* Durante la segunda guerra mundial fui invitado a una mina de carbón en Kyūshū y se me permitió descender a las profundidades. Como lo mineros me coloqué un casco con lampara y bajé en el ascensor. Durante un rato sentí que el ascensor descendía muy velozmente. Después comencé a tener la impresión de que estaba subiendo. Iluminé el pozo y me di cuenta continuaba descendiendo de manera constante. Cuando un ascensor comienza a descender con velocidad creciente, sentimos que está yendo abajo, pero una vez que la velocidad se hace constante, nos parece que el ascensor está subiendo. Se ha desplazado el sitio de equilibrio. En los altos y bajos de la vida somos engañados por las diferencias de equilibrio.
* Decir: “¡He alcanzado el satori! Es únicamente percibir una diferencia de equilibrio. Decir: “¡Soy un iluso!” es sentir otra. Decir que la comida tienen un sabor delicioso o terrible o bien que se es rico o pobre, siempre nace de una sensación relativa a cambios de lugar del equilibrio.
* Habitualmente nuestra forma ordinaria de pensar se basa solo sobre diferencias de equilibrio.
* Sin darse cuenta el ser humano mete el yo por todas partes. A veces dice: “¡Ha ido verdaderamente bien!; ¿pero, bien para quién? Bien únicamente para él. Eso es todo.
* Generalmente hacemos las cosas buscando un provecho personal y si el resultado no corresponde a nuestros planes, nos sentimos desilusionados y sin fuerzas.
Kōshō Uchiyama
Siempre nos preocupamos de nuestra buena o mala suerte. ¿Pero existe, en realidad, una buena o una mala suerte? No existe. Solo son cálculos que utilizan como parámetros nuestras expectativas. Precisamente porque esperamos hacer cosas ventajosas para nosotros, nos disgustamos cuando después no lo son. Solo porque estamos compitiendo con los demás vivimos como una derrota la diferencia entre nuestras expectativas y la realidad.
Una verdadera religión no tienen nada que ver con el deseo humano de provecho o con el cálculo de la relación de nuestras expectativas con los acontecimientos. Es humano tener expectativas, pero aferrarse a ellas provoca sufrimiento. Si estamos en condiciones de no aferrarnos a nuestras expectativas y encontramos nuestro acomodo en cualquier lado del equilibrio en el que nos encontremos en cada momento, descubrimos una paz indestructible de la mente y se despliega una vida verdaderamente estable. Hacer zazen es dejar de ser una persona que siempre mide ganancias o pérdidas y valora la vida según ese cálculo. Practicar zazen es dejar de ser una persona ordinaria.
Shōaku Okumura
Los seres humanos tenemos la capacidad de pensar en cosas que no están ante nosotros.
Creamos en la mente historias en las que desempeñamos siempre papeles heroicos. Valoramos aquello que ha sucedido en el pasado, analizamos las condiciones actuales y anticipamos aquello que debería suceder en el futuro. Esta capacidad nuestra es importante. Gracias a ella podemos crear obras de arte, analizar la historia y tener una visión del futuro. Sin esta capacidad no podríamos crear o apreciar poesías o películas. Casi toda la cultura humana depende de la visión de cosas que no tenemos delante de los ojos.
Esto significa que casi toda la cultura es ficticia. La capacidad de crear tales ficciones es la realidad de nuestra vida. No podemos vivir sin ella. Pero esta capacidad comporta muchos problemas. Nuestras historias nos crean expectativas. Si las cosas van como esperamos, nos sentimos como seres celestes; de otra manera nos sentimos en el infierno. A menudo deseamos siempre más, sin sentirnos nunca satisfechos, como espíritus hambrientos.
Es importante ver que la que provoca el sufrimiento no es la vida, sino las expectativas de que la vida tenga que ser de la manera en la que la queremos. No podemos vivir sin expectativas pero si estamos en condiciones de gestionar las sensaciones causadas por la diferencia entre nuestras expectativas y la realidad, somos libres.
La práctica del zazen, como ha sido enseñada por Dōgen zenji, por Sawaki rōshi y por Uchiyama rōshi, consiste en sentarse sobre el terreno de la realidad que existe antes de la imaginación, interrumpiendo así la película de las historias mentales. Cuando no nos dejamos engañar por nuestro mundo ficticio, incluso podemos alegrarnos y aprender de las historias que nos inventamos.
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Del libro Kōdō senza dimora
Kōshō Uchiyama, Shōaku Okumura
Ed. Ubaldini, Roma 2015
Traducción: Roberto Poveda Anadón
Ilustración: Internet. Mineros de Chikuhou, de Yamamoto Sakubei
Me alegra el leerte en esta vuelta otoñal.
ResponderEliminarGracias Antonio, aunque en realidad lees a Sawaki, Uchiyama y Okumura... yo solo traduzco :)
ResponderEliminarLo estaba esperando y estoy encantada de que haya llegado. Gracias, Roberto, Sawaki, Uchiyama y Okumura ;)
ResponderEliminarGracias Roberto, Éste trio siempre me deja en treinta y trés. Tengo éste libro, aún no lo he leido entero, asi que te agradezco que lo vayas traduciendo y me lo voy dosificando a tu ritmo. Tengo mucha faena y leo lo justo para mantener la actitud necesaria, junto con zazen completo mi humilde dedicacion. Un abrazo.
ResponderEliminarMuy buen texto. Gracias por compartirlo, Roberto
ResponderEliminarUn abrazo
Muy agradecido por el compendio de sabiduría vital de estos maestros.
ResponderEliminarMe ha sorprendido la afirmación de Kosho Uchiyama: "Practicar zazen es dejar de ser una persona ordinaria". Mi maestra zen Berta Meneses nos insiste precisamente en todo lo contrario y me imagino que la cuestión de fondo es el significado que le demos a los conceptos de "persona ordinaria". Berta supongo que lo dice para que los discípulos no vayamos por la vida como meditadores colgados del apego al vacío, y el maestro japonés parece evidente que lo debe decir en el sentido de no aferrarnos a las expectativas.
Hasta la próxima.
Bien imaginado, Jordi.
EliminarPor eso no tiene mucho sentido establecer sectas o iglesias a partir de las palabras de nadie puesto que éstas son coyunturales, obedecen a un lugar y tiempo concretos amén de ir dirigidas a personas concretas con una formación concreta, mientras que las instituciones, al igual que los egos, son estructurales.
Lo único que nos lleva a la verdad y a la sabiduría es la práctica y la actitud con que la ejerzamos. Lo demás, son solo orientaciones.
Un abrazo
Gracias a todos por pasar por aquí. Respecto a lo que dices. Jordi, sobre "dejar de ser una persona ordinaria", aquí Uchiyama se refiere, obviamente, a mundano, es decir a comportarse como lo hacemos habitualmente, desplegando nuestras preferencias egóicas, que se manifiestan tanto apegándose a aquello que nos gusta, como rechazando aquello que nos disgusta.
ResponderEliminarTanto el apego a la existencia, como el apego a la inexistencia, no son un asunto budista. Así, en relación a lo que dices del apego al vacío, es curioso, pues últimamente estoy reflexionando sobre este tema, y también junto con mi shanga (el martes pasado, precisamente, estuvimos debatiendo alrededor del considerado como 2º sermón del Buda, el Anattalakkhana Sutta, en el que el buda expone su concepción sobre la carencia del yo, o anatta), y aunque este sea un tema recurrente en la literatura budista, el no-yo, la vacuidad, etc., creo que este término a menudo suele ser malinterpretado en occidente, considerando la vacuidad como si fuera algo.
En realidad no existe ninguna experiencia de la vacuidad, ni por tanto existe la posibilidad de apegarse a ello, más que en nuestra fantasía, en nuestro pensamiento, por lo menos si consideramos el sentido de este término literalmente; de lo único que existe experiencia es del origen codependiente, de la presencia de todas las cosas, apareciendo y desapareciendo permanentemente.
Un abrazo... o más bien cinco.
Respecto, de nuevo, al tema de la expresión "personas ordinarias", leo en otra parte del mismo libro este dicho de K. Sawaki que traduzco pues aclara los términos:
ResponderEliminar"A menudo la gente dice que mis discursos no tienen nada milagroso. Pienso que es verdad. Yo no soy sagrado. El Dharma del Buddha nos guía simplemente hacia el lugar en el que no existe nada especial"
Y después, en los comentarios, Uchiyama dice:
"En el budismo la cosa más importante es manifestar la enegía vital del modo más puro, sin ser contaminados por las tres mentes venenosas o cegados por nuestra perspectivas egocentricas. En definitiva el Dharma del Buddha nos guía hacia el lugar en el que no existe nada especial"
Y, por fin, Okumura añade después:
"A menudo nos parece que las cosas están en continuo cambio y que, solo si conseguimos encontrar una substancia en la que confiar, nuestros problemas podrá resolverse. [...] Las cosas, todas, no son nada especial, pero al mismo tiempo son el tesoro del dragón" (aquí, con el tesoro del dragon, está citando una poesía citada a su vez por Dogen en el Tenzo Kyokun)
Persona ordinaria, es una persona que vive supeditada al Karma, a los deseos y a la vida como la conocemos, mientras que una persona que vive por zazen y hace su vida de acuerdo a los votos de bodhisatva, vive siguiendo un voto que lo guia fuera del egoismo y lo enfoca en el bien de todos los seres. Eso no lo hace un ser especial, digno de fama y riquezas, sino una persona adulta y eso no es algo especial, que lo haga superior a los demás.
ResponderEliminarAsí es Jose Juan. Lo has dicho como es. Solo que no hay que olvidar, Okumura lo recuerda en algún lado del libro, que la figura del bodhisatva es una figura ideal, imposible, llena de infinitos. En la práctica indica una dirección, no una meta en la que poder instalarse. En la práctica andamos como podemos por ese camino, a veces con paso decidido, otras tranquilamente, otras, las más, renqueando. Verlo, andar por él, alejarse, acercarse, desviarse de nuevo, volver a enderezar el camino, una y otra vez.
ResponderEliminarUn abrazo
Evidentementees como apuntas , el trabajo del budadharma nunca se acaba y nunca se consigue, una de las consecuencias es que uno debe tener la actitud de hacer, de meter toda la energia en hacer cada instante lo que hace y no hay espacio para más. Nadie puede ni debe querer saber si ha legado a la marca, puesto qe no hay marca a la que llegar, si, ser sincero en cada momento de la vida de uno, si uno llega o no nunca lo sabrá y si lo sabe es que ha estado calculando con lo cual se le ha colado un gol. Lo infinito, es que uno nunca llega para establecerse sino para seguir dando, seguir viviendo.. La vida, la existencia es infinita cada instante. No sé lo que pasará cuando llegue la muerte, o lo que llamamos muerte, pero intuyo, que habrá que seguir, el reverso del buda, pero lo que está claro es que habrá que seguir afrontando lo que sea con ecuanimidad.
EliminarMuy agradecido por vuestros comentarios y de momento no puedo añadir nada más.
ResponderEliminarHasta la próxima.
gracias
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