotros. Cuando practicamos zazen no buscamos nada en especial, salvo la realidad misma de la existencia, que es fundamentalmente buena, trascendiendo incluso las nociones limitadas de bueno/malo, logro/fracaso, samsara/nirvana, ilusión/satori, profano/sagrado, monje/laico, etc.
Incluso si apareciese en nuestro limitado ego un fugaz destello de comprensión, incluso si este fuese un deslumbrante relámpago, un trueno ensordecedor, sería siempre limitado e irrisorio en comparación con el Todo, es decir con la realidad misma que es el verdadero satori más allá de toda dualidad, y que nuestros pequeños ego nunca pueden atrapar completamente. Pues siempre, sabiéndolo o no, estamos completamente en medio de la abundancia, pues la realidad de la vida es trascendente a nuestra comprensión limitada. Simplemente nos entregamos, nos abandonamos a ese fluir, en el instante mismo de la realidad eterna y universal, gracias a zazen.
Si aparecen pensamientos, si aparece el adormecimiento, el dolor, o cualquier otra cosa, no lo rechazamos, no hacemos nada más que volver a la postura correcta. Con toda nuestra voluntad, necesariamente limitada, podría decirse incluso con toda nuestra fe. También con dulzura, pues no se trata en absoluto de practicar el masoquismo, sino más bien al contrario, de ampliar nuestro amor hacia lo existente, incluidos nosotros mismos. Realmente lo importante, para los que practicamos shikantaza, no es llegar a algún sitio, conseguir algo para nosotros mismos, sino el esfuerzo constante para retornar a zazen. Más allá de cualquier ilusión, de cualquier sueño, cuyas características son siempre y precisamente llevarnos a otro sitio, a otro momento distinto al aquí y ahora, el único lugar donde, lo sepamos o no, realmente y junto con el todo, somos.
Esto me recuerda parcialmente a aquello que decía Pascal, preguntado por qué cosa es la fe. Su respuesta era, arrodíllate y reza. Nosotros, en shikantaza, no rezamos, no pedimos nada, nos limitamos a sentarnos y profundizamos incansablemente, día tras día, mes tras mes, año tras año, en la quietud y el silencio.
Se podría decir incluso que, en shikantaza, nuestra sentada misma es el koan sobre el cual trabajamos, el koan de nuestra realidad de vida en el instante mismo, realidad que no está limitada por nuestro pequeños yo, sino que es mucho más amplia y donde nada, absolutamente nada, falta.
Supongo que ambas vías tienen sus ventajas, que probablemente dependan de las distintas características personales del practicante. En el caso, por otra parte, de que se pueda elegir una u otra opción, un enseñante u otro, lo cual no está garantizado en occidente, y puede que tampoco hoy en día en oriente. Aunque estoy convencido de que en el fondo no es tan importante encontrar una vía y un maestro perfectos; pues estos no existen, no son distintos a nosotros, también son humanos, imperfectos, limitados; sino esforzarse, con toda nuestra sangre, nuestra carne, nuestro huesos y nuestra médula en ser un buen estudiante y en seguir siéndolo siempre, como vemos sugerido en el nombre del libro más conocido del maestro soto del ss. XX, Sunryu Suzuki “Mente zen [=] mente de principiante.”
También creo que shikantaza puede que sea más fácil para aquel que quiere acercarse por primera vez a la meditación y no tiene la suerte de contar con un maestro cualificado cerca, cosa que tengo la impresión que debe ser imprescindible para practicar con los koan y no extraviarse. Si bien la presencia de un maestro es muy aconsejable en ambos casos, por no decir imprescindible en un principio en casi todos los casos.
Pero puede que con shikantaza, siempre y cuando nuestra practica sea regular y diaria, los contactos con el maestro puedan, si no hay otro remedio, ser más espaciados, pues su planteamiento es más simple y humilde, mientras que la práctica con koan, tengo la impresión, que requiere unas especiales capacidades por parte del practicante además de la necesidad, creo, de poder acceder casi de forma constante al maestro con objeto de contrastar la practica. Al fin y al cabo el zen Rinzai, que es donde originalmente se practicaban los koan en Japón, se calificaba como el zen de los guerreros, mientras que el soto se calificaba como el zen de los campesinos.
Y supongo que ambos caminos tienen también sus inconvenientes; el apego a la experiencia del despertar en el caso de la práctica con koan, y el quietismo en el caso de shikantaza. En el caso de shikantaza el remedio es la compasión.
A pesar de no dejar habitualmente comentarios en tu blog, pues no practico los koan, lo sigo habitualmente y esta última entrada tuya, por algún motivo, me ha interpelado, resultando cercana a mi experiencia del zen (breve, por otra parte, si la medimos en años). Quisiera por tanto explicitar cómo es mi acercamiento a la práctica, pues este ejercicio es bueno retomarlo de vez en cuando, sirviendo para clarificar la propia experiencia y es incluso posible, por lo menos es mi esperanza, que tal vez también pueda servir para clarificar o en cualquier caso alentar la práctica de algún otro.
Mi acercamiento a la práctica que denominamos zazen es el que usualmente es usado en la escuela soto zen y que es llamado shikantaza, “tan solo sentarse”. Esta práctica no consiste tan solo en adoptar la postura del loto (o la postura que el cuerpo de cada cual permita, pues parece ser que a muchos occidentales esta postura les resulta demasiado dolorosa), ya que eso se hace en todas las escuelas budistas, también entre los yoguis, en el taoísmo y puede que en otros lugares; y sin embargo no quiere decir siempre lo mismo, ni tiene el mismo sentido, ni está animada por el mismo espíritu.
Este tipo de práctica, también conocida como “la meditación silenciosa” (mozhaochan, en chino, mokushôzen, en japonés) parece ser que fue la adoptada en los albores del chan/zen por los primeros hombres de zen. Siendo de aparición más tardía el trabajo con los koan (kannuachan, en chino, kannazen, en japonés), alrededor de los siglos XI-XII, mientras que el chan se inició en China en los siglos VI-VII.
En realidad, la postura no tiene importancia alguna, no es nada especial ni tiene poderes sobrenaturales por si misma, se adopta tan solo por que esa es la tradición, se dice que es la postura en la que Buda logró la realización de la verdad por vez primera, y porque es una postura práctica: relajada, pero no demasiado; exigente, pero no demasiado; situada entre la actividad y el descanso.
Aunque, por otra parte, sí tiene mucha importancia; pues es la expresión de nuestro íntimo voto en relación al esfuerzo a realizar en dirección hacia la verdad que habita en nosotros (esta es mi forma de expresar la bodhichitta, “El espíritu del despertar”), manifestando nuestra confianza respecto a la bondad infinita del Universo al que pertenecemos, y con el que, aquí y ahora, sabiéndolo o no, somos Uno.
Por otra parte el esfuerzo constante respecto a la precisión y la verticalidad de la postura nos sirve, a quienes practicamos shikantaza (conocida a veces también como “la técnica sin técnica”), como último residuo “técnico” con el que abordar los desvaríos de nuestro pequeño y miserable ego durante la práctica.
Shikantaza es sentarse con todo el corazón, o como se solía decir antiguamente, en los principios del chan/zen; con la sangre, la carne, los huesos y la médula. Shikan quiere decir en japones “tan solo”, mientras que za quiere decir “sentarse”, ta es una partícula enfática, es decir que la traducción de shikantaza, que suele encontrarse como “tan solo sentarse”, en realidad debería ser mas bien algo así como “TAN SOLO sentarse”.
Podríamos decir que el “acercamiento” a nuestra naturaleza original, o como quiera llamársela, pues existen numerosos nombres para designar lo innombrable, y aunque la “finalidad” puede que sea la misma en ambos caminos, es en la escuela soto diferente a la práctica de los koan (uso estos términos, “acercamiento” y “finalidad”, tan solo de forma provisional, para entendernos, pues precisamente en shikantaza serían términos sin sentido, pues ya estamos allí a donde queríamos ir, o, más exactamente, ya estamos aquí.)
Por adoptar un símil con los grados de la oración en el cristianismo, la práctica de los koan sería algo así como la “meditatio” (imagino, pues en realidad no he practicado nunca así, si me equivoco ya me lo dirás), basándose en el esfuerzo consciente, mientras que la práctica de shikantaza estaría más cerca de la “contemplatio”, basándose en el abandono. La práctica de los koan parece dar más importancia a la mente, mientras que la práctica de shikantaza, es una práctica que se realiza con el cuerpo y la mente.
En shikantaza se trata de sentarse sin expectativa alguna, sin esperanza de provecho personal, incluso sin satori, como repetía Kodo Sawaki, uno de los maestros mayores en el zen soto del siglo XX, que dedicó toda su vida a la enseñanza de zazen y del cual, una frase suya me llevó a sentarme por vez primera; “zazen no sirve para nada” (a nuestros egos, se entiende). Todo lo que aparece está bien como está, pues no es sino expresión de la vida universal manifestándose a través de nosotros. Cuando practicamos zazen no buscamos nada en especial, salvo la realidad misma de la existencia, que es fundamentalmente buena, trascendiendo incluso las nociones limitadas de bueno/malo, logro/fracaso, samsara/nirvana, ilusión/satori, profano/sagrado, monje/laico, etc.
Incluso si apareciese en nuestro limitado ego un fugaz destello de comprensión, incluso si este fuese un deslumbrante relámpago, un trueno ensordecedor, sería siempre limitado e irrisorio en comparación con el Todo, es decir con la realidad misma que es el verdadero satori más allá de toda dualidad, y que nuestros pequeños ego nunca pueden atrapar completamente. Pues siempre, sabiéndolo o no, estamos completamente en medio de la abundancia, pues la realidad de la vida es trascendente a nuestra comprensión limitada. Simplemente nos entregamos, nos abandonamos a ese fluir, en el instante mismo de la realidad eterna y universal, gracias a zazen.
Si aparecen pensamientos, si aparece el adormecimiento, el dolor, o cualquier otra cosa, no lo rechazamos, no hacemos nada más que volver a la postura correcta. Con toda nuestra voluntad, necesariamente limitada, podría decirse incluso con toda nuestra fe. También con dulzura, pues no se trata en absoluto de practicar el masoquismo, sino más bien al contrario, de ampliar nuestro amor hacia lo existente, incluidos nosotros mismos. Realmente lo importante, para los que practicamos shikantaza, no es llegar a algún sitio, conseguir algo para nosotros mismos, sino el esfuerzo constante para retornar a zazen. Más allá de cualquier ilusión, de cualquier sueño, cuyas características son siempre y precisamente llevarnos a otro sitio, a otro momento distinto al aquí y ahora, el único lugar donde, lo sepamos o no, realmente y junto con el todo, somos.
Esto me recuerda parcialmente a aquello que decía Pascal, preguntado por qué cosa es la fe. Su respuesta era, arrodíllate y reza. Nosotros, en shikantaza, no rezamos, no pedimos nada, nos limitamos a sentarnos y profundizamos incansablemente, día tras día, mes tras mes, año tras año, en la quietud y el silencio.
Se podría decir incluso que, en shikantaza, nuestra sentada misma es el koan sobre el cual trabajamos, el koan de nuestra realidad de vida en el instante mismo, realidad que no está limitada por nuestro pequeños yo, sino que es mucho más amplia y donde nada, absolutamente nada, falta.
Supongo que ambas vías tienen sus ventajas, que probablemente dependan de las distintas características personales del practicante. En el caso, por otra parte, de que se pueda elegir una u otra opción, un enseñante u otro, lo cual no está garantizado en occidente, y puede que tampoco hoy en día en oriente. Aunque estoy convencido de que en el fondo no es tan importante encontrar una vía y un maestro perfectos; pues estos no existen, no son distintos a nosotros, también son humanos, imperfectos, limitados; sino esforzarse, con toda nuestra sangre, nuestra carne, nuestro huesos y nuestra médula en ser un buen estudiante y en seguir siéndolo siempre, como vemos sugerido en el nombre del libro más conocido del maestro soto del ss. XX, Sunryu Suzuki “Mente zen [=] mente de principiante.”
También creo que shikantaza puede que sea más fácil para aquel que quiere acercarse por primera vez a la meditación y no tiene la suerte de contar con un maestro cualificado cerca, cosa que tengo la impresión que debe ser imprescindible para practicar con los koan y no extraviarse. Si bien la presencia de un maestro es muy aconsejable en ambos casos, por no decir imprescindible en un principio en casi todos los casos.
Pero puede que con shikantaza, siempre y cuando nuestra practica sea regular y diaria, los contactos con el maestro puedan, si no hay otro remedio, ser más espaciados, pues su planteamiento es más simple y humilde, mientras que la práctica con koan, tengo la impresión, que requiere unas especiales capacidades por parte del practicante además de la necesidad, creo, de poder acceder casi de forma constante al maestro con objeto de contrastar la practica. Al fin y al cabo el zen Rinzai, que es donde originalmente se practicaban los koan en Japón, se calificaba como el zen de los guerreros, mientras que el soto se calificaba como el zen de los campesinos.
Y supongo que ambos caminos tienen también sus inconvenientes; el apego a la experiencia del despertar en el caso de la práctica con koan, y el quietismo en el caso de shikantaza. En el caso de shikantaza el remedio es la compasión.
Accedí a este blog por el comentario que dejaste en el blog de Unsui. Gracias por un espacio tan interesante y enriquecedor.
ResponderEliminarSaludos.
Mónica.
Muy interesante tu reflexión.
ResponderEliminarComo bien dices creo que shikantaza y koan al final son lo mismo, y ambos son necesarios en el camino. Zazen sería esa búsqueda interna, Koan lo que desde fuera cuando quiere y de forma incomtrolable "produce" la iluminación, o mejor desvela lo que ya está aquí.
Toda la realidad es un Koan en último término, sólo sentarse también. Sentarse sin finalidad es tener una clase especial de finalidad, esto es un koan magnífico que a buen seguro producirá estupendos resultados.
Gracias por tu aportación tan ionteresante.
Despues de leer tu articulo, me siento halagado por que te refieras a mi como "un buen amigo". Y, efectivamente, lo somos, somos buenos amigos, amigos de dharma, ya que nos sentamos juntos de manera frecuente. Estoy básicamente de acuerdo en todo lo que dices, con la escepcion quizas de que consideras la practica del koan como una practica mental. No es mental en el sentido de pensar, razonar o deducir. Ni tampoco es un acertijo. En mi blog hay alguien que escribe a veces ahora, (lagallanaa)que creo que me dará la razón, pues he visto su terrible pelea con la pregunta que, según el mismo declara, le devora por dentro. Ese devorar es cosa seria.
ResponderEliminarEn cuanto al shikantaza (mi practica actual) es una de las mas dificiles que existen, y me parece que es la que puede que necesite mas la presencia del maestro, si de verdad se quiere practicar shikantaza. Pero esto, dado el poco tiempo que llevo dedicado a esta practica, es solo una intuicion personal.
Un saludo, ciertamente tu contestacion es demasiado larga para caber en un comentario, has hecho bien en ponerla en este blog Hasta la proxima :)))))
En realidad la práctica de shikantaza es la cosa más fácil que existe, podríamos decir que es la manifestación de la infinita compasión y la más pura trasmisión recibida generación tras generación por los budas y los patriarcas. Somos nosotros en cambio los que hacemos de algo tan sencillo como el abandono a la quietud y el silencio los que la complicamos insaciablemente. Intentamos hacer del "TAN SOLO sentarse" un "tan solo sentarse especial", después insatisfechos un "tan solo sentarse trascendental", despues, insatisfechos todavía con esto intentamos hacer un ""tan solo sentarse cosmico", etc. etc.
ResponderEliminarPuesto que normalmente, por lo menos por el momento no suelo escribir mucho, limitandome, casi a traducir y a aprender, pues mi práctica es tierna aun y no quiero dejar desbarrar demasiado a mi ego, recomiendo, para quien esté interesado, la lectura de un libro maravilloso de un maravilloso maestro recien aparecido en España. Probablemente el discípulo cuya obra sea la continuación más directa de lo iniciado por Kodo Sawaki, de quien fue discípulo y sucesor. Se trata de "Abrir la mano del pensamiento" de Kosho Uchiyama, que está publicado por ed. Kairós.
Podríamos también decir que la dificultad reside en nuestra falta de fe, aunque otra cosa es entender que es la fe en el budismo, pues su sentido, modestamente, creo que es bastante distinto al que tiene este concepto en el cristianismo.
ResponderEliminar¿Como es la "fe" Budista?
ResponderEliminarLa "fe" no es, en este caso, creer en algo, en un contenido específico de la conciencia. Es simplemente sentarse en la quietud y el silencio. La fe, en el budismo zen, es zazen en sí mismo.
ResponderEliminarEn todas las tradiciones hay dos grandes modalidades: una la experiencia profunda y la otra un conjunto de creencias .
EliminarEn el budismo también se ha convertido para muchoos en un credo.
Asimismo en Occidente cristiano tuvimos y tenemos nuestro propio practica de quietud o silencio en la deslumbrante multitud de misticos y misticas.
Vaya como ejemplo el siguiente e impresionante texto del dominico alemán
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NO BUSQUES NADA APARTE DEL ABISMAMIENTO PURO Y SIMPLE.
No busques nada aparte del abismamiento puro y simple
en el bien oculto, puro y simple,
desconocido y carente de nombre,
que es Dios,
y en todo lo que en Él pueda revelarse.
Todo deberá orientarse en su Nada:
no saber nada, no conocer nada,
no desear nada,
no buscar nada, no querer tener nada.
¡No busques ni sensación ni iluminación! Abísmate de tu no saber
y en tu no querer saber!
La profundidad que hay en Dios
es tan abisal
que toda la razón creada
será incapaz de alcanzarla
o sondearla.
Dicha profundidad, el ser humano deberá encontrar en su propia profundidad:
esto es, el abismo sin fondo
de un aniquilamiento insondable.
Lo que significa si pudiera
volverse por completo una pura Nada,
esto le parecería lo justo y adecuado.
Y esto tiene su origen en la profundidad
y en el conocimiento de su Nada.
(Johannes Tauler)
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Es un gran texto, gracias.
ResponderEliminarPor cierto, el enso, impresionante. Gracias por compartirlo.
ResponderEliminarAquí puedes ver a Shinichi Maruyama en un momento de creación de sus fotográfias.
Eliminarhttp://frogboy229.tumblr.com/post/1267635970/reginasworld-shinichi-maruyama-hurls-black
Literalmente está capturando la fugacidad del instante.
Hermosa “carta a un amigo” que he descubierto gracias a la intervención de Petit clafred. Escrita desde el corazón, no del intelecto; por ello rezuma Zen.
EliminarSin embargo, a mi me parece –aunque puede que no esté en lo cierto-, que en esa práctica de shikantaza que describes falta una “vuelta de tuerca más”. Creo entender en lo que escribes que Rinzai apunta hacia la obtención del kensho, mientras que Soto no pretende nada. Y, sin embargo, a mí me parece que “simplemente sentarse”, sin objetivo alguno, es precisamente para que shamadi -como una forma de kensho- se revele. Pero mientras se pretenda obtener shamadi, ello no sucederá; igualmente, mientras se pretenda simplemente quedarse en esa especie de quietismo nihilista relajado, tampoco sucederá. He aquí la paradoja de shikantaza.
Y es que si shikantaza no deriva en shamadi más allá de la “observación ecuánime de todo lo que acontece en nuestro interior”, hecho este último que finalmente puede aportar cierta tranquilidad, entonces lo que estamos haciendo no es otra cosa que una mera técnica de relajación más. Zen, por definición, va “más allá” (sea éste Soto o Rinzai).
En palabras del Maestro Chan, Shen Yen (extraídas de un diálogo publicado en Internet entre éste y el Dalai Lama): “Si una persona tiene una vislumbre genuina de la vaciedad, esto se llama Iluminación Superficial o Ver la Propia Naturaleza de Uno. Si el individuo puede mantener esa experiencia continuamente sin fin, podemos llamarla Iluminación Completa (…) Descansar en un estado de Mente en Blanco (y yo añadiría, en un estado de simple quietud tranquila) no es Iluminación ni reconocimiento de la Verdadera Naturaleza; es Vaciedad Obstinada”
Y personalmente continúo añadiendo: Quedarse en esta mera relajación mientras se está en shikantaza es mera Vaciedad Obstinada que, como se infiere del comentario del Maestro Shen Yen, no es la meta del Zen; se llame éste Pepito o Manolito.
Por otro lado, y para finalizar, no hay que confundir shamadi (o kensho) con alguna especie de estado “especial” o, como se dice en el Zen, con algún Makio cuya génesis está en la mente (o alteración de la mente). No son lo mismo, pues shamadi es la misma base desde la que se genera cualquier estado interior; desde el estado ordinario hasta los estados alterados de conciencia (o Makio). Aunque bien es cierto que cuando se está en shamadi o kensho y el yo psicológico o ego no se ha retirado completamente, a éste le parece que dicho estado básico de Ser es un estado especial.
Un cordial saludo. Leo con interés los escritos de los Maestros que aquí se exponen.
Shikantaza no tiene nada que ver con relajarse o no relajarse, con lograr un estado ecuánime o no, con cultivar la atención o no cultivarla; tampoco tiene nada que ver con el quietísimo, pues es una actividad que implica un esfuerzo constante, ni con tener la mente en blanco. Nadie, que yo sepa, entre quienes practican shikantaza, desde Dogen hasta ahora, ha dicho algo así.
ResponderEliminarLa no búsqueda es la vía más simple para encontrar todo, pero simple no quiere decir que se fácil. Distintas sensibilidades seguirán caminos distintos, puedo que incluso aparentemente contradictorios entre si, para llegar al mismo lugar: a aquí, a ahora, a lo único que de verdad sucede.
Quién adopta como práctica propia shikantaza, lo se por propia experiencia y por que lo he observado en otros, suele captar de alguna manera, desde casi el primer instante, de forma intuitiva y experimental, que esta es su práctica. Quién no accede de forma natural a esta experiencia, puede que, por lo menos por el momento, esté equivocándose de práctica, y que sea mejor que elija otro camino. Lo bueno del budismo, tras 2500 años de historia, es que los medios hábiles al alcance del practicante son casi ilimitados, de formas y contenidos distintos, adecuados para los innumerables seres, al alcance de todos.
Creo que he usado un término poco apropiado al utilizar la expresión “quietismo”, pues esta palabra también es la que da nombre a un tipo de contemplación cristiana; creo recordar. Cuando digo quietismo estoy queriendo decir “inmovilidad”. Estaremos de acuerdo en que uno de los elementos de zazen es la inmovilidad.
EliminarPor otro lado, si de la práctica de shikantaza no se deriva, al menos, un incremento de la atención desenfocada -abierta, sin objeto; que nos abre y unifica al Mundo-, que gradualmente habrá de ir trasladándose de la inmovilidad en el zafú a la acción en la vida cotidiana, junto con la capacidad de observar los pensamientos con ecuanimidad -lo que derivará en una disminución de la subjetividad del practicante-, que igualmente habrá de dar lugar a un cambio gradual en la forma en que el individuo se percibe a sí mismo y a su relación con el mundo y con los demás, entonces, si nada de esto ocurre, es aconsejable la supervisión de un Maestro porque esas sentadas no están cumpliendo su misión fundamental.
Solamente partiendo de esto se “vivencia” el AHORA (no diferente de YO) más allá de la mera comprensión intelectual de lo que es el ahora, el antes y el después a la luz del Zen, y más allá de todos los párrafos de tinta que se puedan verter al amparo de esta mera comprensión (que se da en el primer estadio de la práctica).
Y yo sí que he oído a Maestros hablar de estos dos aspectos de la práctica, ya sea usando unas palabras u otras; aspectos fundamentales que son consecuencia de zazen, tanto en shikantaza como en el trabajo con el koan.
Un cordial saludo.
Tal vez antes no me haya explicado con claridad, lo siento, pues es este un punto importante. Cuando digo que en shikantaza no prácticamos la atención, o la ecuanimidad, o lo que sea, añado que tampoco tiene que ver con sus contrarios, con la no atención, la no ecuanimidad, etc. En shikantaza todas las buenas prácticas, todos los paramitas están implícitos de entrada. También lo está nuestra naturaleza de seres ilusos, somos budas y seres ilusos a la vez, podemos solo expresar nuestra budeidad por que somos simultaneamente seres ilusos.
ResponderEliminar¿Cómo podríamos estar despiertos, sentados en la inmovilidad y el silencio si nos dejasemos llevar por la agitación mental o por el sueño, simplemente sería imposible?; tal vez podríamos aparentar (externamente) estar en el estado adecuado durante periodos cortos de tiempo, pero si prolongamos nuestra sentada durante horas y días, como sucede en una seshin sin juguetes, las trampas de nuestro ego se volverían contra nosotros y nuestra falsa sentada se convertiría en una tortura. Solo confiando en zazen completamente, lo cual quiere decir esforzarse instante tras instante por practicarlo adecuadamente, zazen se hace posible en nosotros. Este no hacer es en realidad acción pura.
- Por ejemplo, si nuestra mente está "en blanco"... nos dormiremos y ya no estaremos haciendo zazen, sino que estaremos durmiendo. Luego, si queremos seguir con zazen, será responsabilidad nuestra despertarnos.
- Si nuestra mente se aferra a los pensamientos que en ella aparecen, a aquello que nos parece bueno o malo, nos pondremos a divagar, perderemos la posiciónadecuada interior y exteriormente, dejaremos de estar en nuestra sentada, aquí y ahora y nos pondremos a vagar por otros lugares, por otros momentos que no son esto mismo, y al cabo de un tiempo nuestra espalda probablemente nos empiece a doler.
Este tipo de dudas, en relación con shikantaza, casi siempre las he oido de practicantes que han aprendido con maestros cuyo abordaje es gradual, por estadios, por etapas y que adoptan shikantaza como una técnica más de su repertorio, desglosándola, analizándola por partes de la misma forma que hacen con el resto de técnicas que aconsejan a aquellos que se dirigen a ellos buscando consejo, comparandola con el Dzogchen, con el vipassana, etc.. Desgraciadamente se les escapa que de esta manera desvirtuan shikantaza; este error se puede ver cometido incluso por muchos llamados maestros soto (solo que estos se atienen a las instrucciones sobre shikantaza dadas por Keizan Jokin, y no por Dogen Zenji, que fue quién precisamente acuñó el término "shikantaza", pero eso es otra historia). Incluso es frecuente encontrarse en ambientes soto propuestas de sesiones o de retiros de "introducción a shikantaza", lo cual es una contradicción en los términos. Sin embargo no es algo que yo haya oído nunca en aquellos practicantes y enseñantes que me han servido de inspiración para mi propia práctica.
Esto no quiere decir que aspectos como la atención, la ecuanimidad, etc., incluso el propio satori, la propia no dualidad, no tengan ningún lugar, ninguna importancia en la práctica de shikantaza, sino que en shikantaza se practican todos a la vez, de manera unitaria, no como aspectos de la práctica a diseccionar y perfeccionar gradualmente.
En shikantaza no nos preocupamos de cual sea nuestro futuro, nuestras metas, nuestros beneficios, nuestras ganancias por varias razones:
1) por que practicar zazen no es un acto de egoismo (en terminología cristiana se driría aquello de: "no me mueve mi dios para quererte, el cielo que me tienes prometido")
2) por que el futuro no existe (solo existe en nuestra mente, pero no aquí y ahora)
3) por que solo ocupandonos completamente de nuestro presente nos ocupamos de verdad del nuestro futuro (ley del karma)
Se nota que has leído muchos textos de Maestros. Yo pocos; algunos extractos de éstos por aquí y por allá, en Internet. Y ahora más en este espacio.
ResponderEliminarDices: “Por ejemplo, si nuestra mente está "en blanco"... nos dormiremos y ya no estaremos haciendo zazen, sino que estaremos durmiendo…” Cierto, pero esto no es así en shamadi, pues shamadi implica el vaciado “lúcido” de toda idea. Shamadi también implica la aparición de ideas (o pensamientos), pero en menor cantidad y no-egóticos (pues el ego se ha retirado) y sin poder ninguno sobre nuestro Ser -esto es hishiryo-. El círculo del Zen sólo se cierra si shamadi se revela. Sigo insistiendo, Zen es para empujar al individuo a reconocer su verdadera naturaleza… Despertar! Todo lo demás es relajación o, en el mejor de los casos, es aceptación de nuestra vida tal cual es. Ello reduce, en uno u otro caso, los niveles de insatisfacción, ansiedad, etc. Y bien es cierto que éstos son algunos de los efectos que zazen produce en el practicante, pero, ojo!, no pensemos que estos beneficios (y sus variantes) son el “fin último” de zazen; no creamos tampoco que zazen no tiene fin alguno. Cuando Dogen y otros dicen que shikantaza es “sin objeto de provecho”, “sin objetivo”, -por ello “tan sólo sentarse”- están queriendo decir que es sin objeto de provecho, sin objetivo, para nuestros pequeños yoes limitados construidos a base de años y años de enculturación. Pero la Vida, el Cosmos, el Dharma, tiene un proyecto para nosotros… Que despertemos a su Luz. Que dejemos de ser yo para ser YO. Y para ello hay que no darle “gusto” al yo (como dijera San Juan de la Cruz); he aquí el motivo de “sin objeto de provecho”, “sin objetivo”. Y, ahora, sabido esto, ¿cuántos están realmente dispuestos a matar al yo de inanición para que el YO se revele? De entre los que son valientes y se atreven a “morir en el cojín” algunos yerran y el individuo se limita a bloquear sin más todo “desear/rechazar” que se manifiesta en su interior sin ir más allá, instalándose así en una especie de vacío nihilista que termina asumiendo como “filosofía de vida”; esto es “vaciedad obstinada” (Shen Yen).
Por todo lo anterior y por las múltiples variantes que de lo anterior se puedan dar, nuevamente, la guía de alguien que ha recorrido ya la totalidad o casi totalidad del Camino (el Maestro) es necesaria. El Maestro como el guía/acompañante que también en algún punto del camino se hubo extraviado como nosotros y hubo sido nuevamente reconducido por otro alguien que ya pasó por allí. Necesario porque todos en algún momento nos extraviamos recorriendo el Camino; todos sin excepción. Y a no ser que seamos, conforme a la mitología budista, el próximo gran Buda que está por venir, no sabremos por nosotros mismos reconducirnos, pues ni tan siquiera sabremos que ya andamos extraviados.
ResponderEliminarPor ello, me parece bastante inadecuado que haya gente expresando a otra gente que con leer a Dogen, u otros, y sentarse en el cojín conforme a lo que han creído entender en sus lecturas, es suficiente y un Zen completo en sí mismo. Rompiendo así con el principio de la guía del Maestro en el Zen, como uno de los pilares de esta milenaria técnica. Esto es, cuanto menos, crear falsas expectativas en la gente.
Por supuesto, la postura de zazen es universal y todo el mundo puede hacerla siguiendo las instrucciones que crea convenientes (de Dogen o del que sea), pero llamemos a cada cosa por su nombre; Zen, por definición, implica la supervisión de un Maestro legitimado en la trasmisión del Dharma.
Dices: “…he oído de practicantes que han aprendido con maestros cuyo abordaje es (…) Desgraciadamente se les escapa que de esta manera desvirtúan shikantaza; este error se puede ver cometido incluso por muchos llamados maestros soto…”
También dices: “…Sin embargo no es algo que yo haya oído nunca en aquellos practicantes y enseñantes que me han servido de inspiración para mi propia práctica…”
Sin negar que hay Maestros/enseñantes “legitimados” que presentan un mayor grado de penetración en la Realidad que otros, no deja de sorprenderme cuando a meros practicantes se les escucha decir cosas del tipo: “Este Maestro se equivoca; éste no tanto”. En esencia son sus pequeños yoes hablando, que cuando oyen de boca del Maestro o enseñante lo que quieren oír lo califican como correcto, y cuando oyen lo que no les gusta oír, lo tachan de erróneo. Esto, con humildad lo digo, habría que mirárselo; y con humildad habría que aceptarlo.
Admito, y esto además es natural, que el practicante pueda tener más afinidad con un Maestro que con otro; pero algo así en absoluto habría de deslegitimar a aquél con el que tenemos menos "ffeeling", por decirlo así.
EliminarPor último, hablas también de Maestros que diseccionan la práctica… No sé de qué va eso. Personalmente, he hablado de algunos de los efectos que se dan en el individuo cuando realiza una práctica correcta. Y he sugerido que la práctica correcta deriva en grados de penetración de la Realidad cada vez más sutiles.
ResponderEliminarUn cordial saludo.
Si de verdad quieres comprender de que va zazen practicado como zazen shikantaza, si de verdad quieres saber qué es morir sobre un cojín, te invito a que me acompañes a una seshin sin juguetes (si no sabes lo que es eso, puedes mirarlo en el indice de autores de mi blog, en Kosho Uchiyama), y después hablamos.
ResponderEliminarEso sí, es necesario que tu zazen sea un zazen consolidado, libre, adulto y que lo puedas practicar sin muletas, no como quién "practica" algo, sino de manera enamorada; si no en vez de morir sobre el cojín, el cojín se convertirá en la puerta del infierno, lo digo por experiencia.
Dices: “Si de verdad quieres comprender de que va zazen practicado como zazen shikantaza, si de verdad quieres saber qué es morir sobre un cojín…“…... Pero, después de todo lo expresado, ¿todavía te parece que mi yo, mi mente, mis gustos, mis aversiones, mis flaquezas, mis virtudes, y hasta mis propias carnes, no han muerto en el cojín una y otra y mil veces?
ResponderEliminarMás allá de esto, cuando se realiza shamadi, sucede que mientras se está en zazen, mientras se anda, mientras se mea, mientras se come,… se muere y se nace continuamente a través de este instante que no cesa… siempre el mismo, siempre nuevo; esto es YO.
Cuando dices: “…si no en vez de morir sobre el cojín, el cojín se convertirá en la puerta del infierno…” Creo entender lo que estás queriendo expresar; o el yo se rinde amablemente a shikantaza, o shikantaza termina siendo una tortura para un yo que preferiría estar en otro lugar. En esto estamos de acuerdo... Y aún así, el asedio continúa y trascurrido el tiempo uno se planta nuevamente ante las puertas del infierno y, de este modo, en lugar de salir corriendo despavorido, hay que entrar y atravesarlo para así morir finalmente en el cojín, y una vez muerto, como el ave Fénix, resucitar desde tus propias cenizas en shamadi. Si no hay resurrección en shamadi no se cierra el círculo y te conviertes en un cadáver andante. Si no hay resurrección en shamadi nos plantamos en un zen nihilista; que es uno de los posibles extravíos en el Camino.
Cuando hago seshin me gusta hacerlo, como ya he sugerido, con un Maestro legitimado -que ha recibido la trasmisión del Dharma; que andó el Camino antes que yo y conoce sus trampas-. Un maestro/amigo/acompañante que me reconduce a través de dokushan (entrevista personal) en los extravíos que me acontecen mientras me siento en zazen, mientras me levanto, mientras ando, mientras como,…
En verdad agradezco tu invitación : ) pero, ¿quién me guiará si me desvío cuando, en el peor de los casos, ni yo tan siquiera me dé cuenta de que tal desvío se ha producido?
Al margen de ese significativo detalle, me temo que vivimos algo lejos el uno del otro.
Ha sido un placer intercambiar impresiones contigo; aún asumiendo que no hay punto de encuentro posible : )
Un cordial saludo.
Es evidente que si necesitas todas esas cosas para practicar zazen, si temes desviarte, si necesitas alguien que te guie, etc. etc. aun no sabes que es abandonarte a zazen ni que es morir sobre el zafu. Pero no pasa nada, por ello, ni por no encontrarse, esta bien asi.
ResponderEliminarDisculpa la falta de acentos, pero escribo desde Italia y no los encuentro. Hasta el martes estare fuera de linea, asi que arrivederci.
Si es el caso: Próspero shikantaza en el inicio del año del caballo. Un abrazo
EliminarGracias
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