Actualmente los lectores conocen el
Shōbō-genzō
de Dōgen Zenji.
Sin embargo otro importante texto de Dōgen, el Ehiei
Shingi, es en cambio desconocido todavía. Tanto Nishiari Zenji como mi mismo
maestro, Kōdō Sawaki Rōshi,
han dicho repetidas veces que los monjes de la tradición Sōtō
deben estimar el Ehiei
Shingi aun
más que el Shōbō-genzō.
Me acordare siempre de cuando Sawaki Rōshi me recomendó llevar
conmigo el Ehiei
Shingi
cada vez que iba a diferentes templos. Me mostró incluso el modo
exacto de envolverlo en la bolsa usada por los monjes durante los
viajes.
Hemos
de tener en gran consideración el Ehiei
Shingi
por que allí Dōgen Zenji toma a sus discípulos de la mano y los
instruye sobre la vida religiosa cotidiana. Confrontándolo con el
Shōbō-genzō,
que es una profunda enseñanza filosófica, el Ehiei
Shingi
es más parecido a una enseñanza oral que guía a los discípulos de
una forma más práctica.
Por
ello, de entrada, puede parecer orientado exclusivamente a monjes
practicantes en un ambiente monástico y carente de cualquier
relación con la vida cotidiana de la mayor parte de los hombres. Sin
embargo, si no nos quedamos en la superficie y llegamos al
significado más profundo, expone sin duda una enseñanza vibrante y
práctica; una enseñanza que nos concierne a todos, en cualquier
lugar que vivamos.
El
Tenzo Kyōkun
es el primer capítulo del Ehiei
Shingi.
El término tenzo
indica el servicio cuyo fin es preparar los alimentos para la
comunidad, mientras que kyōkun
significa enseñanza; por tanto, literalmente, Tenzo
Kyōkun
quiere decir instrucciones, o enseñanzas, para el cocinero. Siendo
un libro que se ocupa de las funciones del cocinero es, en un cierto
sentido, un libro de cocina, incluso si no está adaptado
precisamente para las futuras esposas, puesto que es un profundo
tratado religioso. Lo considero uno de los textos religiosos más
preciosos de todos los tiempos, por que no solo se ocupa de la
preparación de la comida, sino también de la actitud hacia todas
las cosas y personas que encontramos en nuestra vida cotidiana. Más
fundamentalmente todavía, es un libro que nos muestra de forma
concreta como preparar y conducir nuestra vida personal. En el
comentario he elegido fragmentos que considero particularmente
importantes. Espero que con ellos nos será posible descubrir juntos
una verdad más allá de lo relativo y aprender a actuar viendo el
valor real de nuestra vida.
El
Tenzo Kyōkun
es un libro de cocina sobre la vida, ¿pero cual es el ingrediente
principal con el que preparamos esa vida? Para Dōgen Zenji no es
otro que zazen. La vida religiosa nace cuando nos preguntamos como
podemos vivir teniendo zazen como norma de vida y estando, a cambio,
protegidos por el zazen. Desde un punto de vista ligeramente distinto
se puede decir que la vida religiosa se vuelve activa cuando el zazen
comienza a operar en nuestras actividades cotidianas. El texto trata
justamente del modo, muy práctico y concreto, en el que zazen opera
y nos guía.
Bajo
este aspecto el zazen de Dōgen Zenji es religioso en el sentido más
profundo del término. Es distinto de aquel que aparece en todos los
libros de Zen que invaden hoy el mercado, que simplemente describen
zazen como un método para adiestrar el hara
(comparado por algunos al plexo solar o maņipūra
chakra),
o como una especie de ejercicio para la salud física, o incluso un
método para cultivar la mente. En cambio el zazen de Dōgen Zenji
es religioso en el sentido de que nos enseña esencialmente a
conducir nuestra vida. Puesto que esye es un punto muy importante,
antes de proseguir con el texto, querría detenerme todavía sobre la
cuestión del zazen como religión.
Los
japoneses, si decís zazen, presumen generalmente que estáis
hablando de algo que se hace para alcanzar
la iluminación. Una idea tal está alejadísima del zazen de Dōgen
Zenji. Para Dōgen zazen no puede estar separado nunca de la
religión. Tras él deben estar las enseñanzas budistas y, tras
estas últimas, la propia experiencia.
Puesto
que nuestra discusión se está haciendo complicada, daré un ejemplo
más fácil de comprender.
He
nacido al final de la era Meiji en Hongō, un barrio de Tokyo que,
antes del gran terremoto de 1923, conservaba todavía los rastros del
período Edo. En esa época habían muchas enseñantes de canto
japones clásico y el sonido del shamisen, el instrumento japonés de
tres cuerdas, llenaba las calles. Si la maestra era verdaderamente
encantadora era muy cortejada por los jóvenes que, con el pretexto
de estudiar con ella, se amontonaban a su puerta.
En
una fría jornada invernal dos jóvenes tomaron una lección de canto
con una maestra así. Terminada la lección la maestra les invitó a
quedarse un poco a charlar. Estuvieron encantados y se agruparon
tiernamente alrededor del variopinto kotatsu
(calientapiés) para hablar .
Bajo
el kotatsu un
dedo de un estudiante rozó casualmente el meñique de la maestra,
pero ella continuó hablando como si nada hubiese pasado. Entonces
aferró el anular y ella continuó todavía hablando con naturalidad.
Después le cogió toda la mano y por fin toda la mano, que estaba
caliente y sudada. No obstante aquello la maestra aparentaba todavía
calma, lo cual animó todavía más al joven. Estaba profundamente
emocionado, pensando que había superado al amigo así como por haber
sido elegido por la bellísima mujer.
Repentinamente
la madre de la maestra la llamó a esta desde la cocina. Ella
respondió y fue a ver que deseaba. Pero, bajo el kotatsu,
el joven Hachi apretaba todavía la mano de alguien.
“¡Maldición!
¡Es tu mano, Kuma!”, gritó Hachi al amigo.
“Entonces,
eras tu quién me apretaba la mano, Hachi. ¡Y yo que creía que era
ella! ¡Hagg! ¡Tienes la mano grasienta!”
“¿Ah,
si? Bien, tu tienes las uñas demasiado largas. ¿Por que no te las
cortas de vez en cuando?”
“¿Y
ahora que hacemos aquí apretándonos la mano?”
“Juguemos
a echar un pulso”. Y así comenzaron...
Precisamente,
como lo que ha sucedido bajo el kotatsu
en el cuento, cuando se habla de Zen hay muchas cosas cubiertas por
aquello que es llamado “enseñanza más allá de las palabras”.
Como si cogieses los dedos uno por uno, cuando haces zazen podrías
pensar: “¡Oh, que maravillosa sensación! ¡Que fantástico estado
mental! Me falta poquísimo... ¡puedo hacerlo! ¡Kenshō!
¡Satori! Iluminación!”. En ese preciso momento la mujer llamada
buddhadharma
se levanta y se va. Pretendo decir con ello que se da una importancia
excesiva a la experiencia del satori separada del dharma. Sin el
modelo del buddhadharma,
que es precisamente la vida del Si Mismo, no hay modo de saber que es
realmente el kenshō
o satori. Esto es lo que entendía antes diciendo que tras el zazen
debe estar el Budismo y, tras este, nuestra vida cotidiana.
Si
un hombre completamente absorto por el zazen empuja a su familia a
pensar que es imposible vivir con él desde que ha iniciado la
práctica, o arremete contra todos como si fuese un hombre
excepcional, incluso si supuestamente ha tenido un kenshō
o
satori, yo diría que haría mejor en no meditar. O bien, si aquellos
que trabajan con él lo observan como si fuese un excéntrico,
insinuando que es mejor no hacer de ninguna forma zazen si te debes
volver “ridículo”, está claro que alimenta alguna idea absurda
bajo lascara de la “enseñanza más allá de las palabras”.
El
punto más importante a tener en en mente en cuanto al buddhadharma
es la expresión mantoku
enman,
o perfecta armonía. Vosotros vivís mas sinceramente según el
Budismo cuando la bondad emana naturalmente de vuestro carácter y no
tras haber tenido algún denominado kenshō
o experiencia de satori. No dudéis de que vivir vuestra vida,
actuando y permaneciendo en perfecta armonía, es de verdad vivir la
vida del Si Mismo.
El
satori que no tiene ninguna relación con vuestro carácter personal
no es otra cosa que una especie de borrachera. Es solo la exaltación
que podéis obtener de las drogas. Sobra decirlo, aquello no tiene
nada que ver ni con la religión ni con el buddhadharma.
La
práctica de zazen no debe ser algo separado de vuestra experiencia
de la vida cotidiana, ni de la orientación global de vuestra vida.
Más bien, trabajando constantemente por perfeccionar y purificar
vuestra vida cotidiana, o la vida de vuestro Si Mismo, la práctica
concuerda con el dharma. Ahí zazen se convierte en religión. El
zazen de Dōgen Zenji, tal como he dicho, es la fuente de la
enseñanza cotidiana del Tenzo
Kyōkun,
y en nuestra vida de cada día tal enseñanza se trasforma en el
fondo de zazen.
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Kosho Uchiyama Rōshi "Istruzioni a un cuoco zen". Cap. II
Ubaldini Editore, Roma. 1986
Traducción y fotografía: Roberto Poveda
Inicio en este post, o más bien continúo, la traducción del libro "Instruzioni a un cuoco zen", de Kosho Uchiyama.
ResponderEliminarEl texto actual corresponde al capítulo 2 de libro que dedica Uchiyama a comentar el "Tenzo Kyokun" de Dogen. En post anteriores se puede ver tambien "El Tenzo Kyokun y shikantaza" (que corresponde al cap. 1) y "La verdadera forma del Si Mismo" (que corresponde al cap. 3)- ver Kosho Uchiyama en el Indice de Autores.
Este traducción, así como las que le seguirán, y muchas anteriores, se enmarca para mi en la indagación de en qué consiste la propuesta del budismo zen desde el punto de vista de la ética, o más simplemente qué tiene que ver esa práctica que llamamos zazen con el resto de nuestra vida cotidiana.
Gracias por el excelente post
ResponderEliminarUn abrazo
Aunque tengo el Eihei Shingi Trducido pro Daniel Leighton y Shohaku Okumura, y From the zen kitchen to Enlightenment(Desde la cocina zen a la ilumninacion) de Koshó Uchiyama, traducido por Thomas Wright, debido a la falta de objetividad de mi mismo con mi mismo, y por el buen articulo que has escrito, o traducido, me doi cuenta cada vez más que sin un maestro del dharma, sin alguien que tenga cierta experiencia no se puede estudiar budismo, precisamente por loserrores que se apuntan en este articulo. Es mas facil perfeccionar la vida cotidiana siguiendo instrucciones que precticar zazen y deducir por si mismo. Hace falta una shanga, un maestro de dharma, al menos para mi me pierdo en la organizacion, los detalles, la premura, falta de tranquilidad para solucionar todos los asuntos que la vida de un laico conlleva. Un personaje exterior te dá metas en ls que centrarte para ir organizando tu vida y tu trabajo espiritual. Mas vale un humilde monje que hacerlo solo.
ResponderEliminarLo opuesto:
ResponderEliminar"No te aferres a tu Maestro. Ni siquiera te aferres a Budha o a Dharma. Un monje llamado Mugi lloraba cuando se tuvo que despedir de su Maestro Nishiari Zenji. Entonces le respondió Nishiari: "Siempre quieres estar cerca de mí? Si tanto me quieres, conviértete en pulga y métete en mis calzoncillos."
Kodo Sawaki
En realidad en el budismo el único Maestro, con M mayúscula, que existe es Buda.
ResponderEliminarPero siendo Buda una referencia simbólica, una abstracción (como, por otra parte, cualquier palabra), que usamos por convención para designar lo indesignable; si queremos precisar un poco más claramente el "lugar" del que emana la enseñanza que libera, es decir designar a la fuente, al verdadero maestro, este no es otro que zazen. Como señala Uchiyama en, por ejemplo, su testamento espiritual (que se puede encontrar en el libro "Abrir la mano del pensamiento", de ed. Kairos)
La práctica de zazen y la práctica de la vida, en realidad son (o deberían ser) una misma y única cosa. Mientras son esferas separadas, diferenciadas, ni zazen es zazen, ni nuestra vida es verdadera. Por eso hemos de seguir practicando toda nuestra vida.
ResponderEliminarMientras consideramos el budismo como algo exterior, que se puede enseñar por otro y aprender como cualquier otro saber, no estamos hablando en realidad de budismo sino de una ficción, construida con palabras, que nos puede extraviar y seducir durante mucho tiempo, pero que no tiene nada que ver con lo que Buda propuso.
ResponderEliminarSi recordamos las palabras de Dogen en el Genjokoan este nos dice "Estudiar la vía de Buda es estudiarse a si mismo...". Por eso el verdadero estudio de si mismo no se realiza (solo) en un dojo, sino en nuestra vida cotidiana. día tras día.
la experiencia o el zazen brotan del interior, de la vida en el aqui y ahora. Cuando uno se sienta experimenta el presente tal cual és, en la vida cotidiana uno experimenta la realidad tal cual es, y no debería de haber diferencia. La diferencia está en la separacion irreal, en la ilusion, en un vacio de presencia que produce el miedo, el miedo a vivir la vida con toda la valentia.
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