Actualmente existen una infinidad de discusiones basadas en la suposición de que todos buscan la felicidad. Quizás ello es debido simplemente al hecho de que los japoneses no saben considerar las cosas de forma racional, pero cualquiera que sea la razón, cada vez que es introducida la rosácea palabra “felicidad” existe la tendencia a presumir incondicionalmente que es algo buscado por todos. Si aceptamos la validez del deseo común de ser felices, deberíamos examinar qué es la felicidad y considerar su opuesto, la infelicidad. Pero no es mi intención discutir ahora qué es la felicidad. Más bien quisiera llamar la atención sobre el siguiente problema: la idea de buscar la felicidad presupone que ahora somos infelices.
En
el Budismo no hay espacio para un pensamiento dualista así. En el
capítulo precedente he dicho como es imposible intercambiar hasta un
pedo y como, finalmente, manifestar vuestra vida, prestando atención
a las circunstancias, es la realidad absoluta de vuestra vida misma.
Al vivir el budadharma es
esencial tal actitud. Generalmente los hombres solo piensan en como
mejorar su situación, aunque sea un poco, o en evitar el
sufrimiento. Ver las cosas desde la perspectiva del budadharma
o de la Gran Mente significa no abandonarnos a tal pensamiento lleno
de prejuicios y discriminatorio y persuadirnos de que todo aquello
que encontramos es
nuestra vida.
Cuando
hablo de la Gran Mente en términos de abandono del pensamiento
discriminatorio no intento decir que tengamos que volvernos inertes. La
vida cotidiana simplemente sería imposible sin discriminar. No hay
nadie que no distinga el miso (condimento aromático hecho con soja
fermentada, n.d.t.) del kuso (“mierda”, literalmente,n.d.t). Es
por ello que en el Tenzo Kyōkun se
se pregunta si se separa el polvo del arroz o el arroz del polvo.
Evidentemente en la antigua China el proceso de limpieza del arroz no
era muy eficiente y quedaban muchas piedrecitas. La primera cosa que
debía hacer el tenzo antes de cocinar el arroz era quitar las
piedrecitas. A propósito de esto no hay duda de que el alimento es
adecuado para el consumo de los hombres cuando el arroz ha sido
separado de las piedras. Por tanto, en nuestra vida cotidiana,
tenemos que discriminar, pero no debemos olvidar la actitud
fundamental sobre la que se basa tal discriminación: todo aquello
que encontramos es nuestra vida. Es la actitud de la Gran Mente.
¿Hablando
de forma práctica, cómo sucede esto? He citado antes un fragmento
del Tenzo Kyōkun
en relación con la Gran Mente: “La Mente Magnánima
[Gran
Mente] es como una montaña, estable e imparcial. Comparándola al
océano, es tolerante y considera cada cosa desde la perspectiva más
vasta. Tener una Mente Magnánima significa estar ausente de
prejuicios y rechazar tomar una posición. Cuando lleváis algo que
pesa pocos gramos no lo consideréis ligero y, de la misma forma,
cuando debáis transportar muchos kilogramos, no los consideréis
pesados. No os dejéis arrastrar por los sonidos de la primavera y no
os dejéis entristecer viendo los colores del otoño. Considerad en
su conjunto los cambios de estación y calcular la relatividad de
ligero y pesado desde una perspectiva amplia. Entonces deberéis
escribir, comprender y estudiar el carácter para “magnánimo”.
Generalmente el kilo y el gramo
son considerados unidades de medida de peso. Sin embargo la metáfora
significa que no debéis dejaros influenciar por los valores de la
sociedad, ni emocionaros simplemente por que es primavera, es decir
por que os encontráis en circunstancias favorables. De manera
similar, solo por que es otoño no es necesario estar turbados y caer
en un agotamiento nervioso. Más bien, considerad las “cuatro
estaciones” constituidas por: circunstancias favorables,
adversidad, desesperación y exaltación; ellas son, en su conjunto,
el escenario de vuestra vida. He aquí lo que hay tras la expresión
“Gran Mente”.
Lo he dicho antes, pero puesto
que es importantísimo quisiera subrayarlo de nuevo. Conducir vuestra
vida sólidamente enraizados en la Gran Mente no significa que os
convirtáis en mudos, ni que la vida esté privada del “escenario”
de iluminación e ilusión, paraíso e infierno, éxito y fracaso o
felicidad e infelicidad.
Sin
embrago vivir con la actitud de que todo aquello que se manifiesta es
vuestra vida es el elemento de estabilidad enseñado por Dōgen
Zenji como shikan-taza.
Es la actitud de quien practica zazen y, al mismo tiempo, la posición
(en el sentido más amplio del término) del hombre del Zen.
Encontramos insoportables el
infierno o la infelicidad y corremos hacia aquí o hacia allá
ansiosos de evitarlos por que nos aferramos muy intensamente al deseo
de felicidad. En oriente ese deseo es representado tradicionalmente
como un demonio que hace de vosotros un juguete, como el gato con el
topo. Sin embargo os hace hervir como en una olla u
os persigue sobre una montaña de agujas. Nosotros huimos
confusos y el demonio nos escarnece aun más por nuestra confusión.
O bien, proponiendo un ejemplo
más moderno; un hombre de negocios fallece y su mujer enferma. El
hijo tiene un incidente de automóvil, el cual le provoca un
agotamiento nervioso. Todas las desgracias parecen venir juntas y,
completamente desesperado, el hombre comienza a luchar para
liberarse.
Sin embargo, puesto que cada
cosa, y por tanto la desgracia también, es nuestra vida, es
esencial, sobre todo en esas circunstancias, afrontar la adversidad
con una actitud ecuánime. Si nos precipitamos en el infierno debemos
convencernos de que el infierno es nuestra casa. Cuando se nos cuece
en el caldero del demonio, precisamente allí debemos hacer zazen.
Cuando somos acosados sobre una montaña de agujas, debemos trepar a
ella voluntariosos, aun a riesgo de la vida. Cuando saltamos con
energía en cualquier cosa que podamos encontrar, ningún demonio
podrá hacer otra cosa que retirarse. ¡Qué forma de vivir!
En el Linji Lu (Fragmentos
de Linji) existe el siguiente fragmento: «El Si Mismo trasciende
todas las cosas. Incluso si el cielo y la tierra se invirtieran, no
tendría ninguna duda, incluso si todos los Budas de las diez
direcciones se me aparecieran delante, no experimentaría ninguna
alegría, incluso si los tres infiernos se abrieran de improviso bajo
mis pies, no experimentaría ningún miedo, por que no experimento
aversión por nada».
Consideramos el paraíso o el
infierno, la iluminación o la ilusión, a todos de la misma forma o,
más claramente, nos arrojamos con toda nuestra vida en cada cosa que
encontramos, y esta es la actitud de vivir el budadharma.
Cuando hemos desarrollado tal
actitud en las confrontaciones de nuestra vida, el significado de la
vida cotidiana cambia completamente; junto con nuestra valoración de
los acontecimientos, las personas y las circunstancias que se
presentan. Puesto que ya no buscamos evitar la ilusión, la
desventura o la adversidad, ni perseguimos la iluminación o la paz
mental; cosas como el dinero o la posición social pierden su valor
anterior. La fama de los hombres o su habilidad para desenvolverse en
la sociedad no tienen ninguna relación con el modo en que los
consideramos seres humanos, ni una certificado de iluminación
impresiona a nadie. Es fundamental y esencial que, mientras
desarrollamos tal visión, nuestros encuentros con las cosas, las
situaciones y los otros asuman un significado totalmente distinto.
El Tenzo Kyokun nos
muestra de forma concreta precisamente como cultivar tal actitud
manejando con cuidado los ingredientes que usamos para preparar las
comidas. No debemos observar las cosas como se las ve comúnmente.
Más bien debemos ponernos frente a todo aquello que se presenta
atribuyendo un significado y un valor completamente distinto a estos
encuentros, viendo cada cosa como nuestra vida. Dice: «Cuando
preparéis el alimento no consideréis nunca los ingredientes desde
una perspectiva ordinaria, ni penséis en ellos solo con vuestras
emociones».
En otras palabras, no debéis
considerar una cosa preciosa solo por que cuesta mucho, ni la tratéis
con rudeza por que sea barata. Continúa: «Cuando hagáis una sopa
con verduras ordinarias, no os dejéis trasportar por sentimientos de
aversión por ellas ni las estiméis en poco. No saltéis de alegría
solo por que os han dado ingredientes de calidad superior para hacer
un plato especial. Por la misma razón por la que no os dejáis
llevar por el gozo de una comida de sabor particularmente bueno, no
hay motivo de experimentar aversión hacía el alimento ordinario».
Los cocineros ordinarios tienden
a preparar el alimento simple con negligencia y el alimento rico
con cuidado. Si practicáis el budadharma en el rol de tenzo
debéis preparar la comida con todo el ardor de vuestra vida y con la
máxima sinceridad.
Si reflexionáis, para todos
aquellos que practicamos el dharma, el Tenzo Kyōkun es un
texto particularmente compasivo. Su enseñanza nos indica cómo
descubrir una vida religiosa extremadamente perfecta con nuestras
actividades cotidianas. El texto continua: «Vuestra actitud hacia
las cosas no debería depender de su calidad. Quién está
influenciado por la calidad de una cosa, o quién cambia su lenguaje
o su conducta según el aspecto o la posición social de la persona
que se encuentra, no es un hombre que obra dentro de la Vía».
Puesto que el Tenzo Kyōkun
nos indica como manejar los ingredientes que debemos usar para
preparar una comida, la primera cosa naturalmente puesta en evidencia
es ser conscientes respecto a los ingredientes y preparar la comida
con todo nuestro corazón y nuestra mente. Sin embargo, si nuestra
discusión se acabase aquí, la enseñanza no sería muy distinta de
las instrucciones dadas a cualquier jefe de cocina. Dando un paso
más, encontramos el corazón del budadharma allí donde no
estamos ya influenciados por el modo en el que los hombres valoran
ordinariamente las cosas, y ya no perdemos de vista la absoluta
unidad de nuestra vida. Tal actitud no está limitada a los objetos,
se extiende a todos los hombres y a las situaciones que se
manifiestan en la vida. Estoy seguro que ahora podréis comprender
porqué me refiero al Tenzo Kyōkun como el “libro de cocina
para la vida”.
Parece que en los seres humanos
exista una tendencia muy fuerte, consiente o inconscientemente, a
humillarse ante aquellos que consideran posibles benefactores y ha
hablar con condescendencia a aquellos que consideran inferiores.
Incluso si la mayor parte de las
personas dependen de alguna organización para la propia
subsistencia, los dirigentes y los personajes mas destacados de tales
empresas se comportan arrogantemente hacia los dependientes. De
verdad son un espectáculo cómico, sin embargo esta situación es la
norma. El Tenzo Kyōkun nos indica que tal actitud está muy
lejos de aquel que intenta vivir el budadharma. Nos aclara
cual debe de ser la actitud de nuestra vida religiosa cotidiana.
Puesto que los fragmentos
siguientes expresan el mismo concepto, quisiera que apreciaseis
completamente cuan vital es no estar manejados por los valores
sociales ordinarios: «Cuando el tenzo recibe los alimentos del kusu
(responsable de la administración en los templos zen, n.d.t.) no
debe lamentarse nunca de su calidad o cantidad, sino que debe manejar
siempre cada cosa con el máximo cuidado y atención. No hay nada
peor que lamentarse del exceso o de la insuficiencia de algo, o de su
calidad inferior[...] Una comida no es necesariamente superior por
que la hayáis preparado con ingredientes de primera calidad, ni una
sopa inferior por que la halláis hecho con verduras ordinarias.
Manejando y eligiendo las verduras, comprometeros con todo el
corazón, con una mente pura y sin buscar valorar la calidad, tal
como prepararíais un banquete esplendido. Los muchos ríos que se
funden con el océano asumen el único gusto del océano, cuando se
funden con el puro océano del dharma no existen ya distinciones como
alimentos refinados o simples, hay solo un gusto, y este es el
budadharma, el mundo mismo tal como es».
En otras palabras, cuando vivimos
hasta el fondo nuestra vida, no hay cosas como superior e inferior,
las circunstancias positivas o negativas, la suerte o la desventura.
Hay solo el único gusto del gran océano de la vida. «De la misma
forma, no juzguéis los monjes como dignos o indignos de respeto y no
consideréis si un hombre ha practicado por poco tiempo o durante
muchos años».
_____________________________________________________
Kosho Uchiyama Rōshi "Istruzioni a un cuoco zen". Cap. V
Traducción y fotografía: Roberto Poveda
En gasshô.
ResponderEliminarEs lo que necesitaba leer en este momento que parece que todo se derrumba. ¿Pero como surge ese entusiasmo, ese coraje, esa lucidez, sin caer en el mismo nudo de desear que tu forma de ver el mundo cambie?
ResponderEliminarEn realidad, si lo pensamos bien, no creo que prefiriésemos las condiciones materiales y sociales de la época de Dogen o de Buda a las nuestras, por muy molesto e injusto que nos parezca (y que sea) lo que nos está tocando vivir.
ResponderEliminarLa primera noble verdad dice que todo lo mundano es, en primera o en última instancia, dukha, sufrimiento. Y todo, quiere decir todo.
Si reflexionamos bien sobre la vía propuesta por el Buda, podemos ver que en realidad no es una vía que pertenezca a este mundo (mundano, discriminatorio, relativo), si bien tampoco es una promesa de otro mundo, de un más allá, como sucede en las otras religiones.
El camino del vacío que lo abarca y lo incluye todo, es decir el camino de zazen, no es un camino hecho para satisfacer nuestras pequeñas y mezquinas ilusiones, sino que es un camino que nos va abriendo a una realidad mucho mas vasta que incluye bien y mal, displacer y placer, ignorancia y sabiduría.
Si lo seguimos, poco a poco podemos ir dándonos cuenta de como el océano de la vida, por usar una vieja metáfora zen, aunque esté superficialmente agitado por olas y por tormentas, en su fondo está tranquilo.
Pero ello no quiere decir que sea fácil, por lo menos para mi no lo es, ni que lleve poco tiempo; requiere la determinación de practicar toda la vida e incluso, para quien crea en esas cosas, durante innumerables vidas. Es decir de practicar sin una meta, o si se quiere decir de otra forma de hacer que la meta de nuestra práctica sea la práctica misma.
Pero es verdad, no es fácil, no nos es fácil.
ResponderEliminarSin embargo, cada día que pasa voy viendo (un poquito) más claro que el despertar a una vida que lo abarca todo también es y pasa, simultanea y paradójicamente, por despertar a los propios límites.
Si, nuestros limites dependen de nuestra comprension del budhadharma.
ResponderEliminarYo lo formularía al revés, nuestra comprensión del budhadharma depende de nuestra comprensión/aceptación de nuestros límites. Limitado e ilimitado son producciones de nuestra mente. El único camino/verdadero-maestro capaz de trascender esto es zazen.
ResponderEliminarAhora estoy preparando las maletas para irme a un "seshin sin juguetes" a Italia; solo zazen, al estilo de Uchiyama (con la única diferencia de que se trata de una seshin organizada por laicos para laicos). A mi vuelta hay algunas citas de Uchiyama sobre lo que decía más arriba que si encuentro el momento traduciré.
Muy bueno, me alegro por ti y por todos vosotros. he intentado hacer aqui algun dia de practica intensiva, y alguno se consiguió, cuando teníamos un dojo de laicos conectados con la AZI. Ahora aqui estan mucho mas organizados haciendolos con la shanga de Denko Mesa. A la gente nos gusta la etiqueta. Me gusta mucho todo lo que viene de Kodo Sawaki. Koshò Uchiyama ha logrado que semillas que contenian hermosas experiencias y comprensiones, brotasen y es a través de éste blog que conecté con Antai-ji, asi es que cada esfuerzo forma una gran corriente que nos lleva a este mar u oceano del zen.
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