«Estudiar la Vía del Buda es estudiarse a si mismo. Estudiarse a si mismo es olvidarse de si mismo. Olvidarse de si mismo es ser concretado por todas las cosas. Ser concretado por todas las cosas es dejar caer el cuerpo y mente de si mismo y el cuerpo y mente de los demás. Hay un rastro de la realización que no puede ser aferrado. Expresamos continuamente este inatrapable rastro de realización».
Dogen. Genjokoan, § 6.
Estudiar la vía del buda es estudiarse a si mismo
Este es el tema más importante de las enseñanzas tanto del Buda Shakyamuni como de Dōgen Zenji. En uno de los primeros textos budistas, el Dhammapada, el Buda afirma: «El yo es el único fundamento del yo».
¿Qué significa esto realmente? Quien dice: “Estudio la Vía del Buda”, probablemente se ve a si mismo como un cierto individuo que estudia algo objetivo llamado “la Vía del Buda”. En este caso “yo” es el sujeto y “la Vía del Buda” es el objeto; la persona que se identifica con “yo” quiere entender y poseer “esa cosa”. Así interpretamos habitualmente la frase “Yo estudio esto”.
La palabra japonesa que se ha traducido con “estudio” es narau (習う). Narau deriva de nareru (慣れる), que significa “habituarse a”, “adquirir familiaridad con”, “adiestrarse en”. Por tanto narau significa algo más que el simple estudio intelectual de una cosa.
El carácter chino para narau es 習. La parte superior del kanji (羽) representa las alas de un pájaro y la parte inferior (白) significa “si mismo”. Por tanto narau significa estudiar algo como un pájaro joven “estudia” el vuelo con sus padres. El pájaro joven posee desde el nacimiento la potencialidad de volar, pero debe de observar a los padres para aprender a ponerla en acto. El pequeño los observa y lo intenta muchas veces hasta que finalmente sabe volar como los padres. Este el el significado original de “estudiar” en la frase de Dōgen “estudiar el si mismo”. Es un tipo de estudio que no es exclusivamente intelectual, si bien de forma natural los seres humanos en el proceso de aprender usan el intelecto. Pero la acumulación de conocimientos por si sola no basta para aprender a volar, es decir no es suficiente para vivir de forma sincera y auténtica. De la misma forma que el vuelo es la actividad esencial que caracteriza a los pájaros (con excepción de los pinguinos y las avestruces), estudiar el yo es la actividad esencial que nos vuelve seres humanos. El ser humano es un ser vivo que debe estudiar el yo para convertirse en completamente humano.
Cuando estudiamos el yo de esta forma no podemos considerarnos el objeto de nuestro estudio, debemos más bien “realizar” nuestro yo. Debemos practicar con todo el cuerpo y la mente, y la investigación intelectual, si bien es importante, es solo una pequeña parte de este estudio.
También cuando decimos: “Estudio la Vía del Buda”, todavía existen un sujeto y un objeto separados. Es una forma errónea de pensar y un problema de base que nos impide a nosotros, seres humanos, ver la realidad tal como es. Cuando practicamos verdaderamente la Vía del Buda o estudiamos verdaderamente el yo, no existe separación entre el “yo”, el “si mismo”, “la Vía del Buda”, “el estudio” y “la práctica”. Cuando estudiamos de forma auténtica el si mismo, el “yo” es el si mismo, y no existe ningún “yo” separado de la actividad del estudio. Sujeto, objeto y actividad son una única cosa. Sin embargo, cuando pensamos o hablamos recorremos a conceptos, y así estamos constreñidos a decir: “Estudio el yo” o “Estudio la Vía del Buda”. Por tanto el punto importante es que debemos estudiar y basta, practicar y basta. En la acción de practicar o de estudiar y basta, se manifiestan tanto “el yo” como “la Vía del Buda”. Continuad estudiando, practicando y manifestando. Esto quería decir Dōgen Zenji cuando escribe en el párrafo 5:
«Cuando los budas son de verdad budas no tienen necesidad de sentirse budas, sin embargo son budas iluminados y continúan realizando buda»
En la vida cotidiana decir “bebo agua” funciona, es la manera en la que nos comunicamos con los demás. Cuando digo: “Quiero beber un vaso de agua”, expreso aquello que quiero y alguien puede traérmelo. No existe ningún problema en comunicaciones similares en el plano de la vida social convencional. Pero cuando hablamos en términos de Budadharma debemos de ir más allá de las palabras, conceptos, lenguaje y lógica, con el fin de liberarnos del problema de la separación entre sujeto, objeto y actividad. Sin embrago ello no quiere decir que debamos parar de pensar y ver las cosas de alguna manera insólita y misteriosa. En otros términos, la realidad de nuestra vida es bastante obvia y ordinaria, pero apenas comenzamos a hablar, perdemos su naturaleza verdadera, vital e inmediata.
En la práctica simplemente nos sentamos con el cuerpo y la mente en el zendo, y también aspiramos a practicar la Vía del Buda en las actividades exteriores al zendo. En el practicar la Vía del Buda no existe separación entre el yo que estudia el yo y el yo que es estudiado por el yo. No existe algo como el yo separado de nuestra actividad. Dōgen Zenji define este si mismo jijuyū zanmai, un término que Sawaki Kōdō Rōshi interpreta como “el si mismo produce el si mismo con el si mismo”.
Para ilustrar este punto podemos pensar en la relación entre quién corre y el acto de correr. Cuando reflexionamos sobre ello nos damos cuenta de que ningún corredor está separado del acto de correr: un corredor y el correr son la misma cosa. Si el corredor está separado del correr, no está corriendo. En ese caso, ya no puede ser llamado corredor, por que un corredor es definido como “aquel que corre”. El gran maestro hindú Nagarjuna utiliza este ejemplo en su exposición de la vacuidad y en la negación de una esencia fija, permanente y fundamental que “posee” el cuerpo y la mente.
Correr, como también sentarse, comer, beber y respirar son acciones comunes. Pero cuando decimos: “No existe ningún 'yo' fuera del correr”, o bien “Correr sin corredor”, nos parece hablar de algo misterioso. Pero es erróneo considerar de esa forma las enseñanzas de Nagarjuna o de Dōgen. Estos maestros buscan expresar una cosa completamente común de forma realista y sin alterarla. Con esa finalidad recurren a palabras que se niegan a si mismas de manera que revelen la realidad más allá de los pensamientos.
Cuando practicamos la Vía del Buda, no existe ningún yo, ninguna Vía del Buda, ningún otro. Esto porque el yo, la Vía del Buda y los otros trabajan juntos como una única cosa. Aquello que llamamos “nuestras acciones” es en realidad el trabajo completo del yo, de los otros seres y de los objetos. Por ejemplo, quién conduce un automóvil piensa en si mismo como el sujeto y en la máquina como objeto. Pero en realidad no podemos conducir sin un automóvil, nos volvemos conductores o pasajeros tan solo con un automóvil y el automóvil puede expresar su completa función de medio de transporte tan solo cuando alguien lo guía. Los automóviles influyen sobre nosotros tanto psicológicamente como materialmente. Por ejemplo, conducimos de forma distinta según el estilo o el valor del automóvil. Las sensaciones y la actitud de quién guía una vieja furgoneta de poco valor y llena de basura probablemente sean completamente distintas de las sensaciones y de la actitud de quién conduce una máquina nueva y lustrosa con una persona importante a bordo.
El automóvil nos puede permitir viajar de forma cómoda y veloz pero si se estropea llegar al destino nos podría costar incluso más cansancio. Reparaciones, carburante y seguro pueden comportar una presión financiera y convertirse en una verdadera carga. Por tanto, en un cierto sentido, el automóvil nos posee y nos moldea tanto como nosotros lo poseemos y lo controlamos, en realidad la acción de conducir puede manifestarse solamente por la acción conjunta de una persona y de una máquina. Influencia reciproca e interconexión no son realidades válidas solamente a través de una práctica “especial” realizada por un grupo de los denominados como “budistas”, son de hecho la forma de operar de todos los seres en el ciclo del origen interdependiente.
La Vía del Buda incluye tanto al si mismo como a los objetos. Comprende tanto a las personas que practican como a su práctica. En realidad son una única cosa. Es muy difícil de explicar, sin embargo es una realidad de la vida obvia, no tan solo un estado o una condición especial de los conocidos como “iluminados”. También cuando no nos damos cuenta, yo, acción y objeto funcionan juntos como una realidad única, por tanto no debemos entrenarnos para convertirlos en una única cosa en nuestra mente. Si yo, acción y objeto fuesen verdaderamente tres cosas separadas, no podrían convertirse en una. La verdad es que son siempre una realidad única, independientemente de aquello que hagamos o pensemos.
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Shoaku Okumura, Genjōkōan, Una chiave per la comprensiones dello Shōbōgenzō di Dōgen.
Ubaldini Editore, Roma 2012
Traducción y fotografía: Roberto Poveda Anadón
uf, leyendo esto no puedo evitar que se me ericen los cabellos.
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