En octubre de 2010 se celebró en la Gendronnière, el templo fundado en Francia por Taisen Deshimaru, un encuentro cuya temática versó sobre las perspectivas del Zen en Europa.
Tras una primera etapa de contacto con las fuentes japonesas desde la cual habían apenas transcurrido unas pocas décadas, es decir un tiempo cortisimo en tèrminos históricos, el Budismo Zen en vez de entrar en un proceso de inculturización religiosa que le hubiese dotado de una nueva y fresca expresión acorde con el nuevo mundo en el que acababa de desembarcar o, más bien, en el proceso de búsqueda de esta expresión, había sin embargo empezado ya a adquirir visIblemente los rasgos de una iglesia vieja, cansada y dogmática. Su discurso y su práctica se habían convertido, y en buena medida siguen igual, si no peor, en la repetición esclerotizada de una serie de dogmas, relatos y gestos filojaponeses únicamente adecuados para ofrecer a sus practicantes un aparente refugio temporal frente al mundo en el que debemos vivir, nosotros occidentales contemporaneos; es decir se había convertido en una especie de pseudo-huida circustancial en vez de mostrar el camino que lleva no a huir del mundo, sino a vivir libres dentro del mundo y a la vez liberados del dolor del mundo.
Aquel encuentro, que reunió a una gran parte de "líderes" del zen europeo, pudo haber marcado simbólicamente un punto de inflexión en la trayectoria de la implantación del Budismo Zen en Europa. De hecho suscitó una serie de reflexiones y escritos críticos, antes, durante y después con la situación que estaba cristalizándose, algunos de los cuales ya publicamos anteriormente pero que, por su vigencia, recordamos en los enlaces al final de esta entrada. Sin embargo, mayoritatriamente, las cosas no han ido en la dirección de estos discursos, que aparentemente siguen sin ser ni oídos, ni entendidos, ni aplicadas sus consecuencias, sino más bien todo lo contrario.
La práctica liberadora del zazen, eje del Budismo Zen, sigue sin ser entendida. En vez de practicarse de verdad, sencilla y decididamente, se ha convertido en la escusa vacía alrededor de la cual se articulan una seríe de cosas: como el sentido de pertenencia a un grupo "espiritual", diversos tipos de terapias o pseudoterapias orientadas a apaciguar la estresada mente del hombre occidental, propuestas orientadas al conocimiento cultural, o al entretenimiento, o al bienestar inmediato a traves de disciplinas exóticas venidas de Oriente, etc.; que ciertamente pueden tener un valor mundano aceptable, en el mejor de los casos, y en otros aparecen convertidas en simples formas de ganarse la vida para aquellos que están en la cima de las organizaciones piramidales en las que se han convertido los grupos zen, pero que en cualquier caso son ajenas a la radicalidad de la propuesta del Buda.
Uno de estos textos, inédito hasta ahora en castellano, es el que con el tItulo "No dejéis que se interrumpa", ofrecemos a continuación. Dico texto fue expuesto durante aquel encuentro en la Gendronnière por Éric Rommeluère, practicante y escritor francés del budismo zen, en el cual nos ofrece una serie de reflexiones a partir de su propia experiencia, hasta ese momento, en tanto que enseñante y responsable de un grupo zen.
Tras una primera etapa de contacto con las fuentes japonesas desde la cual habían apenas transcurrido unas pocas décadas, es decir un tiempo cortisimo en tèrminos históricos, el Budismo Zen en vez de entrar en un proceso de inculturización religiosa que le hubiese dotado de una nueva y fresca expresión acorde con el nuevo mundo en el que acababa de desembarcar o, más bien, en el proceso de búsqueda de esta expresión, había sin embargo empezado ya a adquirir visIblemente los rasgos de una iglesia vieja, cansada y dogmática. Su discurso y su práctica se habían convertido, y en buena medida siguen igual, si no peor, en la repetición esclerotizada de una serie de dogmas, relatos y gestos filojaponeses únicamente adecuados para ofrecer a sus practicantes un aparente refugio temporal frente al mundo en el que debemos vivir, nosotros occidentales contemporaneos; es decir se había convertido en una especie de pseudo-huida circustancial en vez de mostrar el camino que lleva no a huir del mundo, sino a vivir libres dentro del mundo y a la vez liberados del dolor del mundo.
Aquel encuentro, que reunió a una gran parte de "líderes" del zen europeo, pudo haber marcado simbólicamente un punto de inflexión en la trayectoria de la implantación del Budismo Zen en Europa. De hecho suscitó una serie de reflexiones y escritos críticos, antes, durante y después con la situación que estaba cristalizándose, algunos de los cuales ya publicamos anteriormente pero que, por su vigencia, recordamos en los enlaces al final de esta entrada. Sin embargo, mayoritatriamente, las cosas no han ido en la dirección de estos discursos, que aparentemente siguen sin ser ni oídos, ni entendidos, ni aplicadas sus consecuencias, sino más bien todo lo contrario.
La práctica liberadora del zazen, eje del Budismo Zen, sigue sin ser entendida. En vez de practicarse de verdad, sencilla y decididamente, se ha convertido en la escusa vacía alrededor de la cual se articulan una seríe de cosas: como el sentido de pertenencia a un grupo "espiritual", diversos tipos de terapias o pseudoterapias orientadas a apaciguar la estresada mente del hombre occidental, propuestas orientadas al conocimiento cultural, o al entretenimiento, o al bienestar inmediato a traves de disciplinas exóticas venidas de Oriente, etc.; que ciertamente pueden tener un valor mundano aceptable, en el mejor de los casos, y en otros aparecen convertidas en simples formas de ganarse la vida para aquellos que están en la cima de las organizaciones piramidales en las que se han convertido los grupos zen, pero que en cualquier caso son ajenas a la radicalidad de la propuesta del Buda.
Uno de estos textos, inédito hasta ahora en castellano, es el que con el tItulo "No dejéis que se interrumpa", ofrecemos a continuación. Dico texto fue expuesto durante aquel encuentro en la Gendronnière por Éric Rommeluère, practicante y escritor francés del budismo zen, en el cual nos ofrece una serie de reflexiones a partir de su propia experiencia, hasta ese momento, en tanto que enseñante y responsable de un grupo zen.
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No dejéis que se interrumpa
Éric Rommeluère
Queridos amigos
El tema de este seminario versa sobre las orientaciones del Zen en Europa. Hasta ahora los debates han tratado -y tratan todavía- sobre la institucionalización y las formas que se deberían adoptar aquí, en Occidente. Las relaciones con las instituciones japonesas y la conformidad con las reglas y los ritos han estado en el corazón de estos debates. Hablo de debates, pero sería más apropiado hablar de controversias. No ha habido una respuesta unívoca y nosotros podemos ver hoy en día una gran variedad de formas y de opciones. Algunos dirán que se trata de riqueza, otros de confusión. La experiencia muestra sin embargo que las opciones son también la expresión de una búsqueda sincera que nadie puede poder en duda.
Continuar este tipo de debate tiene sin duda su importancia, pero esto no me parece hoy en día ni fundamental ni determinante. Hay sin duda otras cuestiones que podrían ser abordadas. Actualmente una de las orientaciones adoptadas por la mayor parte de las tradiciones budistas en Occidente me hace reflexionar profundamente. Yo podría formularla de la siguiente manera: ¿La forma de centro budista, tal y como nosotros la conocemos, con sus actividades de meditación y talleres de todos los tipos, es apropiada para trasmitir el dharma? Una cuestión así puede parecer sorprendente, o inconveniente, puesto que no solamente el Zen sino igualmente el resto de escuelas budistas se desarrollan hoy en día en Occidente por la red de centros, de grupos y de asociaciones.
Con el fin de aclarar mis palabras y mi cuestionamiento, quisiera aportaros una reflexión personal en forma de testimonio, pues este cuestionamiento es también un cuestionamiento sobre mi propio camino. Para aquellos que no me conocen diré que fundé en el año 2000 una asociación y un grupo de meditación en París y desde entonces animo meditaciones y retiros. Tengo un verdadero respeto por la institución japonesa, pero de acuerdo con Nishijima Gudô rôshi, mi maestro de transmisión, no he querido afiliarme a ella. Él mismo, como sabréis sin duda, es crítico con las formas institucionales japonesas. En cuanto a mí, no me siento nada implicado en estos debates (a favor o en contra de las formas institucionales) y mi propia elección se dirige simplemente hacia una inquietud de libertad personal. Siempre me ha parecido esencial seguir la manera en la que yo mismo he recibido esta práctica y hacerlo de una manera simple y directa. Pero tras diez años debo de confesar que tengo ahora la sensación de estar en un callejón sin salida, e incluso de haberme equivocado. Brevemente, he hecho lo que todos hacen: se abre un grupo, se habla, se enseña. Pero siento, sin poderlo explicar completamente, que se trata de una forma de extravío. El término puede ser un poco fuerte, puesto que se avanza también cometiendo errores, que son enseñanzas también.
¿Cómo podría intentar explicar este sentimiento? Yo comencé a meditar, hará más de treinta años, con Deshimaru Taisen rôshi. En aquella época meditar, ir a un grupo de meditación zen tenía algo de inaudito. En cualquier caso yo lo vivía y sentía así. Nos permitíamos todo tipo de audacias para estar a la altura de esta vía del Zen. Se trataba de un estado de espíritu que no estaba simplemente asociado a las enseñanzas de los maestros, a la disposición de los discípulos, incluso al contexto, sino a algo todavía más vasto que abrazaba todo eso a la vez. De hecho no eramos verdaderamente adherentes a un centro, a una asociación o a una institución. Era otra cosa. Se iba más allá. Por supuesto había grupos, asociaciones, lugares, pero no era eso lo importante
En treinta años el Budismo, el Zen se ha instalado e insensiblemente las cosas han cambiado. Los centros y las asociaciones se han convertido en formas imprescindibles e infranqueables. Difícilmente consideramos poder proponer otra cosa que actividades. Hoy en día, de manera general, un centro o una asociación budista aúnan una oferta y una demanda. Todos tenemos experiencia de que las demandas han evolucionado profundamente estos últimos años. Numerosas personas se dirigen a la meditación como una forma de bienestar e incluso de restauración de la salud mental. Nuestra sociedad es terriblemente ansiógena y nuestros contemporáneos buscan de una manera u otra cortar con la angustia que esta segrega. Tratándose del Zen, constatamos a veces (incluso a menudo) una verdadera incomprensión sobre el sentido de esta vía, que a menudo no es asociada del todo al budismo. Las mentalidades han evolucionado. Otra característica de nuestra sociedad hiper-moderna es el carácter «líquido» de las relaciones humanas, por emplear un término de Zygmunt Bauman, un escritor y sociólogo que explora las metamorfosis del mundo contemporáneo. Nuestras relaciones son cada vez más líquidas, ello significa que nos comprometemos en una relación o en una actividad mientras que tengamos la posibilidad inmediata de retirarnos. El esfuerzo, la nobleza del compromiso ya no tienen demasiado sentido. En un grupo budista este carácter líquido se manifiesta bajo la forma de un turn-over y en la dificultad para hacer emerger auténticas vocaciones, no un compromiso militante sino un compromiso de corazón que se alimente de la fidelidad y de una constante profundización de la vía.
Y además estamos nosotros. Nosotros que hemos de adaptarnos a la situación. Me perdonaréis por utilizar este nosotros colectivo que apunta simplemente a haceros compartir mi propio sentimiento. Multiplicamos las actividades: los retiros, las meditaciones, las conferencias, las apariciones en televisión, los libros para atraer, para gustar a distintas sensibilidades. Tiene que haber para todos los gustos. Al mismo tiempo los grupos se han convertido en medios de vida y de estar satisfecho. Yo tengo hoy en día necesidad de un centro, de una asociación simplemente para ganarme la vida. Pero, ¿hace falta ganarse la vida o hace falta perderla? Hoy en día todo esto me parece vano y simplemente mundano. Sin darme cuenta, ¿no he traicionado este dharma conformándome y manteniendo el círculo de la oferta y la demanda? He empleado a propósito el término oferta y demanda pues, incluso queriendo evitar cuidadosamente todo aspecto mercantil o empresarial, me pregunto si nosotros no adoptamos inconscientemente un esquema comercial. En el derecho francés una asociación es un contrato y establece relaciones contractuales. Por supuesto, no tenemos otra posibilidad pues la asociación es la forma jurídica «natural» que se nos impone. Y esta dimensión contractual, cuando no comercial, se insinúa en el fondo de nosotros, nos hace falta vender, encontrar algunos bonitos eslogan, tener productos que funcionen y buenos argumentos.
Este es mi kôan hoy en día. Yo lo expresaría incluso de otra manera: ¿Un centro es un lugar apropiado para la eclosión del dharma? Hoy en día, si se continúa animando una asociación zen, dirigiendo retiros, todo va bien, las personas están satisfechas, me gano la vida y sin embargo tengo la sensación de que algo no marcha. ¿Acaso no mantengo finalmente la ilusión colectiva de este mundo, acaso no mantengo finalmente mi propia ilusión? Por supuesto, algunas personas objetarán que ofrecer estos retiros o estas meditaciones tiene sus virtudes, que todo eso aporta algo. ¿Pero tienen estas formas hoy en día la capacidad de mostrarnos la vía en toda su plenitud? Lo dudo cada vez más. Necesitaría sin duda parar todo y sin condiciones. Al mismo tiempo, no puedo dejar de desear ofrecer o compartir esta vía. Algo me retiene, yo no se si es falta de coraje, la fuerza de mis ilusiones u otra cosa distinta. Un frase vuelve sin cesar a mi memoria; «No dejéis que se interrumpa» (danzetsu seshimuru koto nakare). Esta frase es repetida numerosas veces durante la ceremonia de la trasmisión del dharma. Resuena sin cesar y me recuerda la sinceridad de esos monjes que he encontrado y que tenían total dedicación. Ellos ofrecían esta práctica, testimoniaban el dharma, enseñaban a sus discípulos. Si ellos hubiesen cesado de ofrecerlo, de enseñarlo, yo no habría conocido nada del dharma.
«No dejes que se interrumpa» (danzetsu seshimuru koto nakare). La forma de la frase es imperativa. ¿Cómo hacerlo? Desde hace algunas semanas yo ya no tengo centro. He "aprovechado" que la sala que utilizábamos en París desde hace muchos años ha sido vendida y ya no está disponible. No he buscado otra. Una persona de nuestra asociación ha encontrado otra sala y se reúne con algunas personas para meditar, pero yo no iré allí para no reproducir el esquema habitual. No he hecho las habituales conferencias de comienzo de año para atraer a algunas personas nuevas. Desde hace algunas semanas he experimentado otra cosa con algunos amigos a riesgo de ser incomprendido. Meditamos donde podemos, dentro, fuera, aquí, en otra parte. Ya no hay sala, ya no hay tarifa. Solo debe unirnos una vocación. Estas personas se han comprometido a consagrar tiempo a una práctica personal, un tiempo a una práctica en grupo y un tiempo a una práctica orientada hacia los demás, trabajando por ejemplo en prisión. Yo no se que saldrá de esto. ¿Puede que sea una ilusión más?
Con muy raras excepciones la mayoría de centros o grupos son grupos seculares, incluso si algunas personas toman votos de monje y otras de laico. Monjes y laicos se diferencian esencialmente por su rol, por su implicación y su función en el seno del grupo, pero sus modos de vida nos son fundamentalmente diferentes. Se podría hablar en Occidente de la aparición de una nueva vía intermedia, puesto que la mayor parte de los practicantes no desean comprometerse en una vía monástica hablando con propiedad, ni ser simplemente fieles que sostienen un centro o a los monjes. ¿Yo me pregunto si esta fusión de la vía monástica y la vía secular, que tiene una explicación cultural o sociológica, no es finalmente una especie de confusión? Es evidente que la relación que une en Oriente a los monjes y a los fieles no es del orden de la oferta y la demanda (por lo menos tal y como se la conoce aquí). Se sitúa en otra parte. Dándole la vuelta a ese modelo, ¿no le hemos añadido demasiado deprisa los modelos y los ideales de Occidente? ¿No nos hemos convertido sin saberlo en mercaderes?
Gracias
Éric Rommeluère
La Gendronnière – 16 octubre 2010
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Traducción: Roberto Poveda Anadón
Fotografía: Internet
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Previamente a aquel encuentro, Massimo Strumia Daido, Giuseppe Jiso Forzani y Mauricio Yushin Marassi, miembros del grupo zen italiano La Stella del Mattino, escribieron la siguiente reflexión al respecto: AQUÍ
Para leer un resumen sobre aquel seminario, escrito por Frédéric Baylot,
Yo mismo, posteriormente, escribí igualmente una reflexión al respecto: AQUÍ
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarNo tengo elementos para dilucidar si lo que aquí se expone es una problemática particular del budismo zen, o bien si es algo connatural con las diversas tradiciones religiosas que de una forma u otra siempre corren el riesgo de evolucionar hacia un tipo iglesias o organizaciones con "rasgos de una iglesia vieja, cansada y dogmática" tal y como se dice en propio texto.
ResponderEliminarPor lo que yo sé, tengo la impresión de que ese proceso de fosilización se da en todas las vías espirituales... lo sorprendente es la velocidad con la que ha sucedido en el budismo occidental. Se aspira ya al cardenalato y a tener las "iglesias" (los centros) llenos, cuando, en esta fase histórica, debería de aspirarse más bien al trabajo humilde y necesario de las lombrices, que preparan y fecundan la tierra sin darse importancia y sin buscar proselitos.
ResponderEliminarUn abrazo
Cuanto más preocupación muestra uno por las cuestiones inherentes a una institución, menos confianza muestra en el Dharma/Dios/Shiva/Allah/Yahveh.
ResponderEliminarQuizás lo que a algunas generaciones les cuesta más entender o aceptar de la sociedad hoy en Occidente es que todas las instituciones acaban asumiendo un omnipresente carácter jerárquico y una marcada impronta evangelizadora debida seguramente a la acción del catolicismo durante siglos, hasta el punto de que cualquier institución nacida con la voluntad de enmendar la plana al catolicismo acabo siguiendo las mismas pautas y el mismo modus operandi que aquella.
Por suerte, en paralelo y de forma soterrada, al igual que las lombrices de las que tanto les gusta hablar a los maestros de Roberto, ha corrido en Occidente una historia no oficial, una historia de cara B, que podríamos etiquetar como corriente libertaria, y que presenta como antítesis a la corriente oficial una confianza en la libre y espontánea asociación de individuos en los que éstos son siempre más importantes que la organización resultante de ellos, la libertad en todos los ámbitos y el siempre sano y deseable principio de no agresión que incluiría la agresión de imponer el propio credo a los demás.
Cierto es que con los prejuicios rousseaunianos con los que se suele manejar hasta el intelectual más recalcitrantemente autocalificado de independiente, cuesta aceptar que las instituciones y su contingencia son espurias o, si se quiere, relativas a la coyuntura determinada que las motivó. Si fueran necesarias para la vida, probablemente Buddha hubiese mencionado algo entre las Cuatro Nobles Verdades.
Occidente es hoy sinónimo de instituciones viejas y caducas y de individuos libres y maduros sacudidos por el hastío y la loca necesidad de satisfacer sus placeres similar a la de un perro persiguiendo su propia rabo. No puede haber terreno más fértil y húmedo para que el Dharma/Dios/Allah/Yahveh haga su voluntad sin preocuparse por estas minucias de gerifaltes de antaño.
Un abrazo
Según el Lankavatara sutra:
ResponderEliminarA fin de llevar a cabo todo esto, el Bodhisattva debe apartarse de todo bullicio, de toda excitación e inercia social, que se aleje de los tratados y de los escritos de los filósofos mundanos ^y del ritual y las ceremonias del clero profesional**
Totalmente de acuerdo, existen las instituciones religiosas y existe el Camino espiritual, pero sus puntos de contacto son mínimos, no hoy día. Sino desde siempre, como una vez dijo Carlos "Buddha no era budista" (ni hinduista).
Especialmente importante huir de toda inercia social, como dice el sutra, también de las que provocan las "sociedades" religiosas.
Saludos
Sí, lo que decis es cierto, sin embargo simplemente declararse al margen de todo puede no bastar; de hecho el individualismo puede colarse de nuevo facilmente por la puertta de atras. Por ejemplo, en algunos casos que yo conozco personalmente y que se declaran libertarios, anarquistas, practicantes o no de algún camino espiritual, he visto cómo se daba la paradoja de que esa declaración fuese en realidad una simple escusa ideológica para autojustificar un individualismo poco apto para recorrer a fondo cualquier camino espiritual.
ResponderEliminarEn ese sentido creo que puede ser util ir más allá de la posición del alma bella, que se declara al margen de todo, y analizar y profundizar de qué maneras concretas se producen las desviaciones, en lo exterior y en lo interior, en las distintas vías.
Por ejemplo, en las religiones monoteístas occidentales la tendencia a constituirse como comunidades, como "iglesias", es algo que va de serie, y por la misma razón, la afirmación del yo, del tu y de el ÉL. Por otra parte, en sus textos primarios, las trazas de una cierta tendencia a un colonialismo, violento incluso, en el orden de lo espiritual están claramente presentes, así como un dialéctica, que se opone idealmente a la anterior tendencia, basada en el aquello que, especialmente en el cristianismo, es definido como "amor". Sin embargo en el budismo la violencia está ausente, de nuevo volviendo a las fuentes, aunque en los hechos si que existen ejemplos sangrantes de violencia dentro de las comunidades budistas, mientras que el amor es prácticamente irrelevante, siendo a menudo visto incluso como un obstáculo, ocupando su lugar la compasión.
En cambio en occidente, puede que por la base cultural cristiana amor-dependiente, dentro de los grupos budistas es frecuente encontrar que a este elemento, el del "amor", se le de un relieve excesivo, así como que se confunda la idea budista de compasión con la cristiana de amor. De ahi la importancia desorbitada que a veces se dá al concepto de shanga, cuyo valor secundario sin embargo el Buda resalto a menudo de manera clara... lo cual, luego, deviene en el fundamento de lo que en este texto Eric denuncia en relación a la confusión entre shanga, como grupo de practicantes (prescindible llegado el caso), y grupo clientelar.
Juzgar o descartar caminos por sus errores potenciales no es más que mirar la situación con los ojos del miedo, quedarnos en la mente discriminatoria que es el origen de todas las desviaciones.
ResponderEliminarSi uno se entrega por completo, con toda su mente, pero también con todo su corazón y su voluntad, a una práctica espiritual no tardará en dejar de lado la fantasía de encontrar, elaborar o de lograr perfeccionando lo ya conocido, la institución o doctrina perfecta, puesto que tomará al error, los suyos y con más razón aún los de los demás, como parte natural del camino, tan natural como el acierto, imprescindibles ambos para el aprendizaje y para la fluidez del Dharma.
Quizás aceptando este punto, transitaremos la vía elegida, sin distraernos por las obras que va haciendo el hombre al transitarlo, las cuales están sujetas a torcerse y enderezarse en una sucesión que solo trae sufrimiento, como ya deberíamos saber.
Apuntalarlas, andamiarlas y comparar dichas instituciones con las del vecino, no es nuestra labor, a no ser que hayamos asumido en ellas un puesto de responsabilidad.
Un abrazo
>un individualismo poco apto para recorrer a fondo cualquier camino espiritual.
ResponderEliminar¿Podrías desarrollar esta idea? ¿qué entiendes por individualismo y porque crees que es inadecuado para ese camino?
Me permito contraponerla con este sutra:
https://petitcalfred.wordpress.com/2015/08/21/vaga-en-soledad-como-un-rinoceronte-fragmentos/
Tengo poca cobertura aquí, por lo que he de escribir sentado en un escalón de la escalera. Así que sere breve.
ResponderEliminarSobre el individualismo decir que rechazar la institución/lo-creado(instituido)-por-otros, porque se opone a mis deseos, al margén de que en el límite sea tan solo un sueño, dificilmente tiene mucho que ver con un camino espiritual, o por lo menos con el propuesto por el Buda.
No se trata de liberarse de los otros (para hacer mi capricho), sino que la verdadera liberación (en el sentido budista) es liberación también, sobre todo, fundamentalmente, de sí mismo. No someterse ni al caricho del/de los otro/s, pero tampoco al capricho de sí mismo.
Sobre la entrega a un determinado camino, a una determinada práctica interior, es cierto hay que entregarse por completo a ella, no soñar con hacerlo; esto segundo es facil, lo primero no tanto.
Por otra parte, el discurso de esta entrada escrito/expuesto por Éric, tenía unos interlocutores concretos. Uno puede decir: "paso de vosotros, soy un alma bella, más allá de vuestras pobres limitaciones", o puede pensar que nada de lo que le rodea le es ajeno y dejar que actúe la compasión... y dialogar con aquellos con los que no se comparte la misma forma de hacer. Tal vez eso sirva a alguno de esos interlocutores, y si sirve a alguno también a mí me ayudará el haber ayudado; mientras que decir: "yo estoy por encima de vuestros errores", no sirve ni a los demás ni a uno mismo.
Completamente de acuerdo, con un gran pero. :)
ResponderEliminarA no ser que se piense que las instituciones patrimonializan la compasión/amor/solidaridad/altruismo y que fuera de ellas no hay compasión/amor/solidaridad/altruismo posible, no tiene sentido afirmar como alternativa, sea cual sea la vía espiritual que se transite, "paso de vosotros, soy un alma bella, más allá de vuestras limitaciones" porque tal afirmación demuestra ignorancia y, por lo tanto menos belleza, de la que se presumía en un principio.
Ante mi perplejidad por algunas de tus afirmaciones y temiéndome una nueva cadena de mensajes llenos de malentendidos, pregunto
¿Quieres decir que Buddha cuando desarrolló una práctica por su cuenta lo hizo para dar rienda suelta a su propio capricho? ¿Quieres decir que pasaba de los problemas de los demás porque se creía un alma bella? ¿Estás afirmando que la madurez espiritual en la que uno se ocupa de su propio camino se alcanza sólo en el seno de una institución contraviniendo lo que tú mismo tantas veces has afirmado sobre la prescindibilidad de la shanga y la relación maestro-discípulo? ¿De qué manera se puede juzgar la práctica heremítica como insolidaria e inmadura? ¿Desde qué perspectiva? ¿Desde la de las Cumbres en la Grendonniere simulando los pretéritos Concilios del Vaticano? ¿Son esas Cumbres las que dictaminan quién o qué camino es compasivo/amoroso/solidario/altruista?
Un abrazo
P. D: No hace falta escribir en un escalón cuando apenas se tiene cobertura. No estamos arreglando el mundo, ni la humanidad, ni el budismo, luego nuestra paciencia debería ser suficiente para poder esperar a responder cuando llegue el momento de hacerlo.
No me encuentro capacitado para aportar más elementos a este interesante hilo de reflexión.
ResponderEliminarSolo os digo que me ha gustado mucho esta imagen de Roberto: "aspirarse más bien al trabajo humilde y necesario de las lombrices, que preparan y fecundan la tierra sin darse importancia y sin buscar proselitos." Probablemente es porque coincide con mi particular y concreto momento vital.
Hasta la próxima.
Gracias Carlos por preocuparte por mi comodidad, pero además de este blog, tengo hijos, amigos a los que les envío alguna foto, he de contestar algún correo, etc. etc. Y no, no estoy afirmando nada de eso, ni me interesa lo más mínimo la Gendronniere.
ResponderEliminarGracias también a ti Jordi. Estas últimas semanas he estado leyendo algunos libros escritos por cristianos, a menudo con cierto estupor, varios de ellos alrededor de la cuestión del diálogo inter-religioso y creo que es más fácil, para mí, entenderme con un cristiano de base que con aquellos que tienen formación (o deformación) teológica.
Hoy hemos estado en Bagnoregio, un bellísimo pueblo medieval. Después puede que cuelgue, desde aquí, desde un incomodo "gradino" de la escalera, con tu permiso Carlos :), alguna foto en el Face... aunque prometo no hacerlo para salvar nada. De hecho Bagnoregio no tiene salvación, está construido sobre una roca de "tufo" (que no sé lo que es, pero debe de ser caliza o algo así) y es conocido como "il paese chi muore".
Gracias Raquel por tu ponderada contribución. Con frecuencia las posiciones al respecto de la cuestión institucional (en el campo de lo espiritual) suelen moverse entre dos posiciones extremas, y a mi parecer igualmente erroneas: 1) me pongo en manos de la institución, con lo cual no me libero, sino que sustituyo un encadenamiento por otro, o 2) niego toda institución desde un planteamiento idealista-libertario, con lo cual subrepticiamente sustituyo la sujeción a la sociedad o a la institución, por la sujeción a mi propio capricho egocéntrico.
ResponderEliminarUna posición es contradictoria con la liberación (excepto aparentemente, en mi cabeza. Suele tener que ver con aquellos que se proclaman como auto-iluminados), la otra o es imposible (mas que, de nuevo, en nuestras cabezas) o bien es dificilisima (existen ejemplos, dentro del budismo, de renunciantes eremíticos que han desplegado su vida como practicantes practicamente al margén de la sociedad y de toda institución, aislándose en las montañas y viviendo en buena medida por sus propios medios o de la medicidad, pero la austeridad, renuncia y pobreza que hay que pagar por ello es un precio que solo en poquísimos casos se está dispuestos a pagar).
En realidad los humanos, en cuanto nos reunimos más de 2, incluso virtualmente, empezamos a estar tentados por innumerables cosas fruto de nuestra estupidez. En una práctica espiritual, es preciso estar muy, muy, muy atentos a estas tentaciones y a procurar perder lo menos posible el tiempo con ellas, pues nuestra vida interior nos va en ello .
Yo, por ejemplo, en mi grupo de zazen, que es un grupo muy pequeño, de pueblo, ajeno a todo lazo institucional oficial, exento de rituales, de enseñanzas sistematizadas o de repartos de roles jerarquizados y estandarizados, etc., a pesar de todas esas prevenciones, soy consciente de como estas "tentaciones" humanas, fruto del egocentrismo y de la ignorancia, sobrevuelan permanentemente sobre mi cabeza y sobre las de los demás, y es preciso mantener una constante vigilancia para que el error no consiga aterrizar y hechar raices. Es preciso aclarar/aclararse permanente el sentido de nuestra práctica, que no tiene que ver con ninguna "satisfación" personal, sea este material (discípulos, libros que vender y de los que vivir, dinero, posesiones, redes de influencias, poder, etc.) ni espiritual (iluminaciones/satoris entendidos de forma "personal", alivios interiores, "perfeccionamientos", esperanzas trascendentales, etc.).
La práctica no es algo que apunte a nuestra satisfación personal y egocentrica, sino que mira más allá, a algo mucho más vasto e inconmensurable, a algo que no es de nuestra "posesión" y que no podemos manejar a nuestro antojo, sino tan solo abandonamos. Así que supongo que, cuando los números son mucho mayores, los problemas, las tentaciones y las dificultades para no alejarse de la vía se multiplicarán exponencialmente, a veces de manera completamente inconsciente para los propios actores. Así, por ejemplo, el autor de la presente entrada, pocos meses de pronunciar este discurso en la Gendronier, empezó a hacer exactamente lo contrario que en él predica (como puede comporbarse actualmente en su blog). Pero esto, el error propio y ajeno, no es justificación para que nos sumamos en una inutil y deprimente autocuplabilización continua, o nos encerremos en una inmaculada torre de cristal (existente solo en nuestras cabezas) y dejemos de sentir compasión por todo aquello que somos y que nos rodea, incluso aunque sea humano, demasiado humano.
Suscribo las palabras de tu comentario, Roberto.
ResponderEliminarAñadiendo que la práctica tampoco es un manual de instrucciones con el que zaherir a los demás sobre los errores potenciales de su camino, dando a entender que se vive en la ensoñación de que hay caminos que no tienen errores potenciales o que uno sabe señalar los errores de otros pero no los propios.
Tampoco creo que la práctica consista en la emulación de personas idealizadas y/o la exposición de los errores cometidos por otras que fueron emuladas y dejaron de serlo. Quizás tenga que ver más bien con la valentía y autenticidad de observar los mismos, sin caer en la tentación de hacer un juicio sumarísimo de los demás.
Un abrazo
Bueno, en realidad, releyendo mi respuesta a Raquel con objetividad no creo que realice ningún juicio sumarísimo relativo a Eric, supongo que es a él a quien te referías. Mi idea al decirle esto a Raquel era señalar el salto que se puede dar, y frecuentemente se da, entre el pensamiento y sus frutos y la realidad de las cosas tal como son.
ResponderEliminarRespecto a lo que digo de Eric, se trata de una contradicción obvia a quien lea el presente texto, que es muy claro, y quien después se pasee por su página web (aquí: http://zen.viabloga.com/), donde también queda muy claro cómo Eric despliega actualmente su actividad. Es una contradicción que estoy seguro, conociéndole, que ni el mismo Eric podría negar y que intuyo que trabajará también en su interior. Por su bien espero que algún día la pueda resolver, pues este tipo de cosas tienden a cronificarse cada vez más si no se corta con ellas de raíz. En cualquier caso ocultar lo obvio no le hace bien ni a él ni a nadie.