miércoles, 17 de octubre de 2012

Observar el mundo sin sostener los valores mundanos. Kosho Uchiyama


Actualmente existen una infinidad de discusiones basadas en la suposición de que todos buscan la felicidad. Quizás ello es debido simplemente al hecho de que los japoneses no saben considerar las cosas de forma racional, pero cualquiera que sea la razón, cada vez que es introducida la rosácea palabra “felicidad” existe la tendencia a presumir incondicionalmente que es algo buscado por todos. Si aceptamos la validez del deseo común de ser felices, deberíamos examinar qué es la felicidad y considerar su opuesto, la infelicidad. Pero no es mi intención discutir ahora qué es la felicidad. Más bien quisiera llamar la atención sobre el siguiente problema: la idea de buscar la felicidad presupone que ahora somos infelices.

En el Budismo no hay espacio para un pensamiento dualista así. En el capítulo precedente he dicho como es imposible intercambiar hasta un pedo y como, finalmente, manifestar vuestra vida, prestando atención a las circunstancias, es la realidad absoluta de vuestra vida misma. Al vivir el budadharma es esencial tal actitud. Generalmente los hombres solo piensan en como mejorar su situación, aunque sea un poco, o en evitar el sufrimiento. Ver las cosas desde la perspectiva del budadharma o de la Gran Mente significa no abandonarnos a tal pensamiento lleno de prejuicios y discriminatorio y persuadirnos de que todo aquello que encontramos es nuestra vida.

Cuando hablo de la Gran Mente en términos de abandono del pensamiento discriminatorio no intento decir que tengamos que volvernos inertes. La vida cotidiana simplemente sería imposible sin discriminar. No hay nadie que no distinga el miso (condimento aromático hecho con soja fermentada, n.d.t.) del kuso (“mierda”, literalmente,n.d.t). Es por ello que en el Tenzo Kyōkun se se pregunta si se separa el polvo del arroz o el arroz del polvo. Evidentemente en la antigua China el proceso de limpieza del arroz no era muy eficiente y quedaban muchas piedrecitas. La primera cosa que debía hacer el tenzo antes de cocinar el arroz era quitar las piedrecitas. A propósito de esto no hay duda de que el alimento es adecuado para el consumo de los hombres cuando el arroz ha sido separado de las piedras. Por tanto, en nuestra vida cotidiana, tenemos que discriminar, pero no debemos olvidar la actitud fundamental sobre la que se basa tal discriminación: todo aquello que encontramos es nuestra vida. Es la actitud de la Gran Mente.

¿Hablando de forma práctica, cómo sucede esto? He citado antes un fragmento del Tenzo Kyōkun en relación con la Gran Mente: “La Mente Magnánima [Gran Mente] es como una montaña, estable e imparcial. Comparándola al océano, es tolerante y considera cada cosa desde la perspectiva más vasta. Tener una Mente Magnánima significa estar ausente de prejuicios y rechazar tomar una posición. Cuando lleváis algo que pesa pocos gramos no lo consideréis ligero y, de la misma forma, cuando debáis transportar muchos kilogramos, no los consideréis pesados. No os dejéis arrastrar por los sonidos de la primavera y no os dejéis entristecer viendo los colores del otoño. Considerad en su conjunto los cambios de estación y calcular la relatividad de ligero y pesado desde una perspectiva amplia. Entonces deberéis escribir, comprender y estudiar el carácter para “magnánimo”.

Generalmente el kilo y el gramo son considerados unidades de medida de peso. Sin embargo la metáfora significa que no debéis dejaros influenciar por los valores de la sociedad, ni emocionaros simplemente por que es primavera, es decir por que os encontráis en circunstancias favorables. De manera similar, solo por que es otoño no es necesario estar turbados y caer en un agotamiento nervioso. Más bien, considerad las “cuatro estaciones” constituidas por: circunstancias favorables, adversidad, desesperación y exaltación; ellas son, en su conjunto, el escenario de vuestra vida. He aquí lo que hay tras la expresión “Gran Mente”.

Lo he dicho antes, pero puesto que es importantísimo quisiera subrayarlo de nuevo. Conducir vuestra vida sólidamente enraizados en la Gran Mente no significa que os convirtáis en mudos, ni que la vida esté privada del “escenario” de iluminación e ilusión, paraíso e infierno, éxito y fracaso o felicidad e infelicidad.

Sin embrago vivir con la actitud de que todo aquello que se manifiesta es vuestra vida es el elemento de estabilidad enseñado por Dōgen Zenji como shikan-taza. Es la actitud de quien practica zazen y, al mismo tiempo, la posición (en el sentido más amplio del término) del hombre del Zen.

Encontramos insoportables el infierno o la infelicidad y corremos hacia aquí o hacia allá ansiosos de evitarlos por que nos aferramos muy intensamente al deseo de felicidad. En oriente ese deseo es representado tradicionalmente como un demonio que hace de vosotros un juguete, como el gato con el topo. Sin embargo os hace hervir como en una olla u os persigue sobre una montaña de agujas. Nosotros huimos confusos y el demonio nos escarnece aun más por nuestra confusión.

O bien, proponiendo un ejemplo más moderno; un hombre de negocios fallece y su mujer enferma. El hijo tiene un incidente de automóvil, el cual le provoca un agotamiento nervioso. Todas las desgracias parecen venir juntas y, completamente desesperado, el hombre comienza a luchar para liberarse.

Sin embargo, puesto que cada cosa, y por tanto la desgracia también, es nuestra vida, es esencial, sobre todo en esas circunstancias, afrontar la adversidad con una actitud ecuánime. Si nos precipitamos en el infierno debemos convencernos de que el infierno es nuestra casa. Cuando se nos cuece en el caldero del demonio, precisamente allí debemos hacer zazen. Cuando somos acosados sobre una montaña de agujas, debemos trepar a ella voluntariosos, aun a riesgo de la vida. Cuando saltamos con energía en cualquier cosa que podamos encontrar, ningún demonio podrá hacer otra cosa que retirarse. ¡Qué forma de vivir!

En el Linji Lu (Fragmentos de Linji) existe el siguiente fragmento: «El Si Mismo trasciende todas las cosas. Incluso si el cielo y la tierra se invirtieran, no tendría ninguna duda, incluso si todos los Budas de las diez direcciones se me aparecieran delante, no experimentaría ninguna alegría, incluso si los tres infiernos se abrieran de improviso bajo mis pies, no experimentaría ningún miedo, por que no experimento aversión por nada».

Consideramos el paraíso o el infierno, la iluminación o la ilusión, a todos de la misma forma o, más claramente, nos arrojamos con toda nuestra vida en cada cosa que encontramos, y esta es la actitud de vivir el budadharma.

Cuando hemos desarrollado tal actitud en las confrontaciones de nuestra vida, el significado de la vida cotidiana cambia completamente; junto con nuestra valoración de los acontecimientos, las personas y las circunstancias que se presentan. Puesto que ya no buscamos evitar la ilusión, la desventura o la adversidad, ni perseguimos la iluminación o la paz mental; cosas como el dinero o la posición social pierden su valor anterior. La fama de los hombres o su habilidad para desenvolverse en la sociedad no tienen ninguna relación con el modo en que los consideramos seres humanos, ni una certificado de iluminación impresiona a nadie. Es fundamental y esencial que, mientras desarrollamos tal visión, nuestros encuentros con las cosas, las situaciones y los otros asuman un significado totalmente distinto.

El Tenzo Kyokun nos muestra de forma concreta precisamente como cultivar tal actitud manejando con cuidado los ingredientes que usamos para preparar las comidas. No debemos observar las cosas como se las ve comúnmente. Más bien debemos ponernos frente a todo aquello que se presenta atribuyendo un significado y un valor completamente distinto a estos encuentros, viendo cada cosa como nuestra vida. Dice: «Cuando preparéis el alimento no consideréis nunca los ingredientes desde una perspectiva ordinaria, ni penséis en ellos solo con vuestras emociones».

En otras palabras, no debéis considerar una cosa preciosa solo por que cuesta mucho, ni la tratéis con rudeza por que sea barata. Continúa: «Cuando hagáis una sopa con verduras ordinarias, no os dejéis trasportar por sentimientos de aversión por ellas ni las estiméis en poco. No saltéis de alegría solo por que os han dado ingredientes de calidad superior para hacer un plato especial. Por la misma razón por la que no os dejáis llevar por el gozo de una comida de sabor particularmente bueno, no hay motivo de experimentar aversión hacía el alimento ordinario».

Los cocineros ordinarios tienden a preparar el alimento simple con negligencia y el alimento rico con cuidado. Si practicáis el budadharma en el rol de tenzo debéis preparar la comida con todo el ardor de vuestra vida y con la máxima sinceridad.

Si reflexionáis, para todos aquellos que practicamos el dharma, el Tenzo Kyōkun es un texto particularmente compasivo. Su enseñanza nos indica cómo descubrir una vida religiosa extremadamente perfecta con nuestras actividades cotidianas. El texto continua: «Vuestra actitud hacia las cosas no debería depender de su calidad. Quién está influenciado por la calidad de una cosa, o quién cambia su lenguaje o su conducta según el aspecto o la posición social de la persona que se encuentra, no es un hombre que obra dentro de la Vía».

Puesto que el Tenzo Kyōkun nos indica como manejar los ingredientes que debemos usar para preparar una comida, la primera cosa naturalmente puesta en evidencia es ser conscientes respecto a los ingredientes y preparar la comida con todo nuestro corazón y nuestra mente. Sin embargo, si nuestra discusión se acabase aquí, la enseñanza no sería muy distinta de las instrucciones dadas a cualquier jefe de cocina. Dando un paso más, encontramos el corazón del budadharma allí donde no estamos ya influenciados por el modo en el que los hombres valoran ordinariamente las cosas, y ya no perdemos de vista la absoluta unidad de nuestra vida. Tal actitud no está limitada a los objetos, se extiende a todos los hombres y a las situaciones que se manifiestan en la vida. Estoy seguro que ahora podréis comprender porqué me refiero al Tenzo Kyōkun como el “libro de cocina para la vida”.

Parece que en los seres humanos exista una tendencia muy fuerte, consiente o inconscientemente, a humillarse ante aquellos que consideran posibles benefactores y ha hablar con condescendencia a aquellos que consideran inferiores.

Incluso si la mayor parte de las personas dependen de alguna organización para la propia subsistencia, los dirigentes y los personajes mas destacados de tales empresas se comportan arrogantemente hacia los dependientes. De verdad son un espectáculo cómico, sin embargo esta situación es la norma. El Tenzo Kyōkun nos indica que tal actitud está muy lejos de aquel que intenta vivir el budadharma. Nos aclara cual debe de ser la actitud de nuestra vida religiosa cotidiana.

Puesto que los fragmentos siguientes expresan el mismo concepto, quisiera que apreciaseis completamente cuan vital es no estar manejados por los valores sociales ordinarios: «Cuando el tenzo recibe los alimentos del kusu (responsable de la administración en los templos zen, n.d.t.) no debe lamentarse nunca de su calidad o cantidad, sino que debe manejar siempre cada cosa con el máximo cuidado y atención. No hay nada peor que lamentarse del exceso o de la insuficiencia de algo, o de su calidad inferior[...] Una comida no es necesariamente superior por que la hayáis preparado con ingredientes de primera calidad, ni una sopa inferior por que la halláis hecho con verduras ordinarias. Manejando y eligiendo las verduras, comprometeros con todo el corazón, con una mente pura y sin buscar valorar la calidad, tal como prepararíais un banquete esplendido. Los muchos ríos que se funden con el océano asumen el único gusto del océano, cuando se funden con el puro océano del dharma no existen ya distinciones como alimentos refinados o simples, hay solo un gusto, y este es el budadharma, el mundo mismo tal como es».

En otras palabras, cuando vivimos hasta el fondo nuestra vida, no hay cosas como superior e inferior, las circunstancias positivas o negativas, la suerte o la desventura. Hay solo el único gusto del gran océano de la vida. «De la misma forma, no juzguéis los monjes como dignos o indignos de respeto y no consideréis si un hombre ha practicado por poco tiempo o durante muchos años».

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Kosho Uchiyama Rōshi "Istruzioni a un cuoco zen". Cap. V


Traducción  y fotografía: Roberto Poveda





7 comentarios :

  1. Es lo que necesitaba leer en este momento que parece que todo se derrumba. ¿Pero como surge ese entusiasmo, ese coraje, esa lucidez, sin caer en el mismo nudo de desear que tu forma de ver el mundo cambie?

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  2. En realidad, si lo pensamos bien, no creo que prefiriésemos las condiciones materiales y sociales de la época de Dogen o de Buda a las nuestras, por muy molesto e injusto que nos parezca (y que sea) lo que nos está tocando vivir.

    La primera noble verdad dice que todo lo mundano es, en primera o en última instancia, dukha, sufrimiento. Y todo, quiere decir todo.

    Si reflexionamos bien sobre la vía propuesta por el Buda, podemos ver que en realidad no es una vía que pertenezca a este mundo (mundano, discriminatorio, relativo), si bien tampoco es una promesa de otro mundo, de un más allá, como sucede en las otras religiones.

    El camino del vacío que lo abarca y lo incluye todo, es decir el camino de zazen, no es un camino hecho para satisfacer nuestras pequeñas y mezquinas ilusiones, sino que es un camino que nos va abriendo a una realidad mucho mas vasta que incluye bien y mal, displacer y placer, ignorancia y sabiduría.

    Si lo seguimos, poco a poco podemos ir dándonos cuenta de como el océano de la vida, por usar una vieja metáfora zen, aunque esté superficialmente agitado por olas y por tormentas, en su fondo está tranquilo.

    Pero ello no quiere decir que sea fácil, por lo menos para mi no lo es, ni que lleve poco tiempo; requiere la determinación de practicar toda la vida e incluso, para quien crea en esas cosas, durante innumerables vidas. Es decir de practicar sin una meta, o si se quiere decir de otra forma de hacer que la meta de nuestra práctica sea la práctica misma.


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  3. Pero es verdad, no es fácil, no nos es fácil.

    Sin embargo, cada día que pasa voy viendo (un poquito) más claro que el despertar a una vida que lo abarca todo también es y pasa, simultanea y paradójicamente, por despertar a los propios límites.

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  4. Si, nuestros limites dependen de nuestra comprension del budhadharma.

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  5. Yo lo formularía al revés, nuestra comprensión del budhadharma depende de nuestra comprensión/aceptación de nuestros límites. Limitado e ilimitado son producciones de nuestra mente. El único camino/verdadero-maestro capaz de trascender esto es zazen.

    Ahora estoy preparando las maletas para irme a un "seshin sin juguetes" a Italia; solo zazen, al estilo de Uchiyama (con la única diferencia de que se trata de una seshin organizada por laicos para laicos). A mi vuelta hay algunas citas de Uchiyama sobre lo que decía más arriba que si encuentro el momento traduciré.

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  6. Muy bueno, me alegro por ti y por todos vosotros. he intentado hacer aqui algun dia de practica intensiva, y alguno se consiguió, cuando teníamos un dojo de laicos conectados con la AZI. Ahora aqui estan mucho mas organizados haciendolos con la shanga de Denko Mesa. A la gente nos gusta la etiqueta. Me gusta mucho todo lo que viene de Kodo Sawaki. Koshò Uchiyama ha logrado que semillas que contenian hermosas experiencias y comprensiones, brotasen y es a través de éste blog que conecté con Antai-ji, asi es que cada esfuerzo forma una gran corriente que nos lleva a este mar u oceano del zen.

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