La compasión y el camino de paz
La compasión no es, en el budismo, una afirmación de principio, una virtud moral, algo por lo que cual estoy más o menos en sintonía con otros seres; la compasión es verdaderamente la fe que se hace experiencia y la experiencia que reconduce a la fe de que todo cuanto sucede es parte integrante de mi vida y por tanto no hay nada distinto de mi, que esté fuera de mi vida. A medida que esta comprensión, esta fe, esta experiencia, se profundizan, más se transforma esta en comportamiento. No es nunca una afirmación voluntarista de carácter exclusivamente moral. La compasión es una necesidad, un hecho. En mi vida está todo, por tanto yo soy responsable de toda la vida.
Mientras que las visiones -budista y cristiana- son muy distintas, aquí están los verdaderos puntos de contacto. Es en la fe donde todo esto se realiza, se experimenta; porque yo no podré verificar nunca en sentido científico que mi vida abraza todo, pero con el ojo de la fe comprendo que no existe nada que me sea indiferente, que sea distinto a mi. Todo, tanto el bien como el mal, toda la experiencia de la vida pasada, presente y futura está al interior de mi vida, y ahí está la experiencia de la fe que lo abraza todo, como en la experiencia de la resurrección de Cristo. Lo mismo vale para el significado de la responsabilidad individual. En términos cristianos hacer la voluntad de Dios quiere decir comprometer mi vida para que aquello a lo que me abro se convierta en realidad concreta en la historia. Desde el punto de vista budista, el hecho de que mi vida abraza todo quiere decir que verdaderamente no hay nada que no me concierna, que no sea algo de mi vida. No existe una alteridad, está todo en el sí mismo. Pero si nosotros no comprendemos verdaderamente qué es este sí mismo, se corre el peligro de que se convierta en una especie de súper-ego más o menos presuntuoso. Este es el gran mensaje del budismo: la apertura de la fe del corazón en la que mi vida abraza todo. Es así que la diferencia entre tu y yo cae, no digo tú a nadie, por que cada tú es parte de mi vida. Es un camino que no terminará, no habrá nunca un momento en el que podamos considerar que hemos llegado. De hecho la gran palabra del “gran vehículo” es la renuncia a cultivar una idea de despertar exclusivamente individual, de iluminación únicamente personal, es necesario entender el despertar como despertar de todo. Mientras que la última hoja de hierba no haya entrado en el nirvana, yo renuncio a entrar en el nirvana. Esto debería hacer callar a tantas teorías que identifican el nirvana con el retiro, el desinterés, la separación. Ciertamente hay separación, pero de la idea de sí mismo como algo separado del resto. Estos son los grandes puntos de contacto en los que visiones muy diferentes pueden verdaderamente interactuar. Encontrar aquella paz fundamental en la que todo se fecunda.
Se dice que el budismo es la religión del no-yo, pero el riesgo que se corre es que este no-yo se convierta en una especie de súper-yo. Sin embargo, bien entendido, precisamente es eso la caída de la barrera, de la separación; por lo que sucediendo todo al interior de mi experiencia de vida, cuido cada cosa como un elemento de mi vida. Por tanto el budismo, aun siendo una religión universal, nunca se ha propuesto influenciar en los eventos históricos, mientras que el cristianismo tiene esta necesidad de ocuparse de las vicisitudes de los seres humanos entendidos como colectividad. Por lo que el testimonio de paz, de compasión del budismo comienza antes que nada por aquello que es inmediatamente mi prójimo (es un término que existe también en el budismo) alargando poco a poco mi concreta sensibilidad a todo aquello que mi vida abraza. Es de este tipo de paz que el budismo se ocupa.
El zen (y el zazen)
¿Qué quiere decir esto concretamente? ¿Sobre qué se funda esta profundización de la experiencia de que mi vida abraza toda la vida? El elemento concreto concreto que yo experimento, que hace que esta fe se convierta en experiencia es la práctica de la meditación (incluso si el término meditación es impropio). Zazen está formado por dos ideograma: za que significa “estar sentados”, y zen. Es importante estar sentados. Porque me siento en el despertar de Buda, mi vida, mi cuerpo están ya allí y por tanto no debo concentrarme sobre esto o aquello, sino que simplemente en el silencio, en la inmovilidad, me abro y me abandono a la vida universal que hace vivir mi vida. En un cierto sentido restituyo mi vida a la vida universal y ahí experimento todo aquello que importa. No se trata de partir de una concepción determinada, incluso en lo que tiene que ver con la paz. La paz es estar sentado en el zen. El zen es una tradición del budismo, pero fundamentalmente es algo más originario, es la experiencia de la relación con la raíz de la propia vida. El ideograma “zen”, transcripción de la palabra china “chan”, quiere decir meditación profunda; sin embargo el budismo se ha modificado mucho respecto a la tradición originaria y aquello que era llamado meditación profunda y que hoy se llama zen no es ya la misma cosa, porque ha alcanzado la comprensión de que no hay nada sobre lo que meditar. Zen es verdaderamente aquella relación total con la fuente de mi vida en la cual yo estoy en cualquier instante, por lo que no debo hacer nada más que estar completamente donde estoy. La inmovilidad, el silencio, la apertura del corazón, el abandono de los pensamientos, eso me reconcilia, me vuelve a conectar con el fundamento de mi vida. Aquí encontramos todo y a todos. Este estado es descrito justamente como la paz del corazón, que no es la cesación de los conflictos, no es la antítesis de la guerra, igual que la vida no es el opuesto de la muerte (mientras hay vida todo es vida, mientras hay muerte todo es muerte). Existe un texto que dice: no es que la vida se convierta en muerte y después la muerte se vuelva a convertir en vida, no hay una vida opuesta a la muerte como no es que la primavera se convierte en verano; cuando es primavera es toda primavera, cuando es verano es todo verano. Solo en esta visión encontramos la paz, la paz originaria antes de que nazca la dicotomía guerra/paz.
En el Evangelio, cuando Jesús dice: “vosotros creéis que yo he venido a traer la paz, pero yo he venido a traer la guerra”, se sobreentiende aquella paz más grande que pone en crisis y vence a todas nuestras pequeñas paces, todas la pequeñas paces que son el opuesto de la guerra, que se basan sobre el conflicto. De esta manera, experimentar la paz originaria en la propia vida es la práctica que el zen propone, y estar sentado en silencio es la más auténtica contribución a la paz que el zen da, porque es experiencia que se puede hacer incluso aquí. Dejar ir los conflictos, también concretamente, estar sentado de frente a mi vida, en mi vida, en mí mismo, durante un cierto período de tiempo; es una práctica concreta, a hacer con el cuerpo. Es así como yo experimento todos los conflictos, todas las ansiedades, todos las agitaciones, comenzando por las pequeñas grandes cosas de mi vida, hasta los grandes dramas de la historia. Restituyo todo a aquel fundamento del que todo nace y del que nace un práctica de vida que es una práctica de paz. Porque aquello que renace es aquello que nace después de esta experiencia de abandono. Esta es la verdadera contribución del zen.
Cada tanto, incluso en encuentros de alto nivel con representantes de otras religiones, pienso que la verdadera contribución sería aquella de decir “ahora sentémonos y experimentemos verdaderamente que en el fondo de nuestra experiencia de vida existe esta puerta de la paz”. De ahí, después, comienza una acción concreta. El zen habla de esta dimensión de pasar de la práctica de la meditación a la aplicación concreta de esta experiencia. De nuevo aquel salto, por el cual de la fe se pasa a la experiencia, de la experiencia a la fe (es decir confianza, certeza) de que todo participa de esta realidad y que por tanto de verdad podemos testimoniar esta realidad.
Los tres “corazones”
Tres son las actitudes del corazón que el zen propone y que están identificadas con tres ideogramas. El primero es el corazón grande, el segundo el corazón de la persona anciana, madura, el tercero es el corazón de la alegría, y son las actitudes que en la vida cotidiana cada uno de nosotros debe manifestar. Obteniendo impulso y fuerza de aquella práctica del estar sentados en silencio que después ilumina toda la vida.
El corazón grande, magnánimo. Aquí grande no es lo contrario de pequeño, grande es cada uno de nosotros cuando es verdaderamente sí mismo, grande es una pulga cuando es una pulga, es una galaxia cuando es una galaxia. En el mundo de las pulgas está todo, como en cada gota individual de agua está todo el universo, que no es más pequeño que el universo contenido en una estrella. Cada uno a su manera grande, si es sí mismo hasta el fondo, si verdaderamente vive hasta el fondo aquella relación con su vida como expresión, manifestación, forma de la vida.
El corazón del viejo. Hay quien dice el corazón de los padres, pero yo pienso en el anciano, en el abuelo que tiene hacia el nieto una relación menos involucrada que la del padre (por ejemplo desde el punto de vista del orgullo personal, del deseo de ver que el hijo realiza sus aspiraciones). Este corazón de la persona anciana que tiene una relación de afecto, de ternura con todas las cosas, por la que cada cosa es parte de su vida y tiene aquel cuidado delicado que no tiene segundas finalidades.
El corazón de la alegría es el más difícil de comprender, pero creo verdaderamente que ahí esta el signo de la fe. Existe un texto del maestro Dogen, que es el fundador de la escuela budista de la que soy parte, que dice: “Cada cosa canta la verdad”. Parece una máxima franciscana. La alegría esta allí, cuando cada cosa es sí misma y la manifestamos como grande en esta relación de afecto y de ternura en la que de cada cosa brota alegría. Cuando mortificamos esta relación con nuestra vida, que después es relación con la vida de los demás, entonces la alegría se extingue y ya no sentimos que cada cosa canta la verdad. Actitudes concretas son la propuesta de comportamiento que el zen propone.
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Extracto del libro: La Compassione Budhista. Il Perdono Cristiano. Ed Pazzini, 206
Autores: Luigi Accatoli y G. Jiso forzani
Traducción; Roberto Poveda
Fotografía: Yegua con su potro, Menorca. Roberto Poveda
Con este texto parece que se aclaran todas las dudas que pudiera haber acerca del texto anterior. ¡Que buen Karma tenemos de poder leerlo tan claro! Gracias.
ResponderEliminarEs muy grato ver queestemos embrcados en el mismo barco. El Dharma es enorme y no se puede estudiar todo, ni tampoco es necesario y repito, es imposible hacerlo. pero un aspecto del Dharma bien comprendido y vivido cada instante es la totalidad de El. El enfoque de Koshô Uchiyama y su discipulo el reverendo Shohaku Okumura han dado descanso y hiorizonte a mi practica y entendimiento. La vida soy yo y yo soy la vida, todo se manifiesta en el Ser cuando uno se ha olvidado de ser. El cazador que abandona la presa porque no existe la presa. El es el cazador y la presa. No hay nada, solo la vida, la existencia aqui y ahora.
ResponderEliminarLa paz del corazón,no es la cesacion de los conflictos ni la antitesis de la guerra,la vida no es lo opuesto a la muerte,(mientras hay vida todo es vida, mientras hay muerte todo es muerte).Hola a todos me gustaria que "si se puede"explicaseis el significado de este escrito,tengo la sensacion que es tan obvio,que se me escapa.Gracias
ResponderEliminar"La paz del corazón no es la cesación de los conflictos ni la antitesis de la guerra".
ResponderEliminarMientras consideramos que somos aquello que nuestro pensamiento discriminante elige o rechaza, nos movemos en el mundo cambiante del me gusta-no me gusta, paz-guerra, placer-displacer, bueno-malo. Todo eso es cambiante, perecedero, a la postre insatisfactorio e incapaz de proporcionar una paz duradera que no dependa de las condiciones. Lo que juzgamos hoy como deseable, otro lo puede considerar indeseable, incluso nosotros mismos pasado mañana.
Si embargo, a traves de la práctica de zazen, podemos descubrir, o cuando menos vislumbrar, la existencia de una realidad más amplia que aquella limitada por nuestro pensamiento discriminate, una realidad que lo abarca todo, en la que no existe elección ni rechazo, que es simplente así, tal como es, y que está en completa calma, en completa paz por que no se define frente a nada ni contra nada, sino que lo abraza todo, incluido nuestro pensamiento discriminante y nuestras contradicciones y nuestros caprichos y rechazos cambiantes.
Por hacer una analogía, nuestro pensamientos son como frases que vamos escribiendo en una hoja de papel. "Me gusta esa mujer", "odio a mi jefe", "creía que mi cuñado era un imbecil pero ayer descubrí que en realidad no era así", "me han despedido y estoy angustiado", "creía que aquellos picores podían ser un cancer pero solo es eccema", "por fin llueve y mis olivos se regarán, que se iban a morir de sed", "vaya mierda, está lloviendo", "hoy hace un día fantástico", etc. etc. La realidad en cambio que lo abarca todo es aquello en lo que casi nunca nos fijamos, pero que permite sin embargo esas pequeñas alegrías y tristezas cotidianas, que van y vienen, es precisamente la hoja en blanco que las acoge todas.
Esa realidad trascendente a nuestras limitaciones la tocamos durante zazen entre un pensamiento y otro, en el espacio de silencio que nuestros pensamientos corrompen continuamente, pero que permanece siempre, amistoso y amante allá abajo, en lo hondo, acogiendolo todo.
El texto habla de la fe por que ese espacio más vasto es algo a lo que, por definición, no podemos llegar con nuestro pensamiento, sino solo confiándonos, abandonos a él, pero sin embargo está ahí, y si confiamos en él nos acoge y nos hace participes de una paz inalterable, por que está más alla de toda dualidad.
Tradicionalmente en el zen se usa una metafora: "Aunque la superficie de oceano pueda estar agitada por las olas y las tormentas, en lo hondo el oceano permanece calmo".
No se si he logrado aclarar algo, pues lo que hay que aclarar en realidad está más alla de lo aclarable por medio de las palabras, tratandose de algo que es solo posible ir aclarando a traves de la práctica confiada, humilde, cotidiana, silenciosa; en un caminar sin fin, pues su fin es el propio camino en si.
Bien empezamos, la compasion no es mas que un sentimiento del alma donde se intyegra en el universo dejando que brote toda clase de vida.
ResponderEliminarNos interactuamos dejando de un lado el ego, este no quiere que sean las cosas asi poniendonos trabas impidiendonos que seamos uno en el todo y notolera la unidad.
en sintesis es vivir con todo lo que nos da la vida por simple que sea sin intervenir en su desarrollo ya que este es el mio como el mio es el desarrollo del universo, suena raro pero si reflexionamos vemos , sentimos y oimos diferente cuando nos avazaya el ruido la prisa la desunion , pero si paramos un instante solo un instante , donde escuchemos a nuestro corazon. todo es uno. y uno es todo
Gracias por tu visita y por comentar Ramiro
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