Sawaki Rōshi a menudo decía: «En la escuela budista theravada cualquier acción es perdonable mientras la motivación sea buena. En cambio, en el budismo mahayana, si el resultado es malo, la acción es injustificable a pesar de las buenas intenciones. Puesto que en el budismo mahayana la práctica global debe de ser buena, no hay lugar para la negligencia». Por tanto la diferencia entre el Theravada y el Mahayana está en el hecho de que para el budismo mahayana la vida es la cosa más esencial.
Por ejemplo, para agricultores aficionados como nosotros, es natural querer que las plantas de los campos crezcan lo más rápidamente posible. Suponemos que lo mejor es echar mucho fertilizante lo más a menudo posible. Pero puesto que las plantas son organismos vivientes, están preparadas para absorber solo un poco; así, por nuestra impaciencia, terminamos por quemar las raíces. En ese caso, a pesar de nuestras buenas intenciones de hacer crecer rápidamente las plantas, el resultado es desastroso, ¡acabamos matándolas! En cambio, en el budismo theravada, puesto que la motivación era buena, la acción es considerada buena incluso si las plantas mueren. En cambio, en el budismo mahayana, puesto que nuestro interés se centra sobre la vida, incluso si matamos estúpidamente las plantas por falta de conocimiento, la acción es considerada mala a pesar de la intención de hacerlas crecer.
Es un campo en el que debemos apreciar el espíritu de las enseñanzas mahayana, y comprender el significado y la importancia más profunda del vivir. Destruir las cosechas por el exceso de fertilizantes es una cosa, pero me pregunto si no existe hoy una situación similar respecto a la educación infantil. Últimamente se ha puesto de moda en Japón la expresión “madre maníaca de la educación”, por ello no creo que mi preocupación sea excesiva. Hoy en día podemos proveernos de muchas cosas apretando simplemente un botón o girando un interruptor. Continuamos día tras día maniobrando maquinarias y trabajando con cosas que están en si mismas privadas de vida y no examinamos casi nunca con atención aquello que está realmente vivo.
En la dietética el menú se fija en base al calculo de las caloría contenidas en cada alimento, y por tanto sumando las calorías suficientes para un día. Existen miles de personas incapaces de ver más allá de su propia nariz que siguen fielmente y a la letra tales libros sobre la alimentación, pensando conformarse perfectamente con los conocimientos mas recientes en el campo de la dietética. Pero, desde el punto de vista de la vida en sentido budista, no hay nada más arriesgado. El estomago humano es un organismo vivo, no una probeta. Es ciertamente posible obtener la medida que deseáis combinado tanto gramos de varias sustancias químicas y mezclándolas en una probeta, pero es irracional esperar que el estomago reaccione adecuadamente a simples igualdades matemáticas, como 1+1=2. En primer lugar, los seres humanos tienen un apetito, como también una capacidad de digerir y absorber los alimentos, que varía según la constitución física de cada uno. Es ridículo prestar tanta atención a aquello que escriben hoy muchos de los llamados dietólogos, es decir que una determinada cantidad de alimento es suficiente por que, en base a algunos cálculos, contiene tantas calorías. Por mucho que se diga sobre la necesidad mínima media suficiente del niño o del adulto “normal” es absurdo forzar a alguien a comer aquella cantidad si no tiene apetito. Es muy probable que forzando a alguien a comer lo ayudéis a arruinar todo su aparato digestivo. O, desde otro punto de vista, si cogemos a aquellos dotados de un organismo que simplemente no está en condiciones de absorber todas las substancias nutrientes del alimento que comemos, incluso si la dieta provee la cantidad suficiente de substancias nutrientes, en realidad no se alimenta bastante. Por ello no es ilógico esperar resultados como 5+7=10, o incluso 2+3=-10.
La ciencia contemporánea muy a menudo no considera la vida de cada individuo, sino que más bien tiende a ver todas las personas como un bloque. A=A y un ser humano es un ser humano. Intentar aplicar un cierto estándar científico uniforme a cada individuo es verdaderamente una forma demasiado sumaria de tratar a las personas. Sinceramente, me pregunto si la ciencia no será en realidad una gran superstición del siglo veinte, como también su más gran tragedia.
Hoy en día las librerías japonesas están repletas de enciclopedias, antologías y libros didácticos para los niños. Cuando yo era niño mi padre compró para mi hermano y para mi una colección completa de literatura infantil que comprendía cuarenta o cincuenta volúmenes. Sin embargo, leímos tan solo uno o dos, mientras que el resto se quemó en el gran terremoto de Kantō de 1923. En aquella época simplemente no estábamos preparados para absorber y digerir tanta comida. Por otra parte, mi padre había contratado para nosotros un enseñante privado desde la escuela elemental hasta la escuela media inferior. En aquellos tiempos eso más bien estaba fuera de lo común. Cuando hoy lo vuelvo a pensar, no creo que haya sido de hecho una buena idea, porque alimentó tan solo un sentido de dependencia, Y ello por que estábamos constreñidos a estudiar antes de que se suscitase realmente nuestro deseo de saber.
Cuando veo todas esas antologías de literatura infantil junto con la contratación de enseñantes privados, hoy convertida en tan popular, me preocupa que sirvan solo para satisfacer a las “mamas maníacas de la educación”, que no tienen en cuenta la capacidad de los propios hijos de absorber y digerir tanto material, sobre todo por que la mayor parte de ellos tan solo destruye el deseo de estudiar del niño y anima un sentido de dependencia de los otros. Las máquinas pueden funcionar bien de conformidad con vuestros cálculos, pero tenéis que reconocer que la vida, en su más vasta dimensión, es ciertamente capaz de dar un resultado de hecho contrario a aquel calculado.
En el Tenzo Kyōkun leemos los siguientes párrafos: «No estéis distraídos en vuestras actividades, ni tan absortos por un único aspecto como para olvidar los otros... Los estudiantes futuros deben estar en condiciones de comprender aquel aspecto de aquello, como también este aspecto de aquél. Practicando con un esfuerzo intenso, usando toda vuestra habilidad, estaréis en condiciones de aferrar el Zen auténtico que trasciende la superficie de los caracteres. Si actuáis de otra forma terminaréis solo siendo desviados a un Zen contaminado de diversas formas, que os impedirá preparar con destreza los alimentos para la comunidad».
Hay muchos ejemplos actuales de cómo dedicarse a un único aspecto lleva a perder de vista la totalidad de la vida. En primer lugar , está la ciencia moderna como panacea de todos nuestros problemas . Después viene el fanatismo de las así llamadas “nuevas religiones” (un fenómeno que fundamentalmente ha venido a continuación de la “2ª guerra mundial en Japón) y, por fin, está la violencia de los movimientos radicales estudiantiles surgidos en Japón entre los años 1960 y 1970.
Creo que uno de los factores determinantes de tales problemas ha estado en la instrucción que podríamos definir “escoge-la-respuesta-adecuada” recibida particularmente y en larga medida por las nuevas generaciones, una instrucción que da escasa importancia a las facultades creativas, intuitivas y mentales de cada uno. Por ejemplo: “¿En cual de las siguientes crees? (Escoger una): Soka Gakkai, Torre de Guardia, Yoyogi/anti-Yoyogi [dos grupos radicales estudiantiles activos en Japón hacia el final de los años 60]”. Las cosas son separadas en blanco y negro. Hay poso deseo de examinar y discutir los problemas en la mesa. Y un escasísimo deseo de acrecentar el propio conocimiento. Desafortunadamente, tal imposición del fanatismo propio a los otros parece en aumento. La mente de esos jóvenes ya es senil, en el sentido de que se ha cristalizado sobre las ideas de los demás.
Es esencial que dediquéis vuestra energía a la totalidad de la vida, antes de ser arrastrados por un aspecto singular o un punto de vista singular de una situación dada.
Godō Nakanishi describe en un libro el modo en el que los pájaros incuban. Cuando la hembra calienta los huevos, de tanto en tanto se levanta, los gira con el pico y se sienta de nuevo. Si calienta un solo lado y deja frío el otro, los huevos no estarán bien incubados. Sin embargo, parece que no gira los huevos por que piense conscientemente que ese es el modo de hacerlo bien, sino más bien por que sentando el abdomen sobre los huevos este se calienta mucho y parece que los gira para refrescarse, apretando el abdomen sobre el otro lado, relativamente fresco.
Nuestra pasión por la vida opera del mismo modo. Si vuestra pasión abraza la totalidad de la vida, buscad naturalmente aquello que está frío y tiene necesidad de cuidado. Tal sentimiento de pasión que nace espontáneamente es la actividad o la función de nuestra vida.
A menudo el fanatismo nos impide ver y tener cuidado de nuestra vida en su dimensión más vasta y esconde nuestra pasión por ella. El fanatismo político, filosófico, como también el seguir con devoción ciega cualquier nuevo descubrimiento o conocimiento de una único aspecto de una materia dada. No es que los nuevos descubrimientos o conocimientos sean negativos por si mismos, pero la fe y la devoción ciegas hacia cualquier cosa particular llevan finalmente al ahogo de la vida como totalidad. Debéis considerar todo aquello que aprendéis desde el punto de vista de la vida del Si Mismo: «Los estudiantes futuros deben estar en condiciones de comprender aquel aspecto de esto, como también este aspecto de aquello». Cuando vuestras acciones se originen de la totalidad de la vida, estaréis en condiciones de entender la pasión que trabaja en todas las cosas y se mueve constantemente en dirección a la vida. Solo ahí podréis encontrar las máxima estabilidad para vuestra vida. Este es definido también como ichimi zen, o Zen auténtico. Si no conseguís ver la vida como un todo, estaréis atrapados por concepciones o filosofías limitantes, o por un fanatismo ciego. En el Tenzo Kyōkun esto es definido como «ser desviados por un Zen contaminado de distintas formas», que os vuelve incapaces de actuar con destreza para preparar o guiar la vida del Si Mismo.
La cualidad o naturaleza del zazen enseñado por Dōgen Zenji es una estabilidad en la que la vida se convierte en simplemente la vida. Al mismo tiempo, en el Tenzo Kyōkun nos instruye sobre una actividad con la que la vida realiza la vida.
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Kosho Uchiyama Rōshi "Istruzioni a un cuoco zen". Cap. VII
Traducción: Roberto Poveda
Fotografía: Avalokiteshvara, Internet.
Hola, Roberto. Leyendo tus traducciones, te recomiendo que consigas cuanto antes la edición italiana del "Tenzo Kyokun" de Forzani. Quizás puede serte de utilidad. Un saludo.
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ResponderEliminarGracias Angst, conozco el texto. No descarto, incluso, que en un futuro aparezca por aquí algo del libro que comentas.
ResponderEliminarYo andaba pensando en subir pasajes de esta edición al blog. Consta fundamentalmente de una traducción del texto y de un comentario (casi una glosa) de Jiso Forzani. Al final, viendo lo mal que se reciben las traducciones, los comentarios, las glosas y todo lo demás, creo que prefiero guardármelo como un pequeño tesoro. Espero que estés bien.
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