martes, 20 de febrero de 2018

Seis maneras de no acercarse a la meditación. Ken Mc Leod

Los seis Reinos de la existencia son una característica destacada de la cosmología del budismo tibetano [y también de la de otros budismos tradicionales. N.d.T]. Los seres pueden manifestarse en seis formas de existencia:

    - seres infernales dominados por la ira
    - fantasmas y demonios hambrientos dominados por la avidez
    - animales dominados por la estupidez
    - humanos dominados por el deseo
    - titanes o semidioses dominados por la envidia
    - dioses dominados por el orgullo

Como en muchas mitologías estas descripciones se refieren a aspectos específicos de nuestra estructura psico-emocional. Por ejemplo, el proverbio “el orgullo precede a la caída” coincide con la descripción del reino de los dioses, en el que tras el máximo goce posible experimentado no puede más que seguir el descendimiento en un reino de existencia inferior menos feliz.

Del mismo modo, la terrorífica descripción de la existencia de un ser infernal refleja la experiencia subjetiva de una persona totalmente consumida por la rabia. Cada aspecto de esa experiencia es terrorífico, doloroso y complicado. Incluso la división en infiernos de fuego e infiernos de hielo refleja el modo en el que una rabia furibunda o un frio odio se manifiestan internamente.

Un maestro zen contemporáneo, Uchiyama Roshi, nos ofrece una interpretación de los seis reinos entendidos como seis posibles actitudes erróneas ante la meditación.

La meditación del reino infernal

Este reino surge en la meditación cuando nos sentimos forzados a sentarnos y constreñidos a hacerlo. Es más frecuente en el ambiente monástico, pero se manifiesta también en el transcurso de los retiros. La aversión que nos captura ante la confrontación con la meditación es evidente, pero por algún motivo, por alguna condición externa estamos constreñidos a sentarnos. ¡Es seguramente una meditación infernal! En esos momentos no existe otra cosa que la aversión por aquello que estamos haciendo.

¿Qué podemos hacer para salir de esta condición? Simplemente debemos de reconocer que nuestra práctica es voluntaria, es algo que nosotros mismos hemos decidido emprender, sin nadie que nos constriña a hacerlo. En cualquier momento podemos levantarnos e irnos. Si nuestra decisión de practicar es en cambio firme, existe poco espacio para la manifestación de este en la de meditación.

La meditación del reino de los fantasmas hambrientos

El segundo reino es aquel de los fantasmas desesperados. Estamos ávidos de resultados. Algo debe de suceder. ¿Dónde están aquellos relámpagos de iluminación, de introspección, o incluso solamente aquella espiral de luz en la búsqueda? Estamos buscando algo que nos satisfaga, que nos haga sentir completos, que llene el profundo agujero que sentimos. Pero cualquier cosa que suceda, ese agujero no se llena nunca, así volvemos siempre a nuestra práctica más hambrientos que antes. Este afán de resultados, de algo asombroso, socava la base nuestra práctica.

Los efectos de la meditación son sutiles y se requiere tiempo para que maduren. Cuando estamos constantemente a la búsqueda de algún tipo de signo o de resultado respecto a la practica, estamos fundamentalmente buscando fuera de nosotros mismos. No podemos encontrar fuera ningún tipo de verdadera satisfacción, porque el agujero a rellenar está dentro de nosotros mismos. Debemos en cambio observar el agujero que lleva a la desesperación, percibirlo, hacerlo llegar a nuestra consciencia. Apenas estemos en condiciones de sentarnos junto a aquel sentido de vacío, gradualmente descubrimos satisfacción y paz interior. Nuestro deseo desesperado de algo que nos llene se disuelve.

La meditación del reino de los animales

Los animales buscan continuamente alimento y refugio y están satisfechos cuando lo encuentran. En esta forma de meditación el practicante encuentra el modo de sentarse tranquila y confortablemente, sin ningún esfuerzo posterior. Todo es relajante, el practicante se siente regenerado por la práctica, que no es otra cosa más allá de un buen descanso. No existe visión profunda, no existe comprensión, no existe ningún movimiento hacia una experiencia más intensa de la vida, de sus riesgos y de las adaptaciones que comporta. Esencialmente se usa la práctica como un escondite.

El embotamiento es uno de los problemas más difíciles de resolver porque es el más difícil de reconocer desde el interior. Aquí es importante la ayuda del maestro, que reconoce nuestra condición y nos ayuda a superarla.

La meditación del reino de los semidioses

Este enfoque es tan nocivo como el del reino infernal. ¿Quien consigue sentarse más tiempo? ¿Quien consigue mantener mejor la inmovilidad? El sentido de competitividad hace emerger la envidia la duda sobre nosotros mismos. ¿A quién estamos intentando superar? ¿Qué significa vencer la competición meditativa? Cuando hemos superado a todos los demás, tenemos de todos modos todavía quehacer con nosotros mismos: estamos de nuevo en el punto de partida. ¿Como nos sentimos cuando los demás nos preguntan sobre la nuestra?

La práctica meditativa es estrictamente personal. Es una de las partes más reservadas de nuestra vida. La tradición recomienda discutir sobre la propia práctica exclusivamente con el maestro y con los compañeros más íntimos.  Estas discusiones son, en efecto, muy útiles porque traen a la luz aspectos que singularmente podríamos haber descuidado. ¡Pero atención ante el surgir de la mente competitiva! Preguntaros siempre a vosotros mismos: “¿A quién estoy intentando superar y por qué?”

La meditación del reino de los dioses

Esta condición lleva a la sensación de ser superiores a todos los demás. En este enfoque el practicante quiere convertirse en un santo o por lo menos en un eremita, fuera de la confusión y de los problemas de la vida de todos los días, sereno en el aislamiento, verdadero o imaginado. En realidad esta actitud de superioridad esconde a menudo un mecanismo de fuga, en el que se compensa con el orgullo aquello que son dudas profundas sobre las propias capacidades y la falta de confianza en si mismo.

La práctica de la meditación no es entendida alejándonos de la vida, sino en el convertirnos siempre más en íntimos con esta. Por tanto, el remedio en este caso es poner en discusión el sentido de superioridad, la convicción de vivir la vida de un modo superior.

La meditación del reino de los humanos

También la meditación del reino de los humanos está motivada por el deseo de resultado. No existe la desesperación del reino de los fantasmas hambrientos, sino el deseo de que la meditación constituya un uso productivo de nuestro tiempo. Muchas de las instrucciones sobre la meditación son presentadas de este modo: la meditación sirve para mejorarnos, para mejorar nuestras relaciones, para convertirnos en más centrados, más equilibrados, en condiciones de dar amor, etc.

Practicamos esperando recibir algo a cambio. Mientras que esta expectativa está en acto, no nos conoceremos nunca a nosotros mismos. Como dice un famoso maestro tibetano: “Abandona la esperanza de tener resultados”. 

No practicamos la meditación para producir algo específico, sino simplemente el ser, ser completamente. Idealmente la práctica de la meditación nos está basada sobre ninguno de estos seis enfoques. En la práctica surgen en nuestra experiencia cotidianamente. ¡Después de todo somos humanos!

Podemos, sin embargo, usar la consciencia y la presencia mental cultivadas en la práctica para saber que está surgiendo en nosotros y dejarlo allí donde está, sin identificarnos o fundirnos con estos patrones emocionales habituales.

Esta es una práctica difícil, porque requiere que nosotros hagamos el esfuerzo de estar de una manera a la que para nada estamos habituados. Lentamente, con el tiempo, veremos que nuestros esfuerzos originarán un fruto: un modo de ser que no es ninguno de aquellos de los seis reinos.


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Fuente: Scribd, https://goo.gl/C2mwp5
Traducción al español (desde el italiano): Roberto Poveda
Fotografia: Pretas (fantasmas hambrientos), Internet 
 

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